(SEGUNDA PARTE)
(Este capítulo contiene alguna escena en la que se sueltan muchos tacos, yo aviso por si las moscas...xD)
- Te he dicho que no puedes salir de casa.
- Pero señora, ¡necesito ir a verla! ¡ya ha pasado una semana!
Isabelle la había encerrado en casa al enterarse de todo. O más bien, de los rumores que hablaban sobre lo ocurrido, ya que ninguno de los implicados soltó prenda de lo que había pasado realmente. Ni siquiera Faith.
Todo era muy extraño, pero en parte se alegraba de que nada de lo pasó en ese sótano saliese a la luz. ¿Cómo podría mirar a la cara a Herald si supiese la verdad? Isabelle siempre decía que la culpa de que los hombres abusasen de las mujeres era de ellas, por despertar su deseo de esa forma, pues el hombre por naturaleza era débil ante la carne. Por eso las mujeres nunca debían mostrar más de lo necesario, ni verse con ellos en lugares apartados y a solas.
Ella incumplió todas esas normas y había sido castigada. Había aprendido la lección. ¿Qué necesidad tenía de seguir encerrada en aquel cuarto? ¿Y porque Herald no la sacaba de allí?
- No esperes que esta vez él interceda por ti, todo esto es por tu bien – le dijo.
- ¡Le prometo que no volveré a hacerlo! no me acercaré a ningún chico del instituto.
Ni ganas tenía de verlos. Salvo a Thaerion…pero él no iba al instituto así que técnicamente no estaba mintiendo.
- ¡He dicho que no sales y no hay más que hablar!
- ¡Pero no puede encerrarme! Yo no soy su hija y no tengo porque obedecer sus normas.
- Claro que puedo, soy yo la que cuida de ti y te da de comer, niñata desagradecida. Si no fuese por mi esposo y por mí a saber en que callejón andarías tirada o en que cama yacerías abierta de piernas.
Alidaen abrió los ojos de par en par.
- Q-qué… ¿qué está insinuando?
- Yo no insinúo nada, me ciño a lo que has demostrado. ¿O es que te crees que no me enteraría de la existencia de esas fotos que te hiciste desnuda como una vulgar bailarina de un club de carretera? Suerte tienes de que Herald sea demasiado benevolente, de ser por mí ya estarías encerrada en un convento.
- Ohhh vamos – Alidaen resopló sintiéndose bastante insultada y cansada de amenazas estúpidas – despierte señora Lehmman, que no vivimos en la Edad Media.
- Pero los hombres serán siempre hombres, y actúan como animales guiados por su instinto – su mirada y su voz estaban cargadas de fanatismo ciego – ¡ponles un poco de carne a la vista y saltarán sobre ti como lobos!
Recordaba haber visto sus miradas clavadas en su pecho, lo cierto es que algo hambrientos si parecían. Incluso Thaerion… ¿él querría devorarla también? Pensar en ello hizo que la sangre se arremolinara en sus mejillas.
Isabelle debió de notarlo, porque entrecerró los ojos mirándole recelosa.
- Tu mente está llena de pensamientos impuros, te estás dejando llevar por el camino del pecado y acabarás mal, muy mal…
¿Tan malo era sentirse atraído por una persona?
- Señora… ¿le puedo hacer una pregunta? – Isabelle no contestó así que ella decidió continuar con toda la inocencia del mundo - ¿usted y el señor Lehmman han practicado sexo alguna vez?
Los ojos de Isabelle se abrieron creando una circunferencia perfecta y su mano voló hacia su cara tan rápido que ni se enteró de que acababa de golpearla hasta que notó el cálido hormigueo del dolor en su mejilla.
Quiso decir algo, pero estaba tan sorprendida como lo había estado ella hacía tan sólo unos segundos.
- Que sea la última vez que haces preguntas indecentes sobre mi esposo.
Alidaen contestó con un parpadeo, acariciando su rostro sin entender que era lo que había dicho que fuese tan malo para recibir semejante tortazo. Sólo quería saber si cuando se amaba a alguien de verdad estaba permitido mantener relaciones sin incumplir algún tipo de mandamiento. Y de ser así cómo saber que esa persona es la correcta.
- Y ahora te aconsejo que reces y recapacites sobre tus actos. No saldrás de aquí hasta que yo no lo permita.
Tras decir esto, Isabelle cerró la puerta con llave, dejándola a solas con un montón de dudas, un leve hormigueo en la cara, y una gran impotencia al sentirse encerrada en aquel cuarto sin salida.
***
Cuando Herald llegó a los dominios de los Laremion vio que Rethan le esperaba armado y con gesto desconfiado delante de la valla de metal que daba al patio delantero de su hogar, a su lado se encontraban sus hijos. La imponente Tanathya a su izquierda y Kheran, el mayor y más orgulloso de los hermanos, a su derecha.
No había ni rastro del más joven de ellos, y el motivo de su visita a esa horrible casa. Mejor.
Habían sentido su presencia mucho antes de llegar, lo cual ya suponía que pasaría y tampoco le importaba. No pensaba esconderse ni sorprenderlos por la espalda. Él no era traicionero como un Vanar.
- Tienes valor para presentarte aquí sólo y desarmado, Dalar – Rethan casi escupió esta última palabra.
- He venido a dialogar, Laremion – su apellido sonó de la misma forma - No a iniciar una disputa.
- Entonces te has equivocado de lugar – Rethan intentaba mantener la calma ante su enemigo, pero podía ver el odio en su oscura mirada – lárgate antes de que me olvide del Tratado y esparza tus tripas por mi jardín.
Un odio que compartían desde hacía siglos, y que sólo desaparecería el día que uno de los dos pereciese.
Tanathya sonrió un poco ante la idea. Herald había oído hablar de la guerrera en la época que vivió en Édora.
Aunque su aspecto no hacía justicia a aquellas historias en las que se erigía como una temible figura en el campo de batalla. Una mujer de acero que hacía temblar a los hombres con su mera presencia. No si se tiene en cuenta que sus ropas de cuero dejaban a la vista la fragilidad de sus rasgos femeninos con demasiada claridad, y que a pesar de las cicatrices y los músculos bien formados de sus brazos y piernas seguía manteniendo ese toque delicado heredado por su fallecida madre. Pero bien sabía que detrás de esa apariencia aparentemente inofensiva para un guerrero experimentado como él se escondía un carácter tan fiero como su padre y una gran maestría en el combate.
Kheran en cambio era una estatua de imperturbable serenidad mientras vigilaba y analizaba cada uno de sus gestos y movimientos.
Había tenido el honor de enfrentarse a él en el pasado, cuando aun era demasiado joven para poder suponer un reto demasiado peligroso. Aun así había demostrado ser un adversario digno e inteligente, alguien que prefería analizar a su enemigo antes que actuar movido por el odio como lo haría su padre.
Aquel día Herald le había dejado vivir, y sabía que entre ellos quedaba una deuda de honor que sin duda cumpliría. Y había llegado el momento de saldarla.
Sus miradas se encontraron unos segundos antes de que Kheran hablase.
- Padre, debe de tener algo importante entre manos si se atreve a venir solo y desarmado. Por favor, dejad que hable.
- Yo no tengo nada de que hablar con el enemigo – replicó sin interés.
- Pero yo si – respondió Herald - He venido a hablarle de su hijo Thaerion y mi protegida.
El gesto de Rethan se endureció, y su mandíbula se tensó al oír su nombre en boca del Dalar. Kheran en cambio le escuchaba con atención.
- Un hombre que se avergüenza y esconde su verdadero apellido no merece pisar esta casa. Y mucho menos nombrar a mi hermano – esta vez fue Tanathya la que intervino, dando un paso hacia delante con gesto furioso.
- Tanya, espera – Kheran puso un brazo delante de ella para detenerla.
Para su hermana no había nada más placentero que un combate a muerte, y en ese momento su mecha era demasiado corta por culpa de tantos años de exilio. Y no había forma más fácil de despertar su ira que hablar de su hermano menor o de su madre.
- Vete de aquí – ordenó Rethan de forma tajante – será la última vez que lo repita.
Herald asintió, al fin y al cabo ya tenía la atención de quien le interesaba en ese momento. Y esperó pacientemente a que él hiciese los honores.
- Como queráis – contestó con una inclinación de cabeza.
Kheran dio un paso al frente y se dirigió a su padre.
- Permitidme entonces que le muestre la salida a nuestro invitado – aunque no sonaba descortés había cierta ironía en su tono de voz.
Que fuese algo más amable que su padre o hermana no significaba que tolerase la presencia de un Dalar en sus tierras.
Rethan asintió sin dudar un segundo de las intenciones de su primogénito. E hizo un gesto desdeñoso hacia la salida mirando con desprecio a Herald.
- La próxima vez que te atrevas a pisar mis tierras espero que lo hagas armado.
Herald alzó la barbilla con orgullo.
- Prometí ceñirme al Tratado cuando llegué a este mundo. Y a diferencia de vos yo siempre cumplo con mi palabra.
- Disfraza tu cobardía como quieras, Dalar. Pero aquí todos sabemos que huiste de Édora porque nunca tuviste el valor suficiente para enfrentarte a nosotros.
Aquellas palabras golpearon con dureza en lo más profundo de su ser. Pero en parte eran ciertas, había huido cansado de tanta lucha y tanta perdida. Había intentado olvidarse del pasado y el modo en que le habían arrebatado lo que más quería sin que el pudiese hacer nada para impedirlo.
Había sido un cobarde, y ahora pagaba por ello teniéndose que enfrentar de nuevo a los recuerdos sabiendo que parte de esa familia maldita seguía viva y demasiado cerca de los suyos.
- Vuestra alma está tan marchita como el árbol que os representa…
Rethan y Tanathya dieron un paso al frente.
- Basta – zanjó Kheran interponiéndose entre ellos. – Por favor padre, no es necesario - después se giró hacia Herald - haga el favor de acompañarme.
El tono de advertencia de su voz dejaba claro que no iba a permitir que se les insultara en su propia casa, y los orbes rojizos e iluminados de Tanathya y Rethan eran una muestra clara de que se les había agotado la paciencia y estaban a punto de saltar sobre él.
Herald asintió y se dio la vuelta, echando a caminar sin reparar en si le seguía o no el guardián. Al cabo de unos minutos de marcha y cuando ya estaba lo suficientemente lejos de su casa Kheran habló.
- Le escucho, pero sea breve. Y no intente volver a insultar a mi familia si quiere que siga abierto al diálogo.
El Dalar decidió ser lo más claro posible.
- Quiero que vuestro hermano se mantenga alejado de la muchacha que está a mi cargo. Se lo que ella es para él. Y si no me equivoco no soy el único que desea que esa unión nunca llegue a consumarse.
- ¿Ha venido hasta aquí para decirnos algo que ya sabemos y llevamos años intentando impedir?
Herald le miró fijamente.
- He venido hasta aquí porque conozco el modo de conseguirlo.
Los ojos de Kheran formaron una estrecha línea cargada de interés.
- Soy todo oídos…
***
Thaerion no podía dejar de pensar en lo ocurrido aquella noche, en lo que pretendían esos chicos.
En especial ese niñato: Dean.
Era un cobarde, del tipo de personas que se valen de su estatus y se enfrenta a aquellos que son más débiles que él para disfrazar su propia inseguridad. Y lo que era peor, era un cerdo asqueroso que había estado a punto de abusar de Alidaen y que de haber podido, la habría matado.
Aquello no podía quedar en una simple paliza, no cuando la vida de la persona que amaba había estado en juego.
¿Qué pasaba si volvía a intentarlo cuando él no estuviese presente? Demonios…iba al mismo instituto que ella, y por mucho que quisiera él no podía vigilarla eternamente. Sobre todo teniendo a su padre y hermano detrás de su culo todo el puñetero día.
De haber vivido en Édora el problema ya estaría solucionado, su hermana le había contado suficientes historias sobre su mundo para hacerse una idea de cómo se trataban a los delincuentes allí. Pero en Riverview las cosas eran distintas.
Aun así tenía que hacer algo, pero de momento había tiempo para pensarlo. Dean seguía en el hospital y al parecer la cosa iba para largo.
- Que se joda, por capullo.
Mientras tanto pensaba hacer una visita a sus amigos…
***
Michel se sentía fatal.
En parte porque era responsable de lo ocurrido en esa maldita fiesta. Pero pensaba que sólo sería una broma, que sólo harían un par de fotos estúpidas y de paso vería un par de tetas de cerca por primera vez.
Un recuerdo agradable y más tratándose de la chica con la que la mayoría de adolescentes de su edad habían soñado en algún momento.
Pero debía suponer que un plan llevado a cabo por Dean y la zorra de su hermana acabaría mal, sobre todo cuando todos sabían que Thaerion, el chico más peligroso y temido del pueblo, iba también detrás de ella en plan caballero oscuro como Batman.
Su puta madre.
Se había librado de una buena, pero ahora estaba cagado y con motivo.
“Admite que todo esto fue cosa vuestra y quizás así te ahorres una paliza”
¿Lo diría en serio?
Lo de la paliza sabía que no era un farol, ese psicópata no dejaría las cosas como estaban teniendo en cuenta que Dean y Tommy habían intentado abusar de su chica y él lo había visto todo. Pero él no la había tocado…y debía haberse dado cuenta de que no tenía ninguna intención oculta con ella más allá de una simple broma. Si ni siquiera aprovechó para manosearla como Tom. Quizás si hablase…si contase la verdad le dejaría en paz.
Pero entonces tendría a Dean, su hermana y medio instituto detrás de él por chivato. Por no hablar de que nadie le creería estando Alidaen intacta y Dean en el hospital. Y Alidaen no lo había denunciado tampoco, todo el mundo actuaba como si no hubiese pasado nada, que era lo más extraño.
“Vaya mierda de vida, quizás no sea tan mala la idea de mamá de meterme en un internado”, pensaba mientras daba vueltas con la bici cerca de casa para aclarar las ideas.
Eran las siete. Ya había oscurecido y las calles a esas horas estaban desiertas en el pueblo.
Todos sus amigos estarían cenando, haciendo los deberes y preparándose para dormir. Sus padres solían dejarle pasear un rato en bici antes de acostarse, era una costumbre que tenía desde que era pequeño, claro que antes se recogía mucho más temprano.
Ahora tenía dieciséis, y sus padres le permitían estar fuera hasta las ocho. Pero esa última semana no tenía muchas ganas de salir. Tenía miedo.
Y el motivo de su temor estaba justo delante de él en ese mismo momento.
- ¡Mierda!
Michel giró el manillar bruscamente hacia la derecha para no atropellar a la figura que acababa de aparecer en medio de la carretera, hizo un derrape para frenar antes de chocar con él, pero del susto perdió la estabilidad de la bici y chocó contra un cubo de basura, desparramándola por el suelo y estropeando la bicicleta.
Thaerion ni se inmutó, y se quedó observándole mientras él se levantaba frotándose el trasero dolorido.
¿De donde había salido esta vez el puñetero Laremion? Habría jurado no haberle visto en la carretera hasta dos segundos antes de caer, de haber estado allí esperándole lo habría visto mucho antes.
- ¡¿Pero tu quién coño eres?! – gritó con los ojos desorbitados - ¿Rondador Nocturno o qué?
Thaerion contestó encogiéndose de hombros con una ligera sonrisa.
- Mira no sé que quieres de mí pero te advierto que llamaré a la poli…
- ¿Y qué vas a decirle? ¿Que has estado a punto de atropellarme porque no tienes ni idea de conducir un trasto de esos? – señaló la bici con un gesto indiferente.
Michel se mordió la lengua. Thaerion se acercó a él con paso sereno.
- ¿Vas a pegarme una paliza como a Dean? Te advierto que soy cinturón azul en kárate.
- Que seguro queda perfecto con el morado de tu cara – bromeó con una sonrisa divertida –. Pero tranquilo, no voy a golpearte. No si colaboras.
- ¿Qué quieres? Yo no la toqué, no le hice nada, sólo sujeté a un puñetero perro al que ni siquiera pensaba hacer daño.
- Lo sé, pero ayudaste a esos capullos a humillar a Alidaen.
- ¿No se suponía que no eras su novio? Para no interesarte te tomas muchas molestias en vigilarla.
- Eso a ti no te incumbe – zanjó de forma tajante – lo que importa es lo que tu y yo sabemos sobre tus amigos y sus verdaderas intenciones aquella noche.
- Habían bebido…no sabían lo que hacían – intentó defenderlos.
- Esa no es excusa, y si lo han intentado una vez nada les impide volver a hacerlo cuando yo no esté delante.
- Dean está en el hospital y Tommy es un cagado, no creo que vuelvan a acercarse a ella. La que debería preocuparte es la guarra de su hermana – sugirió - Faith la odia, ella fue la que dio la idea a su hermano.
- ¿Por qué? ¿Qué le ha hecho Alidaen? – Thaerion no entendía a qué venía tanto rencor por parte de sus compañeros de clase.
- La envidia, que es muy mala – dijo – teme que Alidaen le arrebate su puesto en la escala de las más populares de la escuela. Y está chalada como su hermano. Mezcla esas dos cosas y obtendrás un combo explosivo.
- ¿Así que todo esto no era más que una especie de concurso de popularidad? ¿Y por esa bobada se ha montado todo esto?
- Faith es una manipuladora de la ostia, tiene a medio instituto lamiéndole el culo.
- ¿Y la otra mitad?
- O pasa o le temen.
Thaerion arqueó una ceja.
- ¿Vas a decirme que esa niñata despierta algún tipo de temor?
- Ella no, pero su familia si. Tener problemas con un Fairchild significa tener problemas con toda su familia.
- Eso me suena – murmuró Thaerion para sí mismo.
- Y no son pocos. Lo último que se sabe es que consiguieron expulsar a los Alto del pueblo. Y era una de las familias más antiguas de aquí. Y todo porque al parecer un tal Bert dejó preñada a una de las hermanas del padre de Dean cuando tenía dieciséis años y no quiso reconocer al crío.
- ¿Crees que me importan sus vidas?
- Debería. Te aconsejo que lo dejes pasar, Dean no creo que hable y si no te han denunciado aun no creo que lo hagan, pero si te metes en su terreno…
- No me dan ningún miedo – le cortó Thaerion - parece que ya has olvidado que en este pueblo mi familia no es precisamente desconocida. De hecho dudo que esos Fairchild se atrevan a venir a nuestra casa a pedir explicaciones, y si lo hacen adelante. Les estaremos esperando.
La sonrisa socarrona de Thaerion dejaba muy claro lo poco que temía el poder de los Fairchild.
Pero lo último que hacía falta en su pueblo era otro enfrentamiento entre familias…conociendo a los Laremion ya se imaginaba una batalla al más puro estilo Baldur’s Gate. Y por mucho que le gustase ese juego no se veía capaz de coger una espada de verdad y ponerse a repartir sablazos a diestro y siniestro.
- Pues allá tu si quieres enfrentarte a ellos, pero no sé que pinto yo en todo esto.
- Nada, tú sigue manteniéndote al margen y ni se te ocurra acercarte de nuevo a Alidaen ¿Entendido?
- Eso me ha quedado claro. ¿Has venido sólo a decirme esto?
- Y a encargarte algo: Quiero que te ocupes de vigilar a tus amigos. Porque si me entero de que alguien más vuelve a molestarla no iré sólo a por los responsables, sino también a por ti.
- ¡Pero eso no es justo! ¡Yo no tengo la culpa de que Dean y Tommy sean imbéciles!
- ¿Quién ha dicho que el mundo sea justo? – preguntó con gesto indiferente.
- ¿Y a ellos qué? ¿No vas a decirles nada?
Thaerion le dio la espalda para marcharse.
- Con ellos voy a tener algo más que palabras.
***
Alidaen se había quedado dormida con la cara pegada a la Biblia que Isabelle le obligaba a estudiar todos los días desde su encierro.
Tenía grabado en su memoria el último pasaje que había leído del Apocalipsis:
“Aquella mujer iba vestida con ropas de color púrpura y escarlata, y estaba adornada con oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en la mano una copa de oro llena de cosas odiosas y de la impureza de su prostitución, y llevaba escrito en la frente un nombre misterioso: “La gran Babilonia, madre de las prostitutas y de todo lo que hay de odioso en el mundo.” Luego me di cuenta de que la mujer estaba borracha de la sangre del pueblo santo y de la sangre de los testigos de Jesús”
Y al que no había dejado de dar vueltas hasta caer dormida.
“Madre de las prostitutas…borracha de sangre… ¿a quién se le habrá ocurrido escribir semejante barbaridad?”
Alidaen abrió los ojos y se quedó paralizada ante la imagen de la mujer sentada al lado de la cama.
- N-no…no puede ser…
Ella le dedicó una sonrisa cargada de malicia. Los mechones de su cabello anaranjado caían sobre su pecho brillando con la misma intensidad que las esferas doradas de sus ojos. Al igual que en aquel pasaje, la mujer vestía con ropas de color púrpura y adornaba su voluptuoso cuerpo con joyas de oro y rubíes. Y era desgarradoramente hermosa.
- Estoy soñando…no puedes ser real…todo esto me pasa por leer tanto ese libro…- decía mientras intentaba autoconvencerse.
La mujer se incorporó y se acercó a ella sin borrar la sonrisa de su rostro. Cada movimiento la dejaba sin habla, sin respiración. Alidaen abrió los labios para pedirle que se detuviese, pero de sus labios no salió ningún sonido.
- Hermosa y deliciosa…- susurró la misteriosa mujer acercando sus labios a los de la joven para tocarlos con un leve roce que la hizo estremecer – como ella…
Sus labios eran peligrosamente atrayentes, pero desprendían un aroma extraño. Tenía miedo, pero aun así no se detuvo y reclamó para sí misma el placer que éstos prometían ofrecerle sin la necesidad de pronunciarlo con palabras.
La mujer respondió abriendo la boca para dejar a la vista una hilera de dientes perfectos, entre los que destacaban unos afilados colmillos.
“Sangre…huele a sangre”, pensó.