sábado, 8 de noviembre de 2014

Después de un gran parón...

¡Buenas tardes a tod@s!

Siento mucho la nueva espera, sé que debería haber actualizado mucho antes, pero estoy aún en proceso de adaptación desde mi nuevo cambio de rumbo y me está costando algo más de la cuenta esta vez amoldarme a mi actual horario y vida, pero bueno, espero que todo vaya a mejor y pueda por fin dedicarle al blog todo el tiempo que me gustaría.

Aquí os traigo por fin el siguiente capítulo, que no es gran cosa ya que realmente era parte del anterior, pero se me hizo tan largo que tuve que dividirlo en tres. Siento no poder traeros mucho más, en el siguiente la trama ya va tomando otro rumbo y se va poniendo más interesante de cara al final de la temporada, pero este capítulo me ha servido para "despedir" por un tiempo a uno de los personajes de la historia que más salía últimamente, ya veréis quién y podréis hacer las suposiciones que queráis al respecto ;)

Aprovecho para mandaros un abrazo muy fuerte y deciros que no os tengo olvidados ni mucho menos, sigo recabando un montón de historias en mi cabeza y tratando de escribir siempre que puedo para avanzar en la trama, actualmente tengo escrito hasta el capítulo final de la segunda temporada, aunque aún no he podido acabarlo por una ligera falta de motivación y mi agobio personal que nada tiene que ver con la historia, pero que por desgracia repercute en ella.

Espero que todo vaya a mejor y pueda ponerme de nuevo las pilas, y como siempre espero que la historia os siga gustando y comentéis de vez en cuando qué os parece. Un abrazo muy fuerte y como siempre...¡gracias por leer!

CAPÍTULO XXVIII: Inseguridad y certeza

 Al despertar, vi que Fran me miraba con cara rara, y que nos habíamos quedado solos en el vagón del metro.
 Temía preguntarle si había hablado en sueños, o si una vampiresa se le había acercado para absorberle la sangre y hacerle otras cosas mientras dormía. Pero no parecía estar todo lo contento que debería de haber pasado realmente todo aquello, así que me incorporé frotándome los ojos y bostezando, tratando de quitarme la perturbadora imagen de Dale de mi cabeza.

“Maldito chupasangres engreído…”

 -          Creo que ya hemos llegado.

Él asintió y me siguió mirándome de forma pensativa.

¿Me habría puesto a gemir realmente en medio de ese vagón? La sola idea hizo que mis mejillas adoptasen el color de la grana y fuese incapaz de mirar a Francessco durante el trayecto de vuelta a la Compañía.

Pero al llegar, en la puerta de entrada, me detuvo y me rodeó la cintura mirándome fijamente.
 -          ¿De verdad quieres que me quede a tomar la última?

Pensé en ello, y asentí algo insegura.

Había sido un día lleno de emociones, y al parecer mi cuerpo deseaba poder desahogarse de alguna forma desde lo ocurrido con Dale en aquel callejón, pero aun así no estaba segura de que pasar la noche con Francessco fuese una buena idea.

“Se lo has prometido, Alidaen, y sólo será una cerveza”, me dije a mi misma.

-          Voy a por las cervezas – comentó más animado- tú espérame arriba.
 Asentí, y mientras él se dirigía hacia las escaleras que llevaban a la zona de abajo donde estaba la cocina, yo entré en el edificio para ir a la primera planta. Me quedé unos segundos mirando embobada las escaleras ascendentes, como si el hecho de mirarlas fijamente hiciese que ascendiese por ellas sin esfuerzo.

Suspiré y decidí ir por el ascensor, al menos así sólo tendría que pulsar un botón para llegar a mi cuarto. Pero al hacerlo mi mano chocó contra otra y presionamos al mismo tiempo.
 Manos frías.

Di un respingo y la aparté de golpe, mirando de reojo a la persona que había tenido mi misma idea.
 Al verme se puso aún más pálido de lo que era, y por una vez le vi nervioso en mi presencia. Tanto que casi tira la caja llena de libros que sostenía con la mano libre.

-          Hola…- saludé con un hilillo de voz, volviendo la vista hacia la puerta del ascensor.

-          Hola – respondió seco.

Me mordí el labio, recordando vívidamente el sueño en el que creía que él me tocaba hasta hacerme enloquecer.
 Recordando aún mejor la noche que pasamos juntos en el Darkness. Y no ayudó nada a que me sintiese más tranquila con él tan cerca, aunque al menos tenía las manos ocupadas en esta ocasión.

Esperamos en silencio mientras el dichoso ascensor se tomaba su tiempo en aparecer, y miré hacia las escaleras pensando que podría evitar aquella tensión huyendo cobardemente. Pero aquello habría hecho que me ganase de algún modo, y no estaba dispuesta a mostrar más debilidad de la necesaria aquel día.
 Si no quería subirse en el ascensor conmigo que fuese él quien tomase otro camino.

Alcé el mentón orgullosa de mi misma y entré con decisión cuando la puerta aún no se había abierto del todo, él hizo lo mismo, y al final conseguimos chocar de nuevo y tratar de pasar haciendo estúpidas maniobras para rozarnos lo menos posible y no caernos hasta el interior de ese trasto que ya odiaba con toda mi alma.
 -          Lo siento - se disculpó apartándose tímidamente y cediéndome el paso como debería haber hecho desde un principio. Aunque él fuese quién iba más cargado.

Por suerte me recompuse rápido y entré lo más dignamente que pude, notando cómo me seguía con esa intensa mirada.

-          Gracias.
 Sujetó la puerta para que no se cerrase con la caja sobre su cabeza y entró después de mí, y yo pulsé el botón de la primera planta para que no hiciese tantos esfuerzos innecesarios. Pero cuando comenzó a cerrarse, un pie la detuvo a tiempo y Francessco se coló cargando con una botella de vino y dos copas en las manos.

-          Lo siento, no quedaba cerveza, seguro que Lande se las ha acabado todas – me mostró la botella y no pude evitar mirar de reojo hacia Thaerion, que tenía delante de la cara la caja de cartón y no hizo sonido alguno.
 -          No…no te preocupes – contesté algo incómoda.

-          Vaya, tu eres el nuevo cantante ¿no?

La puerta se abrió al llegar y esta vez el primero en salir fue Thaerion sin decir ni una palabra.
 -          Qué tío más borde – murmuró Francessco sintiéndose, obviamente, bastante ignorado.

Lo vimos entrar en una de las habitaciones que hasta ese momento habían estado vacías, y cerró la puerta de golpe.

Estaba a sólo un par de habitaciones de la mía…

A duras penas seguí a Francessco hasta mi cuarto, si no hubiese sido por él seguramente habría acabado en cualquier otro por equivocación. O no.
 Me dejó pasar y cerró la puerta sin hacer ruido, dirigiéndose al escritorio para dejar sobre él la bebida.

-          Ups…se me ha olvidado el abrebotellas.

-          No te preocupes…

La verdad es que poco vino me apetecía en esos momentos.

-          Iré a por él, no tardo – se le veía un poco nervioso.

Y me dejó en el cuarto a solas.
 A unos pocos metros de Thaerion…

Abrí la puerta y asomé la cabeza por el pasillo, pero justo en ese momento escuché el ruido de su puerta al abrirse y volví a cerrar de golpe.
 Sus pasos acercándose resonaban con fuerza en mis oídos… ¿o eran los latidos de mi pecho? Él era muy silencioso al caminar…quizás… ¿quería que lo escuchase?

“Viene aquí”, pensé poniéndome más nerviosa. “Por favor…ven”, le rogué mentalmente.
 Por un segundo me pareció hasta escuchar su respiración detrás de mi puerta, silencio…y de nuevo pasos, pero esta vez alejándose cada vez más deprisa.

Dejé caer mi peso sobre la puerta y tomé una larga bocanada del aire que había estado conteniendo.

“Se ha ido”

 ¿Y qué podía esperar?

Francessco no tardó en llegar con el abrebotellas, y yo comencé a beber de la copa que me ofrecía tratando de animarme con las historias que me contaba tan sonriente como siempre.

El alcohol ayudaba bastante a que el mal trago pasase, y poco a poco comencé de nuevo a reírme de sus chistes y disfrutar de su compañía como antes.
 Lo ocurrido con Salma, Dale, y el metro pasó a un segundo plano, y hasta fui capaz de olvidarme de que Thaerion había estado a sólo un par de habitaciones de distancia de la mía por unos minutos.

Me esforcé por centrarme en Francessco. Lo habíamos pasado muy bien juntos y ya me sentía bastante culpable por haberle hecho esa encerrona y dejarle solo mientras yo me iba con el vampiro, como para encima añadir a Thaerion.

Además, no era la primera vez que nos encontrábamos ahí dentro, y debía acostumbrarme a verlo en los pasillos.

La botella se fue vaciando demasiado deprisa, y las copas se rellenaron a la misma velocidad, y cuando quisimos darnos cuenta ya no quedaba más alcohol que el que corría por nuestras venas.

-          Vaya…se acabó – las mejillas de Francessco estaban encendidas por el calor y sus ojos verdes tenían un brillo especial aquella noche.
Estaba sentado en la silla de mi escritorio mirando hacia los pies de la cama, donde yo reposaba sobre el baúl que a veces usaba de asiento cuando tenía visitas.

-          Es evidente – sonreí divertida.

Dejó la botella y las copas sobre la mesa y se incorporó para sentarse a mi lado.

-          Admito que estoy un poco borracho…

No pude evitar echarme a reír.
-          Eso también es evidente.

Él rio conmigo y llevó una mano a mi mejilla. Tenía lágrimas por la risa y las limpió con suavidad.

-          ¿Y son evidentes también las ganas que tengo de besarte?

Me quedé en silencio, sin saber qué contestar a eso. Y él lo tomó como una invitación, pues acercó sus labios a los míos para besarlos de forma hambrienta.
En ese momento mi mente era un remolino de pensamientos difusos, y mi cuerpo un volcán que había estado a punto de entrar en erupción demasiadas veces en ese día y necesitaba algún tipo de alivio.

Dejó escapar un gruñido ronco cuando permití que su lengua se enredase con la mía, y con algo de torpeza me tumbó sobre la cama, donde se dejó caer sobre mí apoyando su peso en las rodillas sin dejar de besarme.
 “¿Qué estoy haciendo?”, me pregunté varias veces. Pero la mayoría de ellas las olvidaba cuando notaba el calor que emanaba de nuestros cuerpos y lo dulce que sabía el vino en sus labios.

Estuvimos así un tiempo, hasta que él se separó lo justo para mirarme fijamente.
-          Alice…te…- se interrumpió - …quiero…- murmuró sonrojado – y deseo…deseo pasar la noche contigo…si tú quieres…- dijo tímido.

Le miré algo confusa, sin entender de primeras a qué se refería exactamente, y con sus palabras martilleando en mi cabeza.
 “Te quiero…”

Thaerion nunca me había dicho que me quería, no con esas palabras y de forma tan clara. En cambio me había dicho otras muchas cosas. Y yo las recordaba todas.

Al igual que recordaba el deseo que embargaba mi cuerpo cada vez que él estaba cerca.

“Eres mía…”

“Te llevo grabada en mi piel”

“Nunca permitiré que te olvides de esto”
Eran distintos…demasiado distintos…y yo sólo quería pertenecer a una persona. Por mucho que me esforzase en olvidarle sabía que entregarme a otro sin desearlo realmente era un error.

- Lo…lo siento. Pero no puedo.
Esta vez fue Fran quien me miró confuso, y fui incapaz de contemplar por mucho tiempo la decepción que se dibujó en su rostro.

-          Lo…entiendo…- dijo con dificultad – aún es pronto…quizás no estés preparada. Perdóname, pero es la primera vez que…y he bebido…demasiado.

-          Calla, por favor.

Cerró la boca de golpe y yo sentí muchísimo haberle cortado de esa manera, pero no podía soportar más tiempo escuchar sus disculpas, me hacían sentir aun peor por comportarme de ese modo.
-          Soy yo la que debo disculparme, Fran…no he sido todo lo sincera que debería contigo.

Me incorporé para dejar algo más de espacio entre nosotros, pero él hizo lo mismo y trató de animarme a que le mirase sujetando mi barbilla con suavidad.

- ¿Qué ocurre, Alice?
 - Es que…he intentado hacer lo posible para que esto funcione…y me encanta estar contigo, de verdad, pero…estoy enamorada de otro chico – admití sin titubeos -  y aunque ya no hay nada entre él y yo soy incapaz de abrirme a otra relación ahora mismo.
-          No estoy preparada…y no quiero aprovecharme de ti, eres demasiado bueno para que te engañe dándote largas.

Al terminar, un incómodo silencio se adueñó del cuarto durante unos minutos. Francessco apartó la mano de cara y bajó la vista hacia sus los puños cerrados mientras yo esperaba inmóvil a que dijese o hiciese algo. Y entonces habló.

-          ¿Es por ese cantante, no?

¿Cómo…?
-          Valo, se parece mucho al tipo que aparecía en esa foto.

-          ¿Qué foto?

-          A finales de año, cuando te ayudé a buscar información sobre esas Sombras…- trató de hacer memoria – le llamaban “Halcón”, y era sospechoso de aquel asesinato. Cuando le viste te quedaste muy sorprendida, y al verle aparecer en la compañía con Violeta casi te desmayas. Es el mismo ¿verdad?

Hasta ese momento no había caído en ello, pero era cierto que Francessco lo había visto antes.
-          N-no…

-          No me mientas en esto también – me rogó cogiéndome del brazo - sé que sientes algo por él, tiemblas cada vez que le ves. Y no es miedo lo que veo en tus ojos – bajó la mirada dolido – a mí nunca me has mirado de esa forma. Si no es él tiene que ser Janne, pero con él no tiemblas del mismo modo.
Volví a negar.

-          Está bien, no me lo digas si no quieres – contestó algo malhumorado. - De todas formas me ha quedado claro que no me deseas.

-          Lo siento, Fran…yo…

-          Ya…- suspiró. – Yo también lo siento.
Se inclinó y me dio un suave beso en los labios.

-          Quizás me llegue algún día el momento – dijo abriendo la puerta - Buenas noches, Alice.

-          Francessco...

Al quedarme sola, no tarde en darme cuenta de que admitir que necesitaba a Thaerion a pesar de todo era realmente el alivio que más falta me hacía.
Aunque lo había hecho a costa de dañar al hombre más tierno y bueno que había conocido nunca.

***

Francessco caminaba despacio, midiendo cada paso de camino a casa para evitar tambalearse y que supiesen que iba borracho.
 “Con la suerte que tengo me roban el reloj y la cartera y ya tendré la noche completa”

Esos pensamientos no eran muy alentadores, pero pensar en ella tampoco le ayudaba.

No era la primera vez que le daban calabazas, pero si la primera que lo hacían cuando había conseguido valor suficiente para intentarlo.

“Moriré virgen, como el primo de mi abuelo”, claro que él murió más joven, no había cumplido ni los diecisiete, y él se acercaba a los treinta. Giglio tenía razón.
Pero aunque su orgullo masculino se imponía a veces, sabía que lo que más le había dolido era que ella no le correspondiese y estuviese enamorada de otro. Se había hecho demasiadas ilusiones esta vez, y pensaba que las cosas iban perfectamente.

Era perfecta para él, divertida, amable, tímida y atrevida al mismo tiempo, cálida, ingeniosa…y preciosa. Como una mezcla entre elfa qualinesti, mediana y algún personaje de Disney como Bella.

- Estás muy borracho…- murmuró dándole una patada a una lata que se puso en su camino. 
Habría esperado lo que hiciese falta por ella, hasta el matrimonio si ella era de las que creían en esas cosas como su madre, pero estaba claro que el problema era él. No le gustaba, a ella le iban los tipos malos como ese estúpido cantante de pelo largo y cicatrices, ese que encima estaba fichado en los archivos secretos de la policía y del que no figuraba ni su nombre…chicos que sólo podían hacerle daño y nunca la valorarían lo suficiente.

Vamos, la historia de siempre.

-          Nah… - negó dando una nueva patada a la lata.
No podía ser el mismo, de miembro de secta chunga a cantante de rock había un buen trecho, no muy grande teniendo en cuenta lo que dicen algunos curas, pero amplio igualmente.

-          Buenas noches.

Francessco estaba a punto de golpear por tercera vez la lata cuando vio que alguien se había cruzado en su camino y el de la lata.

- Lo siento, no tengo hora – dijo temiendo que le robasen. Pero al levantar la vista se quedó con la boca abierta.
Frente a él había una mujer de pelo rojo estilo bob y enormes ojos color miel, esbelta y pálida como la luna que pendía sobre sus cabezas. Sus gruesos labios estaban curvados en una sensual sonrisa y le miraba fijamente.

Era muy guapa, demasiado para querer algo de un tipo como él (gratis al menos), y desprendía un aura misteriosa que hacía que se le erizase el vello de la nuca. 
Pero había algo en ella aparte de su evidente atractivo físico que le atraía como la miel a las abejas.

-          Bu-buenas…noches – consiguió decir.

Antes de atragantarse cuando, sin pudor alguno, ella se acercó para besarle.
-          Tranquilo…no dejaré que pases la noche sólo – susurró acariciando sus labios seductoramente.

“Bueno…quizás, después de todo….no tuviese tan mala suerte como creía”

miércoles, 20 de agosto de 2014

CAPÍTULO XXVII: Deseo Dormido II

(SEGUNDA PARTE)

Música: Seven Devils – Florence + The Machine

-          Ven por aquí – escuché su voz como si estuviese pegado a mi oído, pero no alcanzaba a verlo mientras me guiaba hacia un callejón oculto fuera del pub.

Sabía que caminaba conmigo, pero la noche lo escondía con la misma facilidad que se ocultan las sombras en una habitación sin luz.

- Esto...no creo que sea una buena idea lo que vamos a hacer.
-          ¿Ya te estás echando atrás? Si quieres me voy y acabo con lo que dejé ahí dentro.

-          ¡No! – exclamé - Es que… ¿tiene que ser hoy mismo?

Cada paso que daba me costaba más y me sentía más nerviosa.

-          Si. Para aquí – me ordenó.

Me detuve y observé el callejón, al menos no era el mismo donde Beau casi me mata.
-          Es que…no sé si estoy preparada – admití temblorosa al verlo aparecer de nuevo con esa sonrisa divertida en la cara. Bajé la mirada rápidamente.

Como si a él le importase si lo estaba o no.

- Si quieres enciendo unas velas - bromeó - pero sólo si tu sirves el vino.
Al decir eso acercó su índice hasta mi cuello y empezó a recorrerlo muy despacio, pero yo le detuve de un manotazo. Podía sentir su mirada incluso con la vista clavada en el suelo.

-          Encima no te burles.

Aunque la verdad es que me sentía más como una jovencita a punto de ser desvirgada que como un corderito en el matadero, y aquello no era bueno, no quería relacionar un acto como aquel con el sexo de ninguna forma, por muy placentero que dijesen que podría ser.
Un trago de más y podría matarme, él mismo me lo había dicho. Y ya había experimentado anteriormente aquella sensación y me había prometido no volver a repetirla.

Me traía malos recuerdos.

- Hay alguien arriba esperándome, debe estar preocupado por mí y podría vernos…- comencé a decir intentando que cambiase de opinión.
No podría asegurarlo porque no me atrevía ni a mirarlo, pero imaginaba que Dale estaba disfrutando con mi inseguridad casi tanto como ahí arriba mientras se alimentaba.

-          Lo sé, pero ya me he encargado de eso – comentó con calma.

- ¿Qué? – no pude evitar alzar la mirada con los ojos bien abiertos. – ¡¿Qué le has hecho?!
Él se encogió de hombros y yo intenté moverme para volver al pub y asegurarme de que Francessco estaba bien. Pero aquel fugaz instante en el que nuestras miradas se encontraron fue suficiente para que pudiese mantenerme en mi sitio sin mucho esfuerzo.

Intenté volver a mirar el suelo, pero hacerlo era como querer atravesar un muro de cristal a cabezazos.
-          Tranquila fiera – chasqueó la lengua negando con una sonrisa. – Vas a tener que aprender mucho si quieres evitar que nos metamos ahí dentro – me advirtió tocándome la frente con el dedo, estaba frío y me impedía apartar la vista de sus ojos. - Aunque si tú quieres…conmigo podrías practicar todos los días.
Abrí los labios para decir algo, pero las palabras murieron en mi garganta cuando invadió mi cerebro con imágenes en las que él y yo practicábamos de todo menos técnicas de concentración antivampiros.

Tuve que morderme el labio para reprimir un jadeo.
- Bien… ¿ves? – dejó de hacerlo y me sentí como si me hubiesen despertado en el mejor de los momentos, hambrienta y con ganas de seguir…soñando. – ¿A que ya te sientes más preparada?
Intenté fulminarlo con la mirada, pero para mí desgracia no surtió el efecto deseado y se echó a reír de nuevo.

-          No vuelvas a hacer eso – le advertí.

-          ¿Qué? Si has sido tú – se hizo el sorprendido. - Yo tan sólo te he dado alguna idea. Y menuda imaginación tienes…ninfa – remarcó esa última palabra como si la saborease y se mordió el labio.

-          ¿Vas a hacerlo ya o piensas matarme del aburrimiento? – pregunté intentando sonar indiferente y que no notase mi ansiedad.
-          ¿Tantas ganas tienes de que te muerda? – susurró.

-          Tengo ganas de que acabe y me dejes en paz.

-          Cuando empiece no vas a querer que pare.

Se inclinó hacia mí y noté cómo su frío aliento recorría mis labios y mi cuello, envolviéndome por completo.
-          No debería haber aceptado esta locura...– murmuré casi pegada a sus labios. - Estás helado.

-          Y tú estás muy caliente…puedo sentirlo incluso sin tocarte – aspiró el aire que nos separaba y emitió un suave gruñido. – Casi puedo saborearte y aun no te he hincado el diente, me lo vas a poner muy difícil nena…

A pesar del frío que emanaba, su forma de hablar hacía que mi cuerpo se encendiese aunque quisiera reprimirlo.
-          ¿Con todas tus víctimas eres tan plasta…? – mi voz sonaba débil y casi tan hambrienta como la suya.

-          Sólo con las que se resisten como tú. Hace que esto sea lo más divertido.

-          ¿Esto?

- Seducirlas – aclaró, rozándome con su lengua en el punto exacto donde debería encontrarse la arteria de mi cuello, mientras me quitaba la chaqueta y el pañuelo que envolvía mi cuello sin ninguna prisa.
-          Hazlo ya – le rogué.

-          ¿Lo deseas?

Me mordí el labio.

-          Si no me lo dices nos quedaremos así toda la noche. Y a ésta aún le quedan unas cuantas horas.

Si…
-          Dilo – me ordenó.

-          Muérdeme…- murmuré sin poder resistir más aquella tortura.

Entonces se acercó un poco más con los colmillos desplegados dispuesto a alimentarse de mí.
Dispuesto a privarme de parte de mi sangre para saciar su apetito y hacerme perder la poca cordura que me quedaba. Porque por mucho que quisiera negarlo…lo deseaba. 

Deseaba que lo hiciese.

Y él lo sabía, pero a pesar de ello se apartó de mí sin esfuerzo, dándome la espalda para que no le viese la cara y dejándome con un buen palmo de narices.

-          ¿Se puede saber qué haces? – pregunté confusa.

-          Nada.
Se dio la vuelta  para mirarme con un gesto de triunfo que me hizo desear clavarle una estaca en mitad de la frente.

-          Creo que por hoy ya he quedado bastante saciado.

-          ¿Qué?

Hasta a mí me sorprendió el tono indignado de mi voz, y el estúpido gallo agudo que salió de mi garganta.

-          No te confundas, no es que no me apetezca alimentarme de ti - comenzó a explicarse con cierta sorna - de hecho me apetece mucho. – admitió. – Debes ser deliciosa…
-          ¿Entonces qué demonios te pasa?

-          Que prefiero dejarte con las ganas – admitió divertido. - Al menos de momento.

-          Aquí el único que se va a quedar con las ganas eres tú – dije señalándole con el dedo en el pecho – porque no pienso dejar que esto se repita nunca.

Bastante humillada y estúpida me sentía ya como para encima repetirlo.
-          ¿Estás segura? Te recuerdo que me sigues debiendo un favor.

-          ¡Ya no te debo nada!

-          Claro que sí. Y me lo pienso guardar para otro momento en que los dos tengamos más tiempo, ya sabes…por si la cosa se pone más caliente. Este lugar es un poco cutre para nuestra primera vez… ¿no crees?
Sonrió travieso, y no pude soportarlo más.

Traté de cruzarle la cara de un tortazo. Y lo conseguí, ya que él no hizo nada para evitarlo.

Pero lo único que logré fue que mi muñeca crujiese como si hubiese golpeado el muro que tenía detrás en vez de su cara.
-          ¡Joder! – exclamé dolorida.

-          Yo de ti no volvería a hacer eso – me advirtió, agarrando mi cuello con su mano y pegando mi cabeza a la pared, obligándome a mirarle a los ojos.

No estaba empleado su fuerza, pero su agarre era firme y sus manos, duras como el acero, hacían que mi cuello pareciese débil y quebradizo como una rama.
-          Golpéame de nuevo y te demostraré lo placentero que puede llegar a ser morir a manos de un vampiro.

Pegó su cuerpo al mío, y pude notar que su rostro y manos no eran lo único duro que tenía aquel muerto insufrible.

Aquello hizo que me sintiese más vulnerable todavía, pues su deseo era casi tan sobrecogedor como su amenaza.
-          Eres despreciable…

- Que va, sólo si no me conoces lo suficiente - contestó volviendo a su ánimo burlón de siempre y dejándome libre para que pudiese moverme – En el fondo soy un encanto.
Me quedé en silencio, mordiéndome el labio y tratando de controlar los temblores de mi cuerpo para poder alejarme de allí cuanto antes.

-          Pareces algo insegura… ¿quieres que te lleve a casa? – preguntó señalando algo con un ademán con la cabeza.

Había un coche negro aparcado al final del callejón camuflando en parte su salida, no sabía cuánto tiempo llevaba ahí pero tampoco es que me importase mucho en aquel momento.
Y no entendía mucho de vehículos, pero aquel trasto parecía nuevo y ser de los caros. Lo sabía porque Violeta solía silbar hacia dentro cada vez que veía uno parecido. Tenía los cristales tintados, de modo que desde fuera era incapaz de ver si había alguien más dentro.

- No – contesté retirándome despacio del apoyo de la pared y poniéndome la chaqueta sin poder ocultar mi enfado.
Acababa de recordar que Francessco estaba esperándome en el pub, y seguramente me estaría buscando como un loco. Habían pasado bastantes más minutos de los acordados.

-          Como quieras – se encogió de hombros y se dirigió hacia el coche, no sin antes dedicarme una teatral reverencia  antes de subirse en éste. – Hasta pronto, mi deliciosa ninfa…y que tengas dulces sueños esta noche.
-          Piérdete, capullo – susurré para mis adentros.

Al cabo de unos minutos conseguí reponerme de la experiencia y me dirigí hacia el pub, encontrándome a Francessco apoyado en una farola y mirando el reloj del móvil como si nada hubiese pasado.

- Vaya, sí que ha sido rápido, pensé que tardarías un poco más – dijo con calma.
-          ¿Rápido?

-          Me dijiste diez minutos, y no han pasado ni cinco ¿De dónde has salido? – miró extrañado hacia el lugar de donde venía - ¿Eso de ahí es un arañazo? – señaló mi cara.

Le miré confusa y me acaricié la mejilla, recordando la “pequeña” disputa con Salma y sus afiladas uñas.

- N-no es nada, el pasillo de la escalera de incendios estaba bastante oscuro y me rocé con algo – contesté - ¿de verdad llevas aquí todo el rato?
-          No me apetecía quedarme mucho tiempo sólo con aquellos tipos tan raros – admitió – así que decidí esperarte fuera. ¿De verdad que ha ido todo bien? Pareces algo pálida. Quizás haya que mirarte eso, ¿y si tienes el tétanos?

-          No seas exagerado. Es sólo que tuve otro mareo, nada importante.

-          Supongo que los baños no estaban mejor que ese callejón.

Sonreí negando débilmente con la cabeza. No me gustaba tener que mentirle ¿pero qué podía decirle? ¿Qué había estado a punto de dejar que un vampiro se bebiese mi sangre para evitar que se cargase a mi ex jefa?
-          Anda…volvamos a la Shelüne.

Como veía que no me encontraba muy bien, Francessco decidió que cogiésemos el metro para llegar antes.

No eran ni las once de la noche y le había mandado un SMS a Sithan para decirle que estaba bien y que volvería con Fran pronto, así que dejé de preocuparme por cómo se tomaría que no estuviese allí aun y me dejé caer sobre uno de los asientos libres que quedaban.
Fran se sentó a mi lado, y yo me sentía tan cansada que apoyé mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos unos segundos para disfrutar del suave traqueteo del tren subterráneo y el leve murmullo de voces procedente de los habitantes de esa extraña ciudad que compartían el metro con nosotros.

Había sido un día duro, y esperaba que en algún momento de la noche éste comenzase a mejorar.

O al menos, que acabase de una maldita vez.