sábado, 18 de junio de 2011

CUENTO PARA DORMIR (Relato Corto)

Nuestra historia comienza en un pequeño lago escondido entre árboles y montañas, un lugar al que antaño los habitantes de Riverwiew visitaban para honrar a las extrañas criaturas que solía decirse, moraban en aquel apartado paraje.
Náyades, hermosas ninfas de cabellos luminosos que habitaban en las dulces aguas de los lagos, ríos y estanques más puros; jugando y riendo ajenas a la ajetreada vida de los mundanos y protegiendo siempre la vida de aquellos seres que junto a ellas, compartían su hogar.
Durante muchos años, mundanos y seres feéricos convivieron en paz, llegando incluso a compartir sus costumbres, pero el rápido desarrollo de la humanidad hizo mella en la tierra de aquellos seres que dependían de la naturaleza para sobrevivir, relegando cada vez más a éstos a lugares más apartados.

Hasta que finalmente fueron desterrados de sus propias tierras.

Hoy en día la mayoría de los humanos no creen que tales criaturas existan, pero hay personas que nacen con una sensibilidad especial, un don que les hace sentirse en comunión con la naturaleza y apartarse del resto, pues pocas son las personas que entienden su modo de vivir.
Suelen ser personas sencillas que no codician más bienes que aquellos que necesitan para vivir, amantes de la naturaleza y dotados de una mente abierta y despierta, capaz de alojar grandes conocimientos e historias que poder transmitir a los más jóvenes.

Se dice que cada cierto tiempo, la naturaleza, conmovida por aquellas almas solitarias, decide enviar a una de sus hijas para que éstas le entreguen aquello que más aman.
Aquella ofrenda es para una náyade un acto de amor pero también un duro sacrificio, pues una vez entregada, su hija nunca podrá volver junto a sus hermanas, y aunque siempre será una de ellas, su corazón siempre estará dividido entre dos mundos completamente distintos: el humano y el feérico.

Así es como tú llegaste a este mundo, Alidaen, hija de Cirene “Sauce Dorado”. Pero aún eres demasiado joven para entender tu propio origen, cuando crezcas y tengas edad suficiente volverás a escuchar esta historia y sabrás qué aguarda tu destino.
 Y ahora…duerme mi pequeña ninfa. Que tengas dulces sueños.

sábado, 11 de junio de 2011

PRÓLOGO I

❧❃❧ ALIDAEN ❧❃❧
Llevaba horas en aquel lugar.

Desde que ella se fue lo visitaba cada día, la echaba tanto de menos...
Aunque debo admitir que las ganas de volver a verlo eran las causantes de que pasase más tiempo del adecuado en el cementerio. La gente debía pensar que me estaba volviendo loca, y creo que no iban muy mal encaminados.

Había pasado casi una semana desde su última visita y ya creía que no volvería.

Casi me di por vencida cuando por fin apareció, el sol estaba a punto de esconderse tras las montañas y los rayos más rezagados apenas traspasaban las hojas de los árboles.

- Has vuelto - intenté que mi voz sonase lo más indiferente posible.

- Sólo vine para despedirme - la suya siempre sonaba así, aunque aquella vez parecía más fría que de costumbre.

Así que era cierto.

- Qué detalle - contesté bajando la mirada.
No sabía qué decir, deseaba que se quedase pero sabía que no podía hacer nada para evitarlo, ni siquiera tenía fuerzas para preguntar dónde iba.

Durante unos minutos ambos nos quedamos en silencio, a pesar de estar de espaldas a él, podía sentir su penetrante mirada.

- También quería disculparme – dijo dando unos pasos hacía mí.

Cada vez que se acercaba mi cuerpo experimentaba una infinidad de sensaciones que hasta ese momento nunca había sentido.

- ¿Por ignorarme durante toda esta semana? – pregunté sin molestarme en ocultar mi disgusto, girándome para enfrentarme a su mirada.

- Lo intenté – contestó tranquilamente - pero no me disculpo por eso.

- ¿Entonces…?

No me dio tiempo a acabar la pregunta, cuando quise darme cuenta lo tenía a tan sólo unos centímetros de mi rostro y me quedé completamente muda.

- Por esto – susurró sorteando los escasos milímetros que separaban nuestros labios.
Su boca era tierna e inexperta como la mía, pero sus manos se aferraban a mi espalda de forma posesiva, subiendo hasta perderse en mi cabello para acercarme más a él.

Una parte de mí misma quería correr y alejarse pero algo me decía que aquella vez no me dejaría escapar.
Volví a sentir ese miedo que me hizo huir la vez anterior, pero mientras me entregaba al sabor de sus labios descubrí de qué se trataba: no era a él a quién temía, sino a que aquello acabase, a perderlo y no volver a disfrutar de esos momentos.

A depender de él.

Pero ya era tarde.

Le amaba.
- ¿Volverás? – pregunté separándome con dificultad de sus labios.

- Te lo prometo.

No le creí. Entonces se acercó a mi oído para susurrar unas palabras que nunca olvidé.

- Cierra los ojos Alidaen… y volveré a tu lado.