sábado, 8 de noviembre de 2014

Después de un gran parón...

¡Buenas tardes a tod@s!

Siento mucho la nueva espera, sé que debería haber actualizado mucho antes, pero estoy aún en proceso de adaptación desde mi nuevo cambio de rumbo y me está costando algo más de la cuenta esta vez amoldarme a mi actual horario y vida, pero bueno, espero que todo vaya a mejor y pueda por fin dedicarle al blog todo el tiempo que me gustaría.

Aquí os traigo por fin el siguiente capítulo, que no es gran cosa ya que realmente era parte del anterior, pero se me hizo tan largo que tuve que dividirlo en tres. Siento no poder traeros mucho más, en el siguiente la trama ya va tomando otro rumbo y se va poniendo más interesante de cara al final de la temporada, pero este capítulo me ha servido para "despedir" por un tiempo a uno de los personajes de la historia que más salía últimamente, ya veréis quién y podréis hacer las suposiciones que queráis al respecto ;)

Aprovecho para mandaros un abrazo muy fuerte y deciros que no os tengo olvidados ni mucho menos, sigo recabando un montón de historias en mi cabeza y tratando de escribir siempre que puedo para avanzar en la trama, actualmente tengo escrito hasta el capítulo final de la segunda temporada, aunque aún no he podido acabarlo por una ligera falta de motivación y mi agobio personal que nada tiene que ver con la historia, pero que por desgracia repercute en ella.

Espero que todo vaya a mejor y pueda ponerme de nuevo las pilas, y como siempre espero que la historia os siga gustando y comentéis de vez en cuando qué os parece. Un abrazo muy fuerte y como siempre...¡gracias por leer!

CAPÍTULO XXVIII: Inseguridad y certeza

 Al despertar, vi que Fran me miraba con cara rara, y que nos habíamos quedado solos en el vagón del metro.
 Temía preguntarle si había hablado en sueños, o si una vampiresa se le había acercado para absorberle la sangre y hacerle otras cosas mientras dormía. Pero no parecía estar todo lo contento que debería de haber pasado realmente todo aquello, así que me incorporé frotándome los ojos y bostezando, tratando de quitarme la perturbadora imagen de Dale de mi cabeza.

“Maldito chupasangres engreído…”

 -          Creo que ya hemos llegado.

Él asintió y me siguió mirándome de forma pensativa.

¿Me habría puesto a gemir realmente en medio de ese vagón? La sola idea hizo que mis mejillas adoptasen el color de la grana y fuese incapaz de mirar a Francessco durante el trayecto de vuelta a la Compañía.

Pero al llegar, en la puerta de entrada, me detuvo y me rodeó la cintura mirándome fijamente.
 -          ¿De verdad quieres que me quede a tomar la última?

Pensé en ello, y asentí algo insegura.

Había sido un día lleno de emociones, y al parecer mi cuerpo deseaba poder desahogarse de alguna forma desde lo ocurrido con Dale en aquel callejón, pero aun así no estaba segura de que pasar la noche con Francessco fuese una buena idea.

“Se lo has prometido, Alidaen, y sólo será una cerveza”, me dije a mi misma.

-          Voy a por las cervezas – comentó más animado- tú espérame arriba.
 Asentí, y mientras él se dirigía hacia las escaleras que llevaban a la zona de abajo donde estaba la cocina, yo entré en el edificio para ir a la primera planta. Me quedé unos segundos mirando embobada las escaleras ascendentes, como si el hecho de mirarlas fijamente hiciese que ascendiese por ellas sin esfuerzo.

Suspiré y decidí ir por el ascensor, al menos así sólo tendría que pulsar un botón para llegar a mi cuarto. Pero al hacerlo mi mano chocó contra otra y presionamos al mismo tiempo.
 Manos frías.

Di un respingo y la aparté de golpe, mirando de reojo a la persona que había tenido mi misma idea.
 Al verme se puso aún más pálido de lo que era, y por una vez le vi nervioso en mi presencia. Tanto que casi tira la caja llena de libros que sostenía con la mano libre.

-          Hola…- saludé con un hilillo de voz, volviendo la vista hacia la puerta del ascensor.

-          Hola – respondió seco.

Me mordí el labio, recordando vívidamente el sueño en el que creía que él me tocaba hasta hacerme enloquecer.
 Recordando aún mejor la noche que pasamos juntos en el Darkness. Y no ayudó nada a que me sintiese más tranquila con él tan cerca, aunque al menos tenía las manos ocupadas en esta ocasión.

Esperamos en silencio mientras el dichoso ascensor se tomaba su tiempo en aparecer, y miré hacia las escaleras pensando que podría evitar aquella tensión huyendo cobardemente. Pero aquello habría hecho que me ganase de algún modo, y no estaba dispuesta a mostrar más debilidad de la necesaria aquel día.
 Si no quería subirse en el ascensor conmigo que fuese él quien tomase otro camino.

Alcé el mentón orgullosa de mi misma y entré con decisión cuando la puerta aún no se había abierto del todo, él hizo lo mismo, y al final conseguimos chocar de nuevo y tratar de pasar haciendo estúpidas maniobras para rozarnos lo menos posible y no caernos hasta el interior de ese trasto que ya odiaba con toda mi alma.
 -          Lo siento - se disculpó apartándose tímidamente y cediéndome el paso como debería haber hecho desde un principio. Aunque él fuese quién iba más cargado.

Por suerte me recompuse rápido y entré lo más dignamente que pude, notando cómo me seguía con esa intensa mirada.

-          Gracias.
 Sujetó la puerta para que no se cerrase con la caja sobre su cabeza y entró después de mí, y yo pulsé el botón de la primera planta para que no hiciese tantos esfuerzos innecesarios. Pero cuando comenzó a cerrarse, un pie la detuvo a tiempo y Francessco se coló cargando con una botella de vino y dos copas en las manos.

-          Lo siento, no quedaba cerveza, seguro que Lande se las ha acabado todas – me mostró la botella y no pude evitar mirar de reojo hacia Thaerion, que tenía delante de la cara la caja de cartón y no hizo sonido alguno.
 -          No…no te preocupes – contesté algo incómoda.

-          Vaya, tu eres el nuevo cantante ¿no?

La puerta se abrió al llegar y esta vez el primero en salir fue Thaerion sin decir ni una palabra.
 -          Qué tío más borde – murmuró Francessco sintiéndose, obviamente, bastante ignorado.

Lo vimos entrar en una de las habitaciones que hasta ese momento habían estado vacías, y cerró la puerta de golpe.

Estaba a sólo un par de habitaciones de la mía…

A duras penas seguí a Francessco hasta mi cuarto, si no hubiese sido por él seguramente habría acabado en cualquier otro por equivocación. O no.
 Me dejó pasar y cerró la puerta sin hacer ruido, dirigiéndose al escritorio para dejar sobre él la bebida.

-          Ups…se me ha olvidado el abrebotellas.

-          No te preocupes…

La verdad es que poco vino me apetecía en esos momentos.

-          Iré a por él, no tardo – se le veía un poco nervioso.

Y me dejó en el cuarto a solas.
 A unos pocos metros de Thaerion…

Abrí la puerta y asomé la cabeza por el pasillo, pero justo en ese momento escuché el ruido de su puerta al abrirse y volví a cerrar de golpe.
 Sus pasos acercándose resonaban con fuerza en mis oídos… ¿o eran los latidos de mi pecho? Él era muy silencioso al caminar…quizás… ¿quería que lo escuchase?

“Viene aquí”, pensé poniéndome más nerviosa. “Por favor…ven”, le rogué mentalmente.
 Por un segundo me pareció hasta escuchar su respiración detrás de mi puerta, silencio…y de nuevo pasos, pero esta vez alejándose cada vez más deprisa.

Dejé caer mi peso sobre la puerta y tomé una larga bocanada del aire que había estado conteniendo.

“Se ha ido”

 ¿Y qué podía esperar?

Francessco no tardó en llegar con el abrebotellas, y yo comencé a beber de la copa que me ofrecía tratando de animarme con las historias que me contaba tan sonriente como siempre.

El alcohol ayudaba bastante a que el mal trago pasase, y poco a poco comencé de nuevo a reírme de sus chistes y disfrutar de su compañía como antes.
 Lo ocurrido con Salma, Dale, y el metro pasó a un segundo plano, y hasta fui capaz de olvidarme de que Thaerion había estado a sólo un par de habitaciones de distancia de la mía por unos minutos.

Me esforcé por centrarme en Francessco. Lo habíamos pasado muy bien juntos y ya me sentía bastante culpable por haberle hecho esa encerrona y dejarle solo mientras yo me iba con el vampiro, como para encima añadir a Thaerion.

Además, no era la primera vez que nos encontrábamos ahí dentro, y debía acostumbrarme a verlo en los pasillos.

La botella se fue vaciando demasiado deprisa, y las copas se rellenaron a la misma velocidad, y cuando quisimos darnos cuenta ya no quedaba más alcohol que el que corría por nuestras venas.

-          Vaya…se acabó – las mejillas de Francessco estaban encendidas por el calor y sus ojos verdes tenían un brillo especial aquella noche.
Estaba sentado en la silla de mi escritorio mirando hacia los pies de la cama, donde yo reposaba sobre el baúl que a veces usaba de asiento cuando tenía visitas.

-          Es evidente – sonreí divertida.

Dejó la botella y las copas sobre la mesa y se incorporó para sentarse a mi lado.

-          Admito que estoy un poco borracho…

No pude evitar echarme a reír.
-          Eso también es evidente.

Él rio conmigo y llevó una mano a mi mejilla. Tenía lágrimas por la risa y las limpió con suavidad.

-          ¿Y son evidentes también las ganas que tengo de besarte?

Me quedé en silencio, sin saber qué contestar a eso. Y él lo tomó como una invitación, pues acercó sus labios a los míos para besarlos de forma hambrienta.
En ese momento mi mente era un remolino de pensamientos difusos, y mi cuerpo un volcán que había estado a punto de entrar en erupción demasiadas veces en ese día y necesitaba algún tipo de alivio.

Dejó escapar un gruñido ronco cuando permití que su lengua se enredase con la mía, y con algo de torpeza me tumbó sobre la cama, donde se dejó caer sobre mí apoyando su peso en las rodillas sin dejar de besarme.
 “¿Qué estoy haciendo?”, me pregunté varias veces. Pero la mayoría de ellas las olvidaba cuando notaba el calor que emanaba de nuestros cuerpos y lo dulce que sabía el vino en sus labios.

Estuvimos así un tiempo, hasta que él se separó lo justo para mirarme fijamente.
-          Alice…te…- se interrumpió - …quiero…- murmuró sonrojado – y deseo…deseo pasar la noche contigo…si tú quieres…- dijo tímido.

Le miré algo confusa, sin entender de primeras a qué se refería exactamente, y con sus palabras martilleando en mi cabeza.
 “Te quiero…”

Thaerion nunca me había dicho que me quería, no con esas palabras y de forma tan clara. En cambio me había dicho otras muchas cosas. Y yo las recordaba todas.

Al igual que recordaba el deseo que embargaba mi cuerpo cada vez que él estaba cerca.

“Eres mía…”

“Te llevo grabada en mi piel”

“Nunca permitiré que te olvides de esto”
Eran distintos…demasiado distintos…y yo sólo quería pertenecer a una persona. Por mucho que me esforzase en olvidarle sabía que entregarme a otro sin desearlo realmente era un error.

- Lo…lo siento. Pero no puedo.
Esta vez fue Fran quien me miró confuso, y fui incapaz de contemplar por mucho tiempo la decepción que se dibujó en su rostro.

-          Lo…entiendo…- dijo con dificultad – aún es pronto…quizás no estés preparada. Perdóname, pero es la primera vez que…y he bebido…demasiado.

-          Calla, por favor.

Cerró la boca de golpe y yo sentí muchísimo haberle cortado de esa manera, pero no podía soportar más tiempo escuchar sus disculpas, me hacían sentir aun peor por comportarme de ese modo.
-          Soy yo la que debo disculparme, Fran…no he sido todo lo sincera que debería contigo.

Me incorporé para dejar algo más de espacio entre nosotros, pero él hizo lo mismo y trató de animarme a que le mirase sujetando mi barbilla con suavidad.

- ¿Qué ocurre, Alice?
 - Es que…he intentado hacer lo posible para que esto funcione…y me encanta estar contigo, de verdad, pero…estoy enamorada de otro chico – admití sin titubeos -  y aunque ya no hay nada entre él y yo soy incapaz de abrirme a otra relación ahora mismo.
-          No estoy preparada…y no quiero aprovecharme de ti, eres demasiado bueno para que te engañe dándote largas.

Al terminar, un incómodo silencio se adueñó del cuarto durante unos minutos. Francessco apartó la mano de cara y bajó la vista hacia sus los puños cerrados mientras yo esperaba inmóvil a que dijese o hiciese algo. Y entonces habló.

-          ¿Es por ese cantante, no?

¿Cómo…?
-          Valo, se parece mucho al tipo que aparecía en esa foto.

-          ¿Qué foto?

-          A finales de año, cuando te ayudé a buscar información sobre esas Sombras…- trató de hacer memoria – le llamaban “Halcón”, y era sospechoso de aquel asesinato. Cuando le viste te quedaste muy sorprendida, y al verle aparecer en la compañía con Violeta casi te desmayas. Es el mismo ¿verdad?

Hasta ese momento no había caído en ello, pero era cierto que Francessco lo había visto antes.
-          N-no…

-          No me mientas en esto también – me rogó cogiéndome del brazo - sé que sientes algo por él, tiemblas cada vez que le ves. Y no es miedo lo que veo en tus ojos – bajó la mirada dolido – a mí nunca me has mirado de esa forma. Si no es él tiene que ser Janne, pero con él no tiemblas del mismo modo.
Volví a negar.

-          Está bien, no me lo digas si no quieres – contestó algo malhumorado. - De todas formas me ha quedado claro que no me deseas.

-          Lo siento, Fran…yo…

-          Ya…- suspiró. – Yo también lo siento.
Se inclinó y me dio un suave beso en los labios.

-          Quizás me llegue algún día el momento – dijo abriendo la puerta - Buenas noches, Alice.

-          Francessco...

Al quedarme sola, no tarde en darme cuenta de que admitir que necesitaba a Thaerion a pesar de todo era realmente el alivio que más falta me hacía.
Aunque lo había hecho a costa de dañar al hombre más tierno y bueno que había conocido nunca.

***

Francessco caminaba despacio, midiendo cada paso de camino a casa para evitar tambalearse y que supiesen que iba borracho.
 “Con la suerte que tengo me roban el reloj y la cartera y ya tendré la noche completa”

Esos pensamientos no eran muy alentadores, pero pensar en ella tampoco le ayudaba.

No era la primera vez que le daban calabazas, pero si la primera que lo hacían cuando había conseguido valor suficiente para intentarlo.

“Moriré virgen, como el primo de mi abuelo”, claro que él murió más joven, no había cumplido ni los diecisiete, y él se acercaba a los treinta. Giglio tenía razón.
Pero aunque su orgullo masculino se imponía a veces, sabía que lo que más le había dolido era que ella no le correspondiese y estuviese enamorada de otro. Se había hecho demasiadas ilusiones esta vez, y pensaba que las cosas iban perfectamente.

Era perfecta para él, divertida, amable, tímida y atrevida al mismo tiempo, cálida, ingeniosa…y preciosa. Como una mezcla entre elfa qualinesti, mediana y algún personaje de Disney como Bella.

- Estás muy borracho…- murmuró dándole una patada a una lata que se puso en su camino. 
Habría esperado lo que hiciese falta por ella, hasta el matrimonio si ella era de las que creían en esas cosas como su madre, pero estaba claro que el problema era él. No le gustaba, a ella le iban los tipos malos como ese estúpido cantante de pelo largo y cicatrices, ese que encima estaba fichado en los archivos secretos de la policía y del que no figuraba ni su nombre…chicos que sólo podían hacerle daño y nunca la valorarían lo suficiente.

Vamos, la historia de siempre.

-          Nah… - negó dando una nueva patada a la lata.
No podía ser el mismo, de miembro de secta chunga a cantante de rock había un buen trecho, no muy grande teniendo en cuenta lo que dicen algunos curas, pero amplio igualmente.

-          Buenas noches.

Francessco estaba a punto de golpear por tercera vez la lata cuando vio que alguien se había cruzado en su camino y el de la lata.

- Lo siento, no tengo hora – dijo temiendo que le robasen. Pero al levantar la vista se quedó con la boca abierta.
Frente a él había una mujer de pelo rojo estilo bob y enormes ojos color miel, esbelta y pálida como la luna que pendía sobre sus cabezas. Sus gruesos labios estaban curvados en una sensual sonrisa y le miraba fijamente.

Era muy guapa, demasiado para querer algo de un tipo como él (gratis al menos), y desprendía un aura misteriosa que hacía que se le erizase el vello de la nuca. 
Pero había algo en ella aparte de su evidente atractivo físico que le atraía como la miel a las abejas.

-          Bu-buenas…noches – consiguió decir.

Antes de atragantarse cuando, sin pudor alguno, ella se acercó para besarle.
-          Tranquilo…no dejaré que pases la noche sólo – susurró acariciando sus labios seductoramente.

“Bueno…quizás, después de todo….no tuviese tan mala suerte como creía”