sábado, 25 de julio de 2015

Y un capítulo más...

¡Buenas noches! 

Aquí os dejo el siguiente capítulo de la historia, y este es de los larguillos (como a mí me gusta). Quería haberlo subirlo antes, pero he tenido el mes algo ocupado y tuve que hacer varias poses para poder sacar las imágenes, así que me llevó más tiempo del esperado.

El capítulo contiene alguna escena subidita de tono, pero no se ve nada del otro mundo, y bueno...espero que os guste y quedéis en parte satisfechos ;)

Ya sólo quedan dos capítulos más para acabar la temporada, así que ir preparándoos para el final. ¡Espero que os guste cómo va la cosa!

Y bueno, de momento creo que no tengo mucho más que comentar. Os recuerdo que para el que quiera también tengo un legacy de Los Sims 4 en el foro Avenida Legacy, ya llevo 8 capítulos publicados por si os apetece pasaros por allí.

¡Un abrazo muy fuerte y gracias por leer!

CAPÍTULO XXXIV: El Rito

❧❃❧ CAPÍTULO XXXIV: El Rito ❧❃❧

♫ The Witcher 3- The Fields of Ard Skellig ♫

El sonido de su voz hizo que despertase de golpe, confuso y somnoliento tras el sueño.

- ¡Thaerion!
-          Estás a salvo…- susurró aliviada.

La abracé con todas mis fuerzas, besando su pelo rubio al tiempo que mi cerebro intentaba encajar las nuevas piezas del puzle que al unirse daría lugar al tapiz de mi pasado.

El dibujo…ese rostro. Era ella, tenía que serlo. Mi dalariel.

- Te recuerdo.
 Volví a estrecharla contra mi pecho, temiendo perderla de nuevo, olvidar su recuerdo. Pero ella se separó lo suficiente para poder mirarme a los ojos. Parecía algo contrariada.

-          Tu rostro, eras tú. Alidaen – a medida que hablaba los fragmentos que recordaba cobraban cada vez más sentido. - Fui a buscarte cruzando aquel portal, pero me impidieron volver a verte y lo destruyeron para asegurarse de que no volviese.

-          Eso no importa ahora, mi amor.

Trató de silenciar mis palabras con sus besos, y aunque los necesitaba sentía que en parte no quería escuchar lo que decía, e insistí alejándome de sus labios con dificultad para seguir hablando.
 -          Te buscaba sin descanso, pero yo ya no formaba parte de este mundo – le confesé, haciendo un nuevo esfuerzo para hablar y no caer preso de aquellos ansiosos ojos verdes, pero debía hacerlo, temía que si dejaba de hablar ya no recordaría nada. - Me habían alejado de ti, y no existía otra forma de volver. Me odiaba a mí mismo por haber faltado a mi palabra.

-          No me importa. Ya estás aquí. Bésame – insistió con un tono de voz más impetuoso que apasionado.

-          Alidaen…- pronuncié su nombre algo confuso al tiempo que observaba como las pequeñas motitas doradas de su iris comenzaban a expandirse hasta convertir sus ojos en dos brillantes orbes color miel.
 -          Bésame… – repitió, terminando por romper la frágil fortaleza que me separaba de sus labios - ...y olvídame de nuevo.

El frío contacto de su boca fue tan doloroso como un puñal hundido en mis entrañas, y no el ardiente refugio que había esperado encontrar al volver a verla. Me sentía atrapado, a punto de caer en una oscuridad más profunda que la que ya envolvía mi memoria antes de llegar ahí.

Intenté apartarla para ponerme a salvo y retener los recuerdos que, al parecer, quería volver a arrebatarme.
 -          ¿Por qué? – pregunté dolido.

-          No es la hora – respondió con una sonrisa cruel. – Antes debes sellar el vínculo.

-          ¿El vínculo? ¿Cómo puedo…?

Alzó las manos a modo de respuesta, estaban manchadas de sangre.

Bajé la vista hacia mi abdomen y vi el origen de ésta, antes de escuchar el desgarrador grito que logró sacarme de golpe de esa pesadilla y darme cuenta de que realmente me estaba desangrando, y que no era Alidaen a quien había estado viendo realmente…sino, muy probablemente, a la persona responsable de mi pérdida de memoria.

❧❃❧

- ¡Imbécil, idiota! ¿Pero qué has hecho? – gritaba mientras presionaba la herida con mis manos, tratando inútilmente de parar la hemorragia.
 Quería golpearle repetidas veces contra la roca para ver si reaccionaba, ser yo misma quien le rematase por cometer semejante locura. Pero ni él era consciente de lo que hacía mientras yo corría con las pocas energías que me quedaban intentando llegar a tiempo para evitar aquel desenlace.

Ni siquiera estaba despierto, parecía estar soñando mientras murmuraba algo que no oí hasta que estuve lo suficientemente cerca.

Algo sobre un vínculo.
 -          ¡Abre los ojos, por favor! – grité desesperada. Percibiendo cómo poco a poco mis atenciones servían de algo y despertaba de su letargo.

-          ¿Alidaen…? – sus ojos parecían aliviados, pero al posarse en la herida que tapaba con mis manos el alivio tornó en cierta preocupación. – Mierda.

-          ¿Estás bi…? – yo misma me interrumpí ante la estupidez de mi pregunta. – Está claro que no… ¿puedes incorporarte? ¿Te desangrarás si te suelto? ¿Te duele…? ¿Vas a morir? ¡Por favor no te mueras! ¡Dime qué hago, joder, me estoy poniendo histérica!

- Ummhfff…menos mal que no te dio por dedicarte a la sanación…menuda forma de tratar a un herido – se quejó con la voz apagada pero con la misma chulería de siempre.
 Aquello hizo que me calmase un poco y al menos dejase de decir tonterías. Le miré con lágrimas en los ojos y le ayudé a incorporarse muy despacio al ver que hacía el amago de hacerlo él sólo. Gruñó unas cuantas maldiciones en turco (por lo menos), y se mordió el labio con fuerza otras cuantas veces. Pero finalmente logramos que se sentase.

-          No voy a morir, relájate - me dijo con una sonrisa algo forzada por el dolor – Al menos de momento.

- Ni de momento ni hostias – le contradije frunciendo el ceño. – Te prohíbo que mueras.
 -          Vale, vale. Cualquiera te contradice… – contestó con una leve risa seguido de un potente gruñido. – Pero tenemos que vendarla, ayúdame a quitarme esto.

Asentí y me dispuse a desvestirle agarrando la tela de la camiseta para tirar de ella hacia arriba con más torpeza que un burro con manoplas.

-          ¡Para, para, para! – me rogó, sin poder aguantar la tortura a la que estaba sometiendo (y que bajo mi humilde opinión tenía más que merecida por hacerme pasar semejante calvario). - ¿Por qué no usas mejor…? – posó la vista en la daga teñida de sangre que había en el altar y después negó para sí mismo. – Mejor lo hago yo.

- ¡Ni en broma!
 Le di un manotazo para apartarlo de la dichosa daga, y yo misma la empuñé con algo de temor pero decidida a ser la única que la usase esa noche.

-          Está bien…- dijo con reticencia mientras se sujetaba la herida.

A pesar de estar perdiendo bastante sangre parecía muy calmado y despierto tras la confusión inicial. Así que yo intenté comportarme de la misma forma y demostrar que podía desgarrar un simple trozo de tela sin perder la calma.
 Él tragó saliva muy despacio y observó el metal de la punta de la daga con tanto temor mientras la manejaba que me sentí ofendida y le amenacé con ella.

-          ¿Qué pasa? – pregunté, terminando de cortar un trozo y acercándola a su cuello -Te recuerdo que el que ha estado a punto de matarse aquí con ella has sido tú.
 -          V-vale, vale… ¡pero aleja esa arma de destrucción masiva en tus manos de mi cuello!

Parecía realmente asustado ¿de verdad creía que podía llegar a hacerle daño intencionadamente?
 Bajé el arma y la lancé muy lejos, apartando la mirada para evitar enfadarme más todavía.

-          Ahora rasga la tela – me pidió adoptando un tono más amable y sereno.

Resoplé y acaté su orden, retirando la tela oscura de su cuerpo y viendo por primera vez el resultado de su estúpido arrebato cuando apartó su mano muy despacio para ver la herida.

Al hacerlo su sangre comenzó a salir a borbotones y volví a ponerme histérica.

-          ¡Te odio! ¡Imbécil! ¡Mira lo que has hecho!

Él taponó la herida con una mano y me acarició la mejilla con tanta ternura que se me volvieron a saltar las lágrimas.
 -          Lo haría de nuevo si al despertar tú volvieses a estar aquí para sanar mis heridas.

-          Pero soy una pésima enfermera…- repliqué llorosa.

-          La peor que existe – afirmó sonriente. - Y la única que quiero a mi lado.

Le miré a los ojos mientras él captaba mis lágrimas con su dedo. No podía dejar de llorar, no era capaz de articular palabra después de escuchar aquellas palabras viniendo de él.

Si le perdía...

- Ni se te ocurra volver a dejarme.
 -          No me voy a ir a ningún lado, Alidaen – dijo con seguridad. – No va a matarme un simple corte.

-          Prométemelo.

Rozó mis labios despacio, recorriéndolos con la yema de sus dedos y observando la forma en que se entreabrían para probar el sabor de la sal de mis lágrimas mezclado con el de su sangre.

- Te lo prometo – susurró inclinándose despacio hacia mí para besarme.
 Esperé ansiosa la llegada de sus labios, pero soltó un hondo suspiro y se apartó como si la herida le quemase.

-          Lo siento… ¿Te duele mucho? – yo y mis preguntas absurdas.

La próxima vez me dejaba de soltar tonterías y le besaba yo.

- No es la herida lo que más duele – contestó hablando con dificultad.
 -          ¿A qué te refieres?

-          No importa. Ayúdame a hacer tiras con la camisa y a vendarla – se retiró.

-          E-está bien.

Gracias a sus indicaciones terminé haciendo un buen trabajo, y al menos dejó de sangrar de esa forma. Cuando hube terminado tenía las manos llenas de su sangre. Temía que hubiese perdido demasiada y no pudiese ni incorporarse, ya que aunque intentaba parecer fuerte para no preocuparme notaba que estaba cada vez más débil.
 -          ¿Por qué lo has hecho? ¿A qué ha venido todo esto?

-          N-no lo sé…estaba soñando contigo.

-          ¿Conmigo?

Asintió.

-          Aunque no recuerdo bien lo que ocurría, nos besábamos y después…era como si algo me obligase a hacerlo - bajó la vista hacia la herida.

Frunció el ceño con gesto concentrado, pero el dolor le impedía pensar con claridad y terminó sacudiendo la cabeza.
♫ A Dream Within a Dream - Nox Arcana ♫

 Entonces recordé el día de nuestro reencuentro. Cuando probé su sangre por primera vez.

Él me había ofrecido ésta para sanar mis heridas. Y tuve una idea.

-          ¡Espera aquí!

Corrí hacia el lugar donde había lanzado la daga y volví con ella en las manos, haciéndome un corte en la mano mientras ignoraba sus protestas.

-          Bebe de mí, así te recuperarás.

Abrió mucho los ojos, observando la herida casi con vehemencia, pero la rechazó en cuanto acerqué mi mano lo suficiente para que pudiese olerla. Apartándose de ella con gran esfuerzo.
 -          No sabes lo que me estás pidiendo…no tienes ni idea – me reprochó.

-          Tú me diste tu sangre y sanaste mis heridas. Todas.

Me incorporé y levante mi camisa para enseñarle mi vientre.

-          Aquí ¿ves? – señalé un punto en concreto, el lugar donde hacía meses una fea cicatriz me atravesaba la parte baja de mi vientre. – Tenía una cicatriz enorme, pero tú me curaste.

Él apretó la mandíbula y apartó la mirada.

- Lo sé.
 Más que convencido parecía cada vez más afligido y reticente a hacerlo.

-          ¿Qué ocurre?

-          Yo no soy un vampiro.

- Ya lo sé, por eso sé que no me harás daño.
 -          No lo entiendes. Soy algo mucho peor, Alidaen - añadió mirándome apesadumbrado.

-          ¿Peor que un vampiro? Eso es difícil, te lo digo porque ya he conocido a unos cuantos y sé qué…

-          Mírame – me ordenó.

Agarró mi muñeca y sus ojos brillaron con intensidad al acercar la nariz a mi mano. Me quedé inmóvil observando su extraño cambio. Toda la humanidad que había en ellos fue sustituida por una fría calma mientras lamía muy despacio los alrededores de la herida.
 Gimió, de una forma tan erótica y siniestra que no sabría decir si lo hacía para asustarme o para hacer que le rogase que usase la lengua de esa forma más a menudo y en otros lugares. Gruñó y me mostró sus afilados dientes en respuesta a mi excitación.

Tragué saliva intentando contenerme.

- No me das miedo - murmuré mordiéndome el labio. - Pero tú deberías empezar a temerme como sigas haciendo eso.
 Mi advertencia pareció divertirle, y en vez de dejarme soltó mi mano y me agarró del pelo para echar mi cabeza hacia atrás y obligarme a mirarle a los ojos.

- ¿Qué piensas hacer? – preguntó tensándolo lo suficiente para que resultase doloroso, sonriendo con una oscura satisfacción.
Parecía haber olvidado el dolor de su herida, y yo la poca cordura que me quedaba, pues lejos de acobardarme sentí la necesidad de atacar su dolorosa provocación con más daño.

- Pienso disfrutar de ti…- acerqué mi mano a su abdomen y presioné un poco en el lugar donde estaba su herida - …en vez de temerte.
 Él se inclinó ligeramente por el dolor y apretó la mandíbula con fuerza, gruñendo hacia dentro y volviendo a mirarme con una sonrisa asesina, soltando mi pelo con brusquedad e incorporándose para alejarse de mí lo suficiente para que no volviese a tocarlo.

Era demasiado excitante, y aunque sabía que no me tenía sometida a ningún influjo como un vampiro me sentía incapaz de reaccionar de otra manera.

Llevé mi dedo a la boca y comencé a lamerlo provocativamente mientras me acercaba a él. Su sangre era deliciosa, y me hacía sentir llena de vida.
 -          ¿De qué tienes miedo? – pregunté al ver que reculaba cada vez que yo intentaba tocarlo. Dando vueltas alrededor mío con sus ojos brillando en un azul intenso.

-          De lo que puedo hacerte si me dejas – contestó sinceramente.

-          ¿Y si te digo que puedes hacerme lo que quieras?

Aquellas palabras hicieron que terminase lanzándose hacía mí como un lobo sobre su presa. Atacándome por la espalda para intentar inmovilizarme contra la roca.

- ¿Acaso quieres morir? – susurró pegándose a mí oído.
 Aprisionó mis manos con la suya para evitar que pudiese moverlas y yo respondí a su pregunta frotando mi espalda y mi trasero contra su cuerpo. Notando su tensión sobre todo por debajo de su cintura.

-          ¿Quieres matarme?

-          Quiero hacerlo, sí – respondió sin dudarlo. - Aquí y ahora.

-          Pues hazlo – le invité.

Lógicamente sin tomarme muy en serio la literalidad de sus amenazas.
 Me agarró del cuello y me obligó a ladear mi cabeza para besarme desde atrás, hundiendo su lengua dentro de mi boca mientras conducía mis manos hasta su cremallera para que le liberase de la presión que ésta le producía en esos momentos.

- No sabes lo que me estás haciendo – gruñó pegado a mis labios mientras yo le acariciaba por encima de la ropa interior y él aflojaba la presa de mis manos. – Hace unos momentos querías salvarme y ahora quieres condenarnos a los dos.
 -          Sé muy bien lo que hago, y si un puñal no puede matarte tampoco creo que lo haga un poco de alivio físico.

Él terminó rindiéndose ante mi lógica y me bajó la camiseta con un violento impulso generado por su deseo contenido, rompiéndome uno de los tirantes y haciendo que el frío erizase la piel del pecho que tenía al aire.

Presionó mi pezón con la yema de sus dedos y tiró de él, volviendo a provocarme dolor intencionadamente mientras sonreía al ver que gemía como respuesta. 
 -          ¿Esto te resulta placentero…?

Me di la vuelta y esta vez fui yo quien le empujé contra la roca. A pesar del arrebato, seguía estando lo suficientemente débil como para poder manejarlo, y su gesto dolorido ante el brusco movimiento me produjo un intenso placer.

¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué disfrutaba de ese modo haciéndole sufrir? ¿Por qué el penetrante olor de su sangre, que aún bañaba su vientre, encendía mi cuerpo de esa manera?
 -          ¿Y a ti…? Recuerda que no eres el único que conoce las reglas del juego.

-          Veo que sabes más de lo que aparentas. ¿Acaso tuviste un buen maestro?

-          Lo mío es innato. Y pienso demostrártelo ahora mismo.

Sonrió lascivamente mientras dejaba que se incorporase lentamente.

- ¿Cómo…?
Quería hacerle gemir, mostrarle lo placentero que me resultaba verlo vulnerable ante mí, preso de mis deseos mientras me arrodillaba ante él cubriendo su helada piel con mis besos. Dispuesta a hacer lo que nunca había hecho antes a ningún hombre y sabía que les volvía locos gracias principalmente a las enseñanzas de Violeta y a años de lectura erótica.

Pero él pareció recobrar la suficiente razón como para advertirme e impedírmelo mientras se ponía en pie con dificultad.
 Alidaen…- su gesto se volvió algo inquieto al verme decidida a hacerlo. – No debemos…aquí no.

 -          No me vuelvas a decir lo que debo o no hacer – le advertí.

Él parpadeó confuso, y yo acerqué mi mano herida hasta su boca, sellando sus labios con mi sangre.

-          Bebe – le ordené.

Cerró los ojos con fuerza y abrió la boca sumisamente, lamiendo muy despacio la herida de mi mano. Concentrándose en todo momento para no perder el control mientras yo me deleitaba con el sabor de su cuerpo, experimentando con mis labios y mi lengua el morboso placer de su sexo.
 Era delicioso, no sabría explicar con exactitud lo que sentí al mezclar el sabor de su sangre con el más primitivo de los pecados del hombre. Quedé extasiada incluso sin llegar a aliviar mi propia necesidad, pues el sonido de sus gemidos llegaba a mis oídos como la más exótica de las melodías creadas por el hombre, su sabor me tenía completamente cautivada, su tacto cálido y rígido me llenaba por completo, su aroma y la perfección de su cuerpo inundaban mis sentidos y me hacían sentir dueña de sus emociones mientras centraba mis esfuerzos en complacerle.

No tardó en sucumbir bajo mi hechizo.

Un profundo jadeo salió de su garganta al llegar al límite. Tomó mi mano entre las suyas para evitar que la apartase, hundiendo su lengua para abrir más la herida. No sentí dolor. Pero aquella diminuta hendidura en la piel no daba mucho más de sí, y terminó apartando mi mano con cierta frustración y la sed inundando su mirada.
 -          ¿Contenta…? – me inquirió hablando con dificultad.

Alcé la vista hacia la herida de su vientre mientras intentaba recuperar la cordura tras semejante impulso. Él apartó la tela negra de su camisa y vi que seguía estando ahí.

-          ¿Por qué no…?

- No es así como funciona – respondió limpiándose la boca.
 -          ¿No te ha gustado? – pregunté insegura.

Furioso  se agachó para agarrar mi cuello y pegar su cara a la mía.

- ¡Te he dicho que no soy un puto vampiro! – bramó - ¡Podría haberte matado! ¡Maldita sea!
 -          ¡Pero no lo has hecho!

-          Aún no, pero ahora mismo tan sólo puedo pensar en ello.

Hizo un rápido barrido con la mirada a mi cuerpo, deteniendo la vista en mi pecho y la curva de mi cuello especialmente. Tragando saliva con dificultad.

- Vas a volverme loco…
 Parecía completamente fuera de sí. Tuvo que dar varias vueltas alrededor del altar conteniendo la respiración antes de volver a tener fuerzas para mirarme a la cara.

- ¿Crees que me gusta la sangre? ¿que disfruto con esto? – preguntó con un tono cargado de reproche. - ¡El día que te clave los putos colmillos estarás muerta! ¿Entiendes?
 -          Pues a mí me pareció que disfrutabas – admití tratando de mantener mi dignidad intacta.

El rubor que subió por sus mejillas me demostró que al menos no le había sido indiferente. Por un segundo me pareció que hasta el momento no había sido realmente consciente de lo que había pasado entre sus piernas mientras él se alimentaba.

- No me refiero a eso – carraspeó - eso fue…joder- sacudió la cabeza intentando aclarar sus ideas. - ¿Por qué tienes que ponérmelo tan difícil? Yo…
 Al verse incapaz de explicarse con coherencia, me cogió de la muñeca para hacerme ver la palma de mi mano, limpia de sangre y heridas pero rodeada por pequeñas venitas de color negro azulado.

Le miré sin entender.

Hundió su dedo índice en el lugar donde había estado el corte. Y no sentí nada.

- ¿Qué has…?
-          Lo mismo que le hice a esa chica. Sólo que ella no tuvo tanta suerte y no pude parar. Y su sangre no tenía nada que ver con la tuya.

-          ¿A quién?

-          Vámonos de aquí de una vez – ordenó ignorando mi pregunta, soltándome con algo de brusquedad.

Volví a mirar mi palma y moví la mano, había perdido la sensibilidad de ésta. Me mordí el labio percatándome de lo estúpida que había sido al desoír sus advertencias. Y también avergonzada por lo que acababa de hacer y el modo en el que había reaccionado.
Tuve que hacer un gran esfuerzo para no echarme a llorar allí mismo y añadir más patetismo a la escena.

Cuando levanté la vista vi que se acercaba con gesto arrepentido.

-          Siéntate – me mandó, esta vez de forma más paternal. – Voy a vendarte eso.

-          No hace falta – dije dolida.

-          Por favor…

Le ofrecí mi mano para evitar una nueva discusión, pero a pesar de la delicadeza con la que me trataba esta vez fui yo la que me mostré fría con él. 
 Aunque no tardé mucho tiempo en romper mi silencio.

-          ¿Es así como acabarán todos nuestros arrebatos?

-          Que acabasen todos así sería una suerte para ambos.

-          Te deseo – le confesé.

Él terminó de anudar la tela que había llevado alrededor de su muñeca y me dedicó una amarga sonrisa.
 -          Y yo a ti, Alidaen. Tanto que duele…no sabes hasta qué punto. Pero si dejarme llevar significa hacerte esto… – acarició mi mano con una infinita ternura, pero seguía sin sentir nada - o algo mucho peor…prefiero morir antes que volver a ponerte un dedo encima.

- Terminarás matándome si no me tocas. No sé qué prefiero.
 Sonrió, y posó un suave beso en mi frente.

-          Se me ocurren muchas formas de aliviarte sin tener que hacerlo.

-          ¿Cómo…?

Rio ante mi ingenua pregunta.

-          Creando música para el disfrute de tus oídos… - susurró - provocándote con fantasías tan reales que sentirás mi cuerpo unido al tuyo sin ni siquiera rozarte, y sufrirás la dolorosa necesidad de aliviarte tú misma mientras disfruto de la dulce visión que me ofreces.

Comencé a sentir el calor del rubor subiendo por mis mejillas gracias a su erótica respuesta.
 -          Y ahora será mejor que nos vayamos.

-          Pero…

Yo quería llevar a cabo todo ello en ese mismo momento.

-          Encontraremos el modo de estar juntos, te lo prometo – me dijo recuperando su seguridad y adivinando mis pensamientos. – Y cuando llegue ese día te arrepentirás de haberme provocado de semejante manera.

Me lanzó una mirada lobuna y acercó sus labios a mi oído.
 -          Y por cierto, eso que hiciste…fue perfecto.

Sonreí tímidamente y me tendió la mano para que me levantase.

-          Alejémonos cuanto antes de este lugar, estoy seguro de que está embrujado.

-          Eso explicaría porque has estado a punto de matarte – contesté poniéndome en pie y agarrándole de la cintura para ayudarle a andar.

-          Quizás, aunque en mi sueño eras tú quien lo hacía.

- ¿Por qué? ¿También me dejabas con las ganas?
 Rio con dificultad y aceptó mi ayuda con reticencia.

-          Tranquilo, si veo que intentas morderme te empujaré contra un árbol y saldré corriendo.

-          Mientras no me rompas los dientes…

❧❃❧


Temía que aquello que nos había atraído al mismo lugar y poseído en aquel altar siguiese demasiado cerca, por lo que intenté caminar todo lo rápido que mi herida me permitía.

Por si fuese poco, tener que ir controlando mi sed cada vez que recordaba el sabor de su sangre, o me llegaba el olor de su cabello y su piel (y ya no hablemos de lo otro) dificultaba aún más la pesada marcha. Pero cada vez que intentaba soltarme y caminar sólo, ella me impedía moverme, aferrándome de forma maternal. Y no como la anterior fiera que casi me hace perder el control de mí mismo en medio del bosque.
 Dioses, iba a estar cachondo durante un mes entero como no lograse olvidar su lascivo comportamiento. Admitir que violarla contra un árbol como un salvaje era lo más sutil y romántico que se me pasaba por la cabeza decía bastante de mi enajenación mental. Y había estado a punto de hacerlo.

Aún me costaba permanecer sereno, pero imaginarla tendida sobre la hierba, pálida y consumida por mi descontrolado deseo era suficiente para disuadirme de volverme a acercarme a ella de una forma indebida.

Aquello no era sano. Pero un poco de conversación me haría olvidar pensamientos tan poco prácticos.
 -         ¿Se puede saber qué hacías tu sola por este bosque?

-          Es una larga historia.

-          ¿Es que acaso te pagan por meterte en líos? Porque a este paso deberías poder comprar Bridgeport entero.

- Oye, que si no llega a ser por mí aún estarías desangrándote. Yo al menos no me mutilo en sueños.
 -          Ya te dije que algo me había poseído.

-          Y yo estaba buscando a una amiga a la que secuestraron unos tipos muy raros.

-          ¿Eran los mismos que te siguieron por el bosque?

-          Esos sólo trabajaban para él. ¿Cómo sabes que me persiguieron?

-          Porque yo también te seguía – admití - y los vi en el camino.
 -          Ah… - fijó la mirada en el sendero que recorríamos con gesto serio, supuse que recordando lo que había estado a punto de pasar.

-          Hiciste un buen trabajo con ellos – le halagué. - Parece que sabes defenderte mejor de lo que pensaba.

- Gracias – contestó con una leve sonrisa.- Pero era eso o dejar que me hiciesen algo que no me apetecía en absoluto, tampoco tenía mucha opción.
 -          Se supone que yo debería protegerte, y en estas condiciones soy poco más que un estorbo. Si llegamos a encontrarnos con aquellos que te buscan quiero que huyas todo lo rápido que puedas mientras yo los entretengo.

- No, ya estoy cansada de huir. Llevo haciéndolo demasiado tiempo.
 Guardé silencio pensando en ello. Después de todo lo que sabía sobre su pasado no podía recriminarle que se negase a hacerlo.

-          Si es la única forma de sobrevivir no debes avergonzarte por ello.

- No es cuestión de orgullo propio. Lo que me avergüenza es que otros paguen por mi culpa y mueran – se detuvo para mirarme. – Dejarte sólo no es una opción. No vuelvas a pedirme que lo haga.
 -          Pero no podría perdonarme que te volviesen a hacer daño.

-          No soy tan débil cómo crees.

- Sé que no lo eres, eres más fuerte de lo que yo llegaré a ser nunca.
 Había visto su miedo y su dolor demasiadas veces. Incluso su pasado, antes de conocerla, había estado lleno de personas que querían dañarla.

Pero allí estaba, de pie conservando aún esa sonrisa inocente que me hacía amarla más que a cualquier criatura existente y admirarla a partes iguales.
 ¿Cómo podía alguien que había sufrido tanto y visto la maldad de tantas formas no estar resentido con el mundo y conservar ese fuego capaz de iluminar y cegar a los mismísimos dioses?

Era mi Luz.

La persona por la que había llegado a este mundo envuelto en oscuridad siguiendo su rastro como si fuese un navegante perdido y ella mi faro. La única que daba sentido a mi vida y por la que estaba dispuesto a enfrentarme incluso a mis propios demonios.

- Eres increíble…
 Hundí mi mano en su pelo y la atraje con suavidad hacia mi cuerpo para unirme a ella en un estrecho abrazo.

- Quisiera poder estar así siempre – murmuró acariciando mi pecho.
 Aspiré el olor de su pelo y la abrace con más fuerza, ignorando el lacerante dolor de mi abdomen y todo lo demás, robando unos segundos más del poco tiempo que teníamos.

Pero unos gruñidos cercanos me recordaron lo peligroso que era tomarse esa libertad en un lugar como aquel.

Ella hizo el amago de apartarse cuando vimos aparecer un lobo enorme de pelaje rojizo y erizado acercándose a nosotros, pero se lo impedí agarrándola protectoramente mientras sutilmente me colocaba delante de ella y aferraba la daga que tantos problemas me había traído esa noche y que había recuperado minutos antes.
 Era la única arma que tenía, el resto de mis pertenencias debían estar en el fondo de aquel lago.

-          No te muevas.

El animal no se detuvo al verla, y me enseñó los dientes de forma amenazante mientras se debatía entre lanzarse hacia mí o seguir acechándonos.
 -          Por favor, deja que intente calmarlo.

-          Ni en broma. Ese bicho no tiene pinta de ser muy comunicativo.

-          Fíjate en sus ojos – me sugirió, más calmada de lo que esperaba.

Al observarlos mejor pude notar que su mirada parecía más astuta de lo normal, y que al mirarla a ella dudaba de si atacar o no. En cambio yo no parecía gustarle, y con el mínimo movimiento gruñía a modo de advertencia.
 Aun así no consentí que se le acercase, y cuando volvió a aproximarse no dudé en utilizar mi arma.

En esta ocasión se lanzó hacia mi brazo, soltando una dentellada que sólo logró morder el aire. Pero a pesar de haberme movido con suficiente rapidez me sentía demasiado débil y el siguiente ataque hizo que cayese al suelo.

- ¡No! ¡Para!
 Alidaen se agachó delante de mí sin dejar de mirar al animal a los ojos.

Éste dudo y olfateó a ambos, pero la sangre que manaba de mi herida vendada no parecía gustarle y le ponía aún más furioso. Y me lo hizo saber enseñándome su imponente dentadura mientras se agazapaba de forma desafiante.
 -          Basta. Déjalos en paz.
 Esta vez, la voz que le ordenó que se detuviese procedía de los árboles, y surtió su efecto. Pues el lobo agachó la cabeza, y tras una última mirada asesina se dio la vuelta y se reunió con el resto de su manada, situada al margen a unos metros de nosotros.
 En medio de ellos había un hombre de piel oscura y larga cabellera negra. Al que Alidaen tardó menos que yo en reconocer.

- ¡JANNE!
Por primera vez me alegré de verle casi tanto como ella.