martes, 14 de abril de 2015

Otro capi más ^^

¡Buenas tardes!

Pues aquí os traigo el siguiente capi de la historia, esta vez para que veáis a Alidaen aquellos/as que la habéis echado de menos ;)

Ya sólo quedan tres capítulos más para acabar la temporada, pero los siguientes son bastante largos y no se limitan a un sólo personaje por parte, así que seguramente en el siguiente veáis tanto a Thaerion como a Alidaen en el mismo. De todas formas tendré que dividirlos, porque sólo los dos siguientes tienen unas veinte páginas cada uno y se me haría interminable a la hora de sacar las imágenes que necesito.

Espero que os guste como va la cosa y os queden ganas de seguir leyendo. 

¡Un abrazo muy fuerte y gracias por leer!

Capítulo XXXI: Reencuentro en el parque

(Bridgeport, 12 de Marzo de 2011)

Habían pasado dos días, pero seguía teniendo muy presente mi encuentro con el vampiro y más tarde con Thaerion en el ascensor.
 El primero había conseguido que durante esas dos noches no dejase de soñar con él, como si mi mente siguiese enajenada por su dominio. Y el segundo…bueno, a él le pertenecía el resto del tiempo, fuese o no consciente de ello.

Me había enterado por Lande de que se había marchado unos días fuera de Bridgeport, así que decidí que durante ese tiempo pasearía libremente por la Compañía sin miedo a encontrármelo por los pasillos.

De Francessco de momento no sabía nada, y pensaba dejarle tranquilo hasta que las cosas entre nosotros se calmasen un poco.
 Últimamente me encontraba algo mejor del estómago, y hasta había conseguido ganar algo de peso, pues todos decían que me estaba quedando en los huesos y Violeta se empeñaba en que comiese delante de ella y hacía que me preparasen mis platos preferidos. Pero aun así me sentía bastante débil y los duros ensayos me dejaban más cansada de lo normal.

Después de mi clase diaria de canto con la profesora Meena Arushi, y tras dos horas de danza antigua con su hermana y otra de Pilates me dirigí hacia el baño para darme una relajante ducha y meterme en la cama fresca para echar una siesta.

Hacía unas semanas que aprovechaba mis pocos ratos libres para dormir, y las siestas estaban convirtiéndose en algo rutinario en mi vida.
 Así que al llegar a mi cuarto me desprendí de la toalla, y desnuda como estaba me dejé caer sobre el cómodo colchón de mi cama. Pensando que no existía sensación más placentera que aquella después de una larga mañana de ensayos. Que por suerte esa semana acaban con un buen puente festivo.

Estaba a punto de conciliar el sueño cuando mi móvil empezó a sonar dando al traste con mis planes de relajación.

Pocas personas tenían mi número, así que supuse que sería Francessco el que estaba al otro lado de la línea cuando cogí el móvil sin fijarme en el número.

-          ¿Si?

-          ¿Alice?

No reconocí la voz masculina del otro lado.

-          Sí, soy yo – contesté desconfiada - ¿Quién eres?

- Soy Jake ¿Te acuerdas de mí?
 -          ¡Jake! – exclamé sorprendida - ¡claro que me acuerdo! ¿Cómo estás?

Estaba tan entusiasmada por volver a escucharlo que ni me pregunté cómo demonios sabía mi número.

-          Bueno, mucho mejor. Han sido unos meses difíciles ¿Y tú cómo estás? No he dejado de preguntarme donde estarías metida todo este tiempo.

-          He estado…ocupada. Siento mucho no haber podido ir a visitarte.

Me quedé callada unos segundos sin saber qué decir ni que excusa ponerle. Me sentía bastante mal por haber desaparecido así sabiendo que había estado a punto de morir por mi culpa.

-          Ya...bueno. Oye, lo entiendo, cuando me enteré de lo que pasó temí que te hubiese pasado a ti algo. Fue un alivio saber que no estabas allí esa noche.

“Sí que estuve, vi lo que le hicieron a Beth, pero hui con el rabo entre las piernas mientras tú te desangrabas”

-          ¿Alice, estás bien? Te has quedado muy callada.
 -          S-sí, perdona. Es que me cuesta pensar en ello.

-          No te preocupes – carraspeó un poco – Oye, puede que no te apetezca, pero me encantaría volver a verte. Si tú quieres claro.

“Pues díselo a tu hermana, que menuda se montó por su culpa”, quise decirle.

-          Y a mí – contesté en su lugar.

-          ¿Te apetece que nos veamos esta noche?

-          ¿Esta noche?

Me imaginé la cara de Janne mirándome con ese ceño fruncido suyo y negando con la cabeza impasiblemente.

-          Yo…no sé si voy a poder - comencé a decir no muy convencida.

-          Vamos Alice, llevo meses sin saber de ti mujer ¡me lo debes! – exclamó con su habitual buen humor.
 Sí que se lo debía, más de lo que pensaba. ¿Cómo podría negarme?

-          Podemos quedar donde quieras para que no tengas que desplazarte muy lejos. Tú me dices.

-          Está bien, pero mejor por la tarde. – contesté intentando sonar más animada, ya que si salía cuando aún quedaban horas de sol nadie me pondría pegas. - ¿Te apetece que quedemos en el parque del centro a las cuatro?

-          Mejor a las cinco, tengo cita con el fisioterapeuta antes y quizás no me dé tiempo a llegar.
-          Está bien, a las cinco entonces.

-          ¡Perfecto! ¡Nos vemos en un rato, preciosa!

-          ¡Hasta luego!

Colgué y miré con una sonrisa el número desde donde me había llamado, que se había quedado guardado en la memoria de mi móvil.

Miré la hora y vi que todavía eran las tres, así que hasta me daría tiempo a echar una pequeña siesta.
 ***

Me vestí en un tiempo record. Se me había olvidado ponerle la alarma al móvil y me había quedado dormida.

Al despertar vi que ya eran las cinco, y yo todavía estaba enredada en las sábanas.

En la puerta me encontré con Violeta, que al verme salir tan deprisa me preguntó dónde iba.
 -          He quedado con un amigo – le dije algo apurada.

-          ¿Francessco? – preguntó poniendo una de sus sonrisitas.

-          No, con…otro.

-          ¡Oh! ¡Esto se pone interesante! ¡Cuenta, cuenta! – y me tomó por los brazos entusiasmada.

-          ¡Violeta! ¡Tengo prisa! – exclamé lanzándole una mirada suplicante.

- Solo dime quién es y te dejo en paz ¡por favor!
 ¿Cómo se podía ser tan cotilla? Sabía que convencerla a ella sería más sencillo que a Janne si saciaba su curiosidad, así que no me anduve por las ramas.

-          Es Jake, mi antiguo jefe.

-          ¡Oh! – parecía aún más animada, pero en cuanto recordó quién era se le cambió un poco la cara y me miró con cierta inquietud.

-          No te preocupes por nada, Janne me dio permiso para verlo – cosa que no era del todo incierta – además, sólo será un rato. Llegaré antes de que anochezca.

-          Pero si Janne se fue a uno de sus retiros espirituales de los suyos ¿Cuándo le has visto?

-          En realidad me dio permiso hace unos días, cuando le pregunté si podía verlo.

- ¿Estás segura? Si quieres te acompaño – por un segundo vi que sus ojos brillaban ante la posibilidad de poder cotillear en primera plana.
 -          Lo siento Violeta, pero tenemos que hablar de muchas cosas y creo que no estaría cómodo haciéndolo delante de más gente.

-          Vaaale…está bien, pero prométeme que llevarás el móvil a mano, y que si pasa cualquier cosa rara nos avisarás.

-          Claro, no te preocupes.

-          ¡Y no vuelvas tarde!

-          Siii, tranquila mamá.

Me dio un beso en la mejilla y se despidió con un abrazo.
 -          ¡Suerte preciosa!

-          ¡Gracias!

***

Jake estaba esperándome cuando llegué al parque veinte minutos más tarde de la hora acordada.
 Me costó reconocerlo al principio, pues estaba mucho más delgado y desmejorado, pero en cuanto me vio llamó mi atención con el mismo ánimo de siempre.

-          ¡Alice! ¡Aquí!

Me acerqué con gesto apurado y lo primero que hice fue disculparme por la tardanza.

-          Lo siento mucho Jake ¿llevas mucho rato esperándome?

-          Que va, llegué hace cinco minutos y me alegré de no ser yo quien se retrasase por una vez.

No pude reprimir las ganas de darle un abrazo en cuanto le vi sonreír de nuevo. Él me estrechó con fuerza, o al menos con las pocas fuerzas que le habían quedado después de tanto tiempo convaleciente, y nos quedamos en esa postura durante unos segundos sin decir una palabra.
-          No sabes lo mucho que me alegro de verte – dije al fin, rompiendo el silencio.

-          No más que yo, creí que no lo contaba.

Me separé lo justo para mirarle fijamente, y me di cuenta de lo mucho que había cambiado en estos tres meses.

Antes era un chico no demasiado atlético, con algún kilito de más y con aspecto muy saludable. No es que pudiese decirse que se tratase de un hombre muy atractivo, pero su mirada pícara y su sonrisa resultaban bastante atrayentes. Irradiaba vitalidad y cierto descaro, pero tras lo ocurrido parte de ésta había desaparecido, dejando sólo una débil muestra de lo que era antes.
Tenía las mejillas tan hundidas que sus ojos parecían dos esferas a punto de salir de sus cuencas, y las ojeras que los enmarcaban le daban un aspecto aún más enfermizo.

Debía haber perdido unos quince kilos o más, y al palparlo sobre la ropa podía sentir lo quebradizo que se había vuelto su cuerpo.

No supe qué decirle, sentía tanto todo aquello que me quedé sin palabras.

- Lo sé…estoy hecho un asco – dijo como si hubiese adivinado el rumbo de mis pensamientos. - Pero en cuanto pueda comer con normalidad verás cómo me pongo otra vez como un toro.
Se echó a reír, palmeándome en el hombro para quitarle hierro al asunto y tratar de hacerme sentir mejor. Algo cuanto menos curioso después de haber sido él quien se llevase la peor parte.

-          Yo te veo bastante bien – traté de sonar convincente.

-          Veo que mientes tan mal como siempre – bromeó.

-          ¡Eh! ¿Y cuándo te he mentido yo? – pregunté haciéndome la ofendida.


-          Pfff… ¿me vas a hacer enumerar todas las veces? – rio al ver mi gesto indignado. – Para empezar el día que te conocí y viniste pidiendo trabajo diciendo que tenías experiencia como camarera.
-          Oye…que no lo hice tan mal al principio - me sentí algo avergonzada al recordar mis meteduras de pata como novata en la profesión.

-          ¡Eras un desastre! – soltó entre risas.

No pude hacer otra cosa que reír también al recordarlo, aunque me daba corte que hubiese sido tan directo me alegraba ver que al menos en algo no había cambiado.

A pesar de todo seguía siendo el mismo Jake de siempre, y me encantaba que fuese así.

Charlamos durante bastante tiempo de cosas sin importancia, recordando viejas anécdotas y tratando de evitar tocar temas más delicados. Era la primera vez que quedábamos fuera del bar, y la verdad es que me gustó poder conocerlo un poco mejor lejos de aquel ambiente tan viciado. Sobre todo lejos de la arpía de su hermana.
Supe evitar en lo posible los temas sobre mi pasado, y contestar sólo a aquellas preguntas que no pudiesen perjudicarme. Pero finalmente llegó el momento de hablar de temas más actuales, y surgió la pregunta que tanto me temía, pero que a la vez esperaba que llegase en cualquier momento.

-          ¿Y tú qué has hecho todo este tiempo, Alice? Has estado desaparecida desde aquel día.

-          Lo sé, me hubiese gustado haber podido dar señales de vida antes, pero estaba muy asustada con todo lo que pasó, y traté de olvidarme de aquello desvinculándome de todo lo que tuviese que ver con el pub.

- Incluido yo – concluyó con un tono demasiado neutro para resultar real.
Me quedé en silencio sin saber qué contestar a aquello.

Realmente había querido ir a visitarlo al hospital, pero hasta el momento no había tenido la oportunidad de verlo. No me lo habían permitido…no era seguro.

Quería creer que había sido así al cien por cien, pero en parte sentía como si no me hubiese preocupado tampoco demasiado por ello. Simplemente lo dejé pasar, aun sabiendo que Jake había estado al borde de la muerte.

¿Pero podía recriminármelo? Al fin y al cabo, tampoco es que fuésemos amigos. Él era mi jefe, y si, era un jefe enrollado, pero más allá de eso no había entre nosotros un vínculo demasiado fuerte, al menos por mi parte.
Puede que mi instinto de supervivencia, o mi miedo en este caso al ser descubierta por aquellos que me buscasen fuese más fuerte que cualquier enlace sentimental que me uniese a él en ese momento. Y estuviese bien o estuviese mal, era completamente lógico que actuase así desde un punto de vista práctico.

-          Te has quedado muy callada.

-          Es que no tengo ninguna excusa que pueda resultar suficientemente aceptable o creíble. Pensé en ir a visitarte al hospital, sí, pero si lo hacía me exponía demasiado.

Ya…- respondió dubitativo – Alice, perdona si me entrometo demasiado en tus cosas diciéndote esto, pero por lo poco que conozco de ti puedo suponer que si desapareciste tenías realmente un buen motivo para hacerlo. Y no te culpo por ello. No voy a preguntarte por tus asuntos, sé que no tenemos la suficiente confianza para que me cuentes tus problemas…pero creo que escondes algo, y quiero que sepas que respeto tu silencio.
-          Gracias – contesté escuetamente.

-          Aunque no puedo negar que me dolió despertar y saber que no habías venido a verme ni una vez – admitió - pues al margen de lo que tu sintieses por mí, para mi llegaste a ser algo más que una de mis camareras.

Alcé la mirada y me encontré con aquellos ojos castaños clavados con intensidad en los míos.

Me gustabas mucho, y me hubiese gustado que me dieses la oportunidad de poder demostrártelo. Pero bueno…las cosas no salieron al final demasiado bien. Sobre todo para la pobre Beth.

Se miró las manos sudorosas esquivando mi mirada.
-          Lo siento Jake, siento todo lo que pasó. Pero aunque las cosas se hubiesen dado de distinta forma nunca habría podido verte como algo más que lo que eras: mi jefe y un buen compañero de trabajo – me sinceré. - No se me da bien hacer amigos, y no fui a tu bar precisamente a buscarlos. De hecho…me cuesta mucho entregar mi confianza hasta ese punto.

-          ¿Quieres decir que en todo este tiempo no has encontrado a nadie en quién confíes plenamente?

- ¿Plenamente?
Pensé en ello. Hasta el momento a nadie le había confesado mis secretos. Había dejado que los averiguasen, que los supusiesen, y no los había negado, ¿Pero contarlos voluntariamente porque necesitaba algún tipo de apoyo moral o comprensión por parte de los demás?

Ni siquiera con Janne había llegado a abrirme tanto, y podría decirse que hoy por hoy era la persona más cercana que tenía.

¿Eso significaba que no les consideraba realmente mis amigos?
Negué para mis adentros. Tan sólo necesitaba algo más de tiempo, pero estaba segura de que llegado el momento, si tuviese que elegir a alguien con quien poder abrirme completamente sería sin duda con Janne, él era mi estrella guía, mi protector, un verdadero amigo.

-          Si, hay alguien – contesté por fin, sintiéndome mucho más aliviada.

- Entonces me alegro por ti, y por esa persona que ha sabido llegar a lo que esconde esa preciosa cabezota rubia que tienes – me dio un par de golpes en la frente volviendo a dibujar en su rostro aquella sonrisa algo cansada. – Pero que sepas que no me pienso dar por vencido tan pronto, y que si algún día me necesitas me tendrás para lo que quieras. Sobre todo si hay sexo de por medio, no sabes la de tiempo que llevo sin echar un buen polvo.
-          ¡Jake! – le golpeé el hombro y me arrepentí al ver su mueca dolorida - ¡Ay, lo siento!

-          ¡Tranquila, tranquila! – rio aún convaleciente por el golpe - ¡Me lo merecía! ¡Pero que conste que estaba bromeando! En mi estado admito que me costaría bastante dar la talla… ¡pero dame tiempo!

Volví a mirarle amenazándole con el puño, aunque con una sonrisa divertida que le hizo guiñarme el ojo con picardía.

-          Ay, mi rubia. ¡No sabes lo que te perdiste en su día!

- Espero que no le digas eso ahora a la otra rubia que tienes trabajando para ti delante del mastodonte de su novio.
-          ¡Pufff! ¡Que va! Una vez le insinué algo y el bestia casi usa mi cara de trapo. Porque la tía le paró y se dio cuenta de que no podía ni moverme apenas, que sino…

-          Menudo segurata te has buscado – contesté riendo.

-          Y encima gratis, un chollo vamos.

-          Eres un caso.

-          Ya. Pero bueno, me pierden las rubias. No es ningún secreto.

-          Entonces no me sentiré tan mal por haberte dado calabazas. Hay muchas rubias en el mundo.

-          Naturales pocas, y la mayoría de las que he conocido suelen estar pilladas.

-          Pues habrá que ser menos selectivo entonces.

- Ya, no te creas. Que yo no le hago ascos a casi nadie.
Reí de nuevo. Siempre había sido un cara dura, pero había que admitir que tenía su gracia.

Después de esa charla volvimos a hablar durante un rato de nuestras cosas, y hasta la hora de despedirnos no surgió otro tema que me había tenido preocupada desde mi última visita al pub y su posterior llamada.

-          Por cierto Jake… ¿cómo está tu hermana?

No me había comentado gran cosa sobre ella, y realmente no sabía si le habría hablado de mi visita al pub o Dale había cumplido realmente su palabra y le había borrado la memoria.
-          Bueno, pues últimamente no sé qué le pasa…pero parece otra.

-          ¿Y eso?

-          Te va a parecer raro, pero ahora le ha dado por trabajar y todo – comentó como si aquello fuese un milagro de la ciencia (y realmente debía serlo, aunque más bien era un milagro vampírico). -  Se pasa el día metida en el bar, si no es reubicando cajas en el almacén es ordenando las botellas de bebidas del estante por orden alfabético.

- ¿De verdad?
Traté de evitar que viese lo divertido que me resultaba todo aquello. Sobre todo suponiendo de quién habría salido la idea de volverla una mujer trabajadora.

-          Sí, si ¿recuerdas cuando te hacía a ti lo mismo?

-          Cómo olvidarlo.

-          Pues siempre pensé que lo hacía por joderte. Pero no sé, ahora empiezo a pensar que tiene algún tipo de fijación por el orden.

-          Debe ser que al final ha encontrado su verdadera vocación más allá de su obsesión por los tíos enormes.

Él me miró sorprendido por mi sinceridad, y me arrepentí por haber soltado aquel pensamiento en alto (a veces me pasa y me cuesta evitarlo), pero se llevó la mano a la boca y soltó una nueva carcajada.

- Veo que has espabilado bastante en estos meses.
-          Bueno, a veces tengo mis momentos de lucidez – admití sonriente.

-          En serio Alice, no sabes lo que me alegra verte tan bien. Hasta pareces otra.

-          No sé cómo tomarme eso. Siempre me ha gustado ser quién soy, a pesar de todo.

-          Pero nunca está de más madurar y aprender a morder cuando hace falta.

No pude hacer otra cosa que asentir. Estaba harta de ser la mosquita muerta, aquella de la que todos se pueden burlar o aprovechar. Aquella que solo asiente y trata de ser paciente con todo y con todos sin importar cómo la traten, de hacer todo lo que le dicen.

-          Espero que sigas así de bien, y que nos volvamos a ver en otro momento.

- Yo también lo espero – sonreí y le di un nuevo abrazo de despedida.
-          Bueno, pues ya te llamaré ¿vale? Y tú tienes mi número.

-          Claro. Aunque me he quedado con la duda de quién te dio el mío.

-          Ah, es cierto – admitió. – Pues me lo dejó alguien en mi taquilla, supongo que sería una de las camareras. Gurutze me dijo que había venido una chica rubia preguntando por mí e imaginé que tú se lo habías dado. ¿No fue así? – me miró extrañado.

Gurutze debía ser la camarera morena, pero yo no le había dado nada a ella, ni siquiera mi nombre como referencia.

-          ¿Ella te dijo mi nombre?
-          No, que va. Pero lo ponía en la nota - recordó algo y rebuscó en sus bolsillos hasta dar con lo que quería en el bolsillo del lateral derecho de sus vaqueros. – Mira, aquí la tengo – me la enseñó y volvió a adoptar ese gesto dubitativo. – Supuse que tú la habías dejado para mí, y que se le olvidó dármela y por eso la dejó en mi taquilla.

-          No, me fui bastante rápido y se me olvidó.

En realidad no tenía pensado darle mi número, pero estaba claro que la persona que lo puso en su taquilla lo conocía. Y sólo se me ocurría alguien que había estado allí esa noche y que sabía mi número de teléfono aparte de Francessco.
El mismo que me lo devolvió cuando casualmente lo dejé olvidado en el Darkness. Quizás el maldito vampiro engreído estaba allí para algo más que para ponerme los dientes largos esa noche.

¿Pero qué conseguía con darle mi número a mi ex jefe?

No tardé en imaginármelo.

Quizás lo que según Janne debía evitar a toda costa: hacerme salir de la seguridad de Shelüne, donde gracias a un hechizo protector ni Dale ni ningún vampiro podían cogerme.

Automáticamente miré al cielo, y me alegré de que aun fuese de día y quedasen unas horas hasta el anochecer.
-          Mmmm…o puede que si lo hiciese - contesté dándome cuenta de que llevaba demasiado tiempo callada y Jake esperaba una aclaración al respecto. - La verdad es que tenía mucha prisa y no recordaba si se lo había dejado al final o no. Me alegra que fuese así – sonreí tratando de simular un despiste.

-          Tsk, mientes fatal, ya te lo he dicho – dijo, dándome un par de palmaditas en el hombro para quitarle hierro. – Pero no te preocupes, no haré más preguntas. Quédate la nota si quieres. Y ten cuidado ¿vale?

Esto último lo dijo con un deje preocupado en la voz.
-          Lo tendré – prometí guardándome el papelito en el bolsillo. – Y tu cuídate mucho, Jake. Me ha gustado volver a verte.

-          Lo mismo digo, muñeca. ¡Nos vemos!

-          ¡Adiós!

Me despedí con una sonrisa y esperé que fuese él quien se alejase primero antes de echar a andar a paso ligero de vuelta a la Compañía.
Si lo que quería Dale es que me quedase a solas con él de nuevo iba a tener que currárselo más, pues no pensaba caer en su juego tan fácilmente. Y si lo que quería era tenderme una trampa para algo peor…

En fin, prefería no pensar en ello.

Lo que tenía que hacer era llegar cuanto antes de Shelüne, y a partir de ahora analizar mejor mis movimientos.

***

Nada más poner un pie dentro de la Compañía sonó mi móvil y di un respingo. Pero al ver el nombre de la pantalla de éste me tranquilicé de inmediato.
-          Violeta, acabo de llegar – contesté.

-          ¡Genial! Me alegra que hayas llegado bien.

-          Ahora hablamos si quieres, pero no por móvil. ¿Subo a tu cuarto?

-          ¡Estoy deseando que me cuentes! Pero ahora mismo me pillas fuera. Sólo te llamaba para asegurarme de que estabas en Shelüne. Hace unos minutos me llamó Janne y me dijo que volvía esta misma noche, y ya sabes cómo se pone si estás fuera cuando oscurece – pude escuchar su risita al otro lado de la línea.

-          Si…me pondré el pijama y le esperaré en la cama como una niña buena.

-          Mejor espéralo con uno de mis picardías jijiji. Pagaría sólo por ver la cara que pone.

Podía imaginármela, la misma cara que pondría si me viese con pantuflas de abuela y mi bata de oso de invierno.
Suspiré.

-          Ya…bueno. Pues nos vemos cuando vuelvas.

-          No me esperes levantada – volvió a reír de forma pícara. – Esta noche he quedado con un chico en el bar del otro día… - continuó insinuante – y si todo sale bien espero pasar la noche fuera.

Violeta y su pasión por conocer tíos de una sola noche. Y hacía muy bien, ojalá yo tuviese la misma facilidad para pasar página y me diese alguna alegría de vez en cuando.

-          ¡Oh! Genial, entonces que te diviertas. Ya hablaremos entonces.

-          ¡Si! ¡Ya te contaré! ¡Por cierto! ¿Qué tal con tu ex jefe? ¿Hay tema o no hay tema?

Violeta…no empieces - le advertí.
Ni me había dado tiempo a contarle que lo de Francessco no había terminado de cuajar y ya estaba imaginándome con otros.

-          ¡Vale, vale! ¡Yo sólo preguntaba por si las moscas!  - respondió - ¡Bueno guapa, dale un achuchón a ese gigantón de mi  parte! ¡y háblale de lo bien que te he vigilado en su ausencia!

-          Lo haré. Y tú disfruta.

-          ¡Todo lo que me permitan!

Volví a escuchar su risa seguido del pitido tras colgar el teléfono, y sonreí de camino a mi cuarto.
Las cosas no habían salido nada mal aquella tarde, y al final había logrado quitarme un gran peso de encima al hablar con Jake y aclararlo todo.

-          ¿Ves Janne? – dije hablando conmigo misma por los pasillos, como las locas. – He cumplido con nuestro trato y esta vez no me he metido en ningún lío.

Shelüne estaba bastante desierta a esas horas, la mayoría de los artistas que vivían allí habían aprovechado el largo puente que les había concedido Ángela para tomarse un respiro y relajarse un poco del estrés de las últimas semanas, y yo solía aprovechar esos momentos para poder ir de un lado para otro y recorrer el amplio edificio con total libertad.

Me calenté un enorme cuenco de pasta del medio día y decidí acompañarla con una gran tarrina de helado de tarta de queso y fresas silvestres y un bote entero de patatas con sabor a miel y mostaza.
Era una mezcla asquerosa, lo sé. Pero me la comí como si llevase días sin probar bocado, y me supo a gloria.

Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de la comida, de hecho en mi vida había comido tanto sin reventar antes. Pero me sentó de maravilla.

Después busqué una película que me gustase en la gran filmoteca que teníamos en Shelüne y me tumbé en el sofá de la sala de descanso para verla esperando que llegase pronto Janne para contarle lo bien que había ido todo.
Elegí la película de Tristán e Isolda, que ya la había visto antes pero me encantaba. Y lloré como una boba con el final. Así que aproveché tanta sensiblería para buscar otra peli dramática y desahogarme un poco más al ver aquellas historias de amor condenadas al fracaso que tanto me recordaban a lo mío con Thaerion.

Cumbres Borrascosas. Perfecto.

Qué ganas tenía de joderme la noche pensando en él. Con lo bien que había salido todo.

Pero no llevaba ni la mitad de la película cuando volvió a sonar mi móvil, y me fastidió mi noche perfecta de tragedias románticas. A esas alturas del día ya odiaba ese trasto con toda mi alma.

- Dime Violeta – respondí algo ofuscada por el corte en la parte más interesante de la película.
Justo cuando Heathcliff suelta su gran discurso cargado de dolor y resentimiento ante la señora Dean después de qué…bueno, mejor no os la cuento.

-          Alice… - su voz sonaba débil, lejana, y la acompañó un sollozo.

Silencio.

-          ¿Violeta? – miré confusa la pantalla del móvil para ver si me había colgado.

Al principio imaginé que el tío la habría plantado o algo o se la había liado, como ya había pasado en otras ocasiones con otros. Por lo que no me preocupe más de lo necesario.

Pero lo siguiente que escuché borró cualquier rastro de confusión y lo convirtió en temor.
Era un grito horrible, de auténtico pavor. Y provenía de mi amiga.

-          ¡Violeta! – exclamé - ¡Violeta! ¡¿Dónde estás?!

El sonido de la llamada finalizada fue la única respuesta que obtuve.

-          ¡Violeta! – volví a gritar, aun sabiendo que ya no podría contestarme.

Y no lo pensé. Dejé todo tal y como estaba y salí del refugio de Shelüne en busca de mi amiga.

Adiós planes y seguridad anti vampiros. Me había durado poco la cautela.