viernes, 21 de agosto de 2015

Llegó el final y una despedida (¡temporalmente!)

¡Buenas a tod@s!

Hoy después de una larga semana con mucho tiempo libre y mucho curro en el blog he decidido por fin publicar este último capítulo de temporada, y celebrarlo tomándome unas pequeñas vacaciones.

Espero que el final de esta temporada sea de vuestro agrado, ya sabéis que estaré encantada de leer vuestras impresiones sobre ella, aunque supongo que después de esto me odiaréis un poquito más, cuento con ello...y no os preocupéis, que os entiendo ;)

El motivo de este parón es variado, pero el principal es que como ya sabéis mantener el blog al día requiere muchísimo tiempo, tiempo que me gustaría poder emplear para intentar mover mi primera novela, revisándola, añadiendo detalles y tratando de enviarla a alguna editorial por si hay suerte y puedo publicarla.

Eso no quiere decir que vaya a dejar la serie abandonada, de hecho tengo muchísimas ideas sobre la tercera temporada que estoy deseando poder desarrollar, pero me he dado cuenta de que necesito centrarme en al menos intentar mover la novela, que como ya dije en su día fue el origen de esta historia del blog, y que dejé de lado hace un par de años porque en un principio iba a ser un proyecto que pensaba publicar con la ayuda de una gran amiga, y que hoy por cuestiones de tiempo y demás se ha quedado parado.

Tengo muy claro que vivir de esto no voy a poder vivir, de hecho disfruto muchísimo compartiendo mis historias por aquí, después de tantos años publicando habría sido imposible seguir sin vuestros comentarios y ánimos, que son un aliciente más que suficiente para hacerme mantener la ilusión y seguir publicando con muchísimas ganas, pero soy una persona que cuando algo le apasiona se centra en ello casi al 100%, y este es un sueño que aún está en el aire y debo intentar al menos cumplirlo, y si sigo tan "enchotada" con el blog no moveré nunca ¡espero que podáis entenderlo!

De todas formas ya os digo que pretendo que no sea un parón muy largo, y que aún así supongo que seguiré de vez en cuando publicando aunque sea imágenes en el Facebook sobre los nuevos personajes que tengo en mente sacar y lo que se me vaya ocurriendo, y también seguiré activa en el foro Avenida Legacy con mi Legacy de los Sims 4 y la historia, que estoy publicándola allí también, por si os apetece pasaros y echarles un vistazo.

Y bueno, creo que poco más me queda que añadir. Ya sabéis que aquí estaré de todas formas, y que si deseáis preguntarme cualquier cosa o comentar estaré encantada de responderos en cuanto me sea posible. 

¡Os voy a echar muchísimo de menos! Y espero que no os olvidéis de este par de tortolitos, que volverán pronto, os lo aseguro. ¡Un abrazo muy fuerte!


Capítulo XXXVI: El Hombre del Saco

❧❃❧ CAPÍTULO XXXVI: El Hombre del Saco ❧❃❧


El silencio se apoderó del bosque, y en apenas un suspiro el tiempo se detuvo para ceder el paso al caos más absoluto que recuerdo haber vivido. Y eso que mi vida era del todo menos tranquila últimamente.
El autor del crimen apareció ante nosotros como un ángel caído de alas negras, volando sobre su víctima decapitada al tiempo que sujetaba el arma que había separado la cabeza de su cuerpo sin apenas esfuerzo alguno.

Sonreía como un psicópata.

-          Casi, un segundo más y el que habría perdido la cabeza de puro aburrimiento habría sido yo.
Era Dardo, el mismo hombre que me había llevado hasta el bosque y me había dejado en manos de ese vampiro.

- Todos nos quedamos petrificados tratando de digerir lo que había pasado. Pero nadie dijo ni hizo nada hasta que un desgarrador grito de mujer inundó el bosque, llenándolo de un terrible sufrimiento.
La piel se me puso de gallina, y comencé a temblar descontroladamente cuando me di cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir. 
Todo se había ido a la mierda. La diplomacia no había servido de nada.

El fino hilo de cordura que tejía el único vampiro amable que había conocido hasta el momento fue seccionado de golpe, dejando al resto confuso y dolido por la muerte de su líder. Y para más inri, justo enfrente de un grupo de lobos que los odiaban a muerte.
Las intenciones de aquel lunático estaban más que claras ¿pero cuál eras sus motivos para hacerlo? ¿Aburrimiento?

Me sorprendí a mí misma intentando meditar sobre ello mientras el resto del mundo se volvía completamente loco y comenzaba a reaccionar tras la parálisis generalizada. Pero yo no era capaz de hacer otra cosa. 

Sólo pensar.

Una y otra vez la misma pregunta se repetía en mi cabeza mientras observaba, como si sólo fuese una espectadora más en medio de un teatro atestado de gente, lo que estaba ocurriendo.
¿Por qué?

Por suerte, la fría mano de Thaerion me devolvió  a la realidad antes de que fuese demasiado tarde, aferrando la mía con dolorosa firmeza.

-          Tenemos que salir de aquí AHORA.
Cuando volví a ser consciente de lo ocurrido vi que la advertencia de Thaerion no era injustificada.

Varios vampiros se habían abalanzado sobre el asesino, pero éste los evadía con astuta rapidez mientras reía como un loco y los mareaba haciendo cabriolas como un artista de circo. Valiéndose de sus alas para alejarse del alcance de sus enemigos cuando la cosa se ponía tensa. El filo de su arma se movía con la misma rapidez, y en cuestión de segundos había conseguido seccionar varios miembros más de aquellas criaturas que, hasta el momento, yo consideraba indestructibles.
Alas negras.

¿Qué se supone que era?

-          ¡Corred! – exclamó Janne colocándose al frente de nuestro grupo - ¡Yo os cubro!

Thaerion tiró de mí y mis piernas se pusieron en movimiento automáticamente.
-          ¡Busquemos un lugar donde ponernos a salvo!

-          ¡Janne! ¡ven con nosotros! – grité al ver que pretendía quedarse atrás.

-          ¡Cogedla a ella! – se escuchó a lo lejos - ¡Al resto podéis matarlos!

Varios vampiros se lanzaron sobre nosotros al ver que intentábamos huir.
La encarnizada lucha entre no muertos y lobos enloquecidos por el olor de la sangre no se hizo esperar mucho tiempo tras esa orden.

Los lobos formaron una barrera protectora enfrente de nosotros y atacaron a todo aquel que intentaba traspasarla. Janne les ayudaba, y yo intentaba resistirme a dejarlo mientras Thaerion tiraba de mí sin darme otra opción que alejarme de allí.
-          ¡Janne!

-          ¡Vámonos!
-          ¡Ve con él! ¡Ahora os sigo!

-          ¡No!
A pesar de su herida, Thaerion me agarró de la cintura y me alzó sobre sus brazos al ver que me seguía resistiendo.

Le escuché gruñir por el esfuerzo, pero aun así consiguió alejarme de la zona lo suficiente para resguardarnos entre los árboles y no ver la carnicería que se había montado en el claro.
Una vez ocultos, me dejó en el suelo sujetándome contra el tronco de un árbol y se colocó delante con las manos apoyadas a ambos lados de mi cara para evitar que escapase.

- ¡¿Estás loca?! – me gritó casi sin aliento. - ¿Es que quieres que te atrapen?
-          ¡No podemos dejar a Janne ahí sólo! – exclamé.

-          ¡No está sólo! ¡Tiene a sus jodidos lobos! ¡Pero tú y yo si lo estamos…y si nos quedamos aquí terminarán encontrándonos!

-          ¡Me da igual! ¡Déjame volver con él!
Intenté empujarle para apartarlo, pero al tocarle se encogió sobre su vientre mordiéndose el labio con gesto dolorido, y recordé la gravedad de su herida.

-          Ummmmffh.

-          Mierda…perdón, perdón, perdón – le pedí con gesto turbado.

Me miré las manos y vi que volvían a estar manchadas de sangre. Él se echó hacia un lado, dejando caer todo su peso en el árbol que había enfrente, y posó la mirada perdida en las hojas caídas del suelo.
-          Como quieras. Total…terminarán encontrándonos – admitió dejando que el pesimismo venciese a las pocas fuerzas que le quedaban. – Si no son vampiros serán los humanos que te buscan, y sino ese maldito lunático. O…vete a saber – se encogió de hombros - todo el mundo te busca, es como si llevases un puñetero cartelito de neón pegado al culo – me miró de reojo y se cruzó de brazos con gesto hastiado. - Al final darán con nosotros, así que más te vale coger un arma que pueda servirte de ayuda y prepararte para cuando vengan. Haré lo posible para resistir sus ataques. Mantente al menos cerca de mí, si no es demasiado pedir.

Suspiró, y yo no dudé en hacerle caso. Me limpié las manos en los pantalones y me puse manos a la obra.
Me separé del árbol y agarré la primera rama cercana que colgaba de éste y que podía alcanzar. Tiré de ella, pero se resistió a soltarse.

Él me miró alzando una ceja y se echó a reír casi sin ganas.

- Eres increíble…acabas de ver a un Vanar cortarle la cabeza a un vampiro como si fuese mantequilla y piensas enfrentarte a él con un palo - mientras hablaba se llevó la mano a la frente para dar énfasis a su incredulidad.
Así que ESO era un Vanar.

-          No subestimes…- comencé a decir apretando los dientes por el esfuerzo – lo que puedo llegar a hacer con uno de éstos.

- Contra humanos puede que te sirva, ya vi lo que les hiciste a los otros. Contra un vampiro…quizás, si tienes la suerte y la fuerza necesaria para clavársela en el pecho. ¿Pero contra un Vanar?
-          Ni siquiera sé de lo que me estás hablando exactamente – contesté intentando no perder el ánimo y dando un nuevo tirón de la rama inútilmente.

-          Un Vanar es prácticamente inmortal, pocas armas pueden matarlo.

-          No quiero matarlo. Quiero dejarlo KO el tiempo suficiente para huir de él.

-          ¿Ahora quieres huir?

-          Cuando Janne vuelva, sí.

- Pero mira que eres cabezota – gruñó.
-          A ti tampoco te dejaría.

-          Pues deberías.

Vi que se reprimía para no decir nada más.

-          ¿Estás celoso?

- ¿Qué? – se hizo el sorprendido, acababa de cazarlo. - ¿Del domador de lobos gigante?
-          Janne.

-          Sé cómo se llama, y no me parece el momento adecuado para hablar de tonterías.

-          Pues contesta.

-          No.

Me mordí el labio, dejando la rama unos segundos para tomar aliento y escudriñarle con la mirada. Él mantuvo sus ojos grises clavados en los míos de forma desafiante.

- Estás celoso – zanjé.
-          Toma – alargó la mano para tenderme la daga, ignorando mi certeza. – Usa esto y calla.

Cogí la daga con mala cara y empecé a rasgar la corteza.

-          Te la he dado para que te defiendas con…bah, no importa. Tú sigue con tu dichoso palo.

Y eso hice, al final conseguí mi preciada rama, que tenía el tamaño perfecto para usarse como bastón.
-          Toma, apóyate en él – le ofrecí con una sonrisa mientras escondía la daga en mi espalda.

Arrugó el ceño, pero terminó aceptando mi ayuda algo avergonzado.

-          Gracias – murmuró.

-          Iremos despacio intentando pasar desapercibidos – sugerí intentando tomar el control de la situación. – así será más fácil que Janne nos alcance…

-          También ellos – me cortó.
Le ignoré. Mi plan era perfecto y punto.

-          …y tú podrás andar sin hacer demasiados esfuerzos.

-          No soy un inválido – se quejó.

-          Cállate y camina.

- Hmmmpf.
Vi de reojo cómo fruncía el ceño con cierta obstinación mientras me obedecía, y reconocí en él al mismo chico tierno del que me enamoré hacía ya más de diez años.

Aquel que se hacía el duro pero que era incapaz de mirarme a los ojos sin ruborizarse, y que no se atrevía a confesar sus sentimientos por miedo a ser rechazado.
Era él, sin duda alguna mi Thaerion seguía vivo dentro de ese misterioso e insufrible músico.

-          Ojalá lo recordases todo – solté sin darme cuenta de que pensaba en voz alta.

-          ¿Qué? – parecía que le había sacado de sus propios pensamientos.

- Nada, hablaba conmigo misma.
-          Ahmm. ¿Lo haces a menudo?

-          A veces, cuando pienso mucho.

Rió suavemente, mostrando parcialmente sus atrayentes colmillos.

Maldita sea, odiaba tener que reprimirme ante él. Odiaba huir, luchar, discutir, odiaba no poder tumbarlo sobre la maleza y hacerle todo lo que no deseaba que hiciese por miedo a hacerme daño. Odiaba hasta pensar en ello después de todo lo que había pasado esa noche.

Necesitaba centrarme.

-          Ya veo – respondió escuetamente.
-          ¿Te molesta? – mantener una conversación trivial al menos me ayudaba a no pensar demasiado en ello.

-          Al contrario, es divertido. Me hace imaginar la de cosas que eres capaz de soltar en el momento menos apropiado sin darte cuenta.

“Si yo te contase lo que pienso ahora mismo…”

-          Me alegro de poder resultarte divertida, aunque estemos siendo perseguidos por la mitad del compendio de monstruos del manual de Dungeons & Dragons mientras te desangras - respondí tomándola con él en vez de conmigo misma.
-          Vale, ahora hablas como Lande y das miedo.

-          Bah…

Intenté mostrarme indignada, pero me eché a reír al darme cuenta de que era cierto, y al recordar a ese rubio bobalicón que siempre conseguía sacarme una sonrisa.

-          Le echo de menos – admití.

-          Tranquila, dentro de poco estaréis de nuevo juntos hablando de…vuestras cosas.

-          Parece como si hubiese pasado un mes desde la última vez que estuve hablando con él – confesé algo melancólica - y han sido tan sólo unos días.

-          Si, sabe cómo hacer que se note su ausencia.
-          Por cierto…me dijo que ibas de viaje a Hidden Springs y no volverías hasta la semana que viene. Que yo sepa está a más de seiscientos kilómetros de Bridgeport. ¿No era cierto?

Meditó la respuesta antes de contestar.

-          Si lo fuese habría sido un poco difícil llegar en tan poco tiempo ¿no?

-          Quién sabe, a lo mejor en tus ratos libres te da por ir al bosque a realizar ritos extraños en los que te automutilas y esas cosas.
Hice una mueca ante lo raro que me parecía todo aquello.

-          Bueno…visto así suena extraño, pero la verdad no es que sea mucho más sencilla.

-          ¿Me la contarás cuando estemos a salvo?

-          Sólo si me cuentas cómo terminaste metida en esto.

-          Ya te dije que vine para ayudar a una amiga. Habían secuestrado a Violeta.

-          ¿A Violeta?

-          Si, pero ese tal Markus me dijo que la liberaría cuando me tomase el potingue que me ofreció. Y confío en que haya cumplido su palabra.

-          Hablando de potingues raros... ¿te sigues encontrando mal?

Negué con la cabeza.
-          Avísame si notas algo extraño.

Asentí.

-          Y sobre ese Markus ¿te hizo algo más? ¿fue brusco contigo?
-          Él directamente no, era…educado a su manera, aunque bastante siniestro. Me ponía los pelos de punta. Parecía muy tranquilo, incluso atento, pero no podía evitar pensar que él había sido la persona que había mandado matar a mi antiguo jefe del pub donde trabajaba.

-          ¿Ha muerto?

-          Si, lo encontré en el parque tirado como si fuese un deshecho. Supuestamente lo mataron para convencerme de que iban en serio...- bajé el tono de voz mientras recordaba la tarde que habíamos pasado juntos. – acababa de verlo hacía sólo unas pocas horas. Parecía tan animado…con tantas ganas de retomar su vida donde la dejó el día que Beth…
-          Lo siento.

Apreté los puños al recordarlo.

-          Lo siento, de verdad – repitió mirándome serio. – Pero vas a tener que acostumbrarte – dijo tras varios segundos en silencio.

- ¿Acostumbrarme a ver morir a gente inocente? – fruncí el ceño contrariada - ¿Y ya está, debo aceptarlo sin más?
-          Es eso o vivir temiendo cada día que vaya a tocarte a ti, lamentando sus pérdidas o culpándote a ti misma por todo lo que le ocurre a otras personas.

-          Yo no elegí esto, tan sólo quiero vivir en paz.

-          Lo sé, pero no es la vida que te ha tocado.

- Pues eso no me sirve de consuelo.
-          No pretendo consolarte, Alidaen, ojalá pudiese hacerlo… - tomó una larga bocanada de aire antes de seguir hablando. - Tan sólo quiero que veas la realidad. Que aceptes tu destino y sigas como hasta ahora.

-          ¿Y cómo se supone que debo hacerlo? ¿Qué puedo hacer?

-          Seguir luchando.

- Si tan sólo pudiese volver a ser todo como antes…
-          Piensa en tu vida pasada, y dime si recuerdas algún momento en el que no tuviste que preocuparte por ti misma, en el que lo tuviste todo y te sentiste de verdad segura.

Traté de pensar en ello y mi cabeza voló directamente a los años en los que vivía felizmente con mi abuela. Pero sabía que incluso en aquella época tuve que luchar por seguir siendo yo misma. Distinta a las demás niñas de mi edad, salvaje y solitaria. Sin amigos de verdad.
-          ¡Ha sido ella! ¡Le ha quitado el avión a Mich y se lo ha tirado a la cabeza!

Habían sido años muy felices, pero incluso en ellos tuve que ser fuerte y aprender a defenderme. O a defender a aquellos que me importaban.

-          ¡Jaja! ¡Así aprenderá a dejar de derribar nidos con ese estúpido trasto!
-          Al menos…la gente que quería no estaba en peligro constante.

-          Bridgeport es una ciudad peligrosa para una criatura como tú.

-          Ahora me haces sentir como si fuese un bicho raro.

-          Lo siento…la verdad es que nunca se me ha dado bien eso de intentar animar a los demás – se disculpó algo cortado. - No quería decir que fueses rara, al menos no en el sentido negativo de la palabra. Eres especial, atraes a las personas. Y a veces, las personas que atraes no son las más adecuadas.

-          ¿Cómo tú? – pregunté en tono burlón.

Le di un suave codazo para intentar liberar un poco de tensión y él me dedicó una de sus encantadoras sonrisas.
-          Exacto. Yo soy el ejemplo perfecto del tipo de criatura que no deberías atraer nunca.

-          ¿Y te atraigo?

-          Demasiado. Desde el primer momento que te vi.

Sonreí tímidamente y bajé la vista hacia nuestros pies, incapaz de mantener su intensa mirada mucho tiempo.
Me pasé la lengua por los labios para humedecerlos mientras pensaba algo ingenioso que contestar, pero me quedé en blanco y continuamos andando en silencio durante varios minutos.

-          Parece que hemos encontrado un escondite – dijo más tarde, señalando algo entre los árboles. – Mira ahí.

Una especie de cabaña destartalada se encontraba a unos pocos metros de donde estábamos. Y me hubiese alegrado al verla, si no fuese porque era la misma donde me llevó Dardo y empezó todo.
-          Mierda, tenemos que irnos de aquí – le advertí tirando de su brazo para detenerlo.

-          ¿Qué pasa? ¿Sabes quién vive ahí dentro?

-          Si.

-          Maldición – no le costó mucho suponerlo, pero era demasiado tarde.

-          Vaya. Qué pequeño es el bosque ¿no?

Dardo no tardó en aparecer, no había ni rastro del arma con el que había sesgado la vida del líder de los vampiros, pero llevaba un saco sucio colgando de una de sus manos. Parecía que acabásemos de encontrarle sacando la basura de casa y que no tuviese nada que ver con la matanza que tan sólo unos minutos atrás había protagonizado en el claro. 
Salvo por la sangre, que salpicaba su rostro y cuerpo como si hubiese servido de lienzo a algún artista grotesco, y le quitaba el poco aire inocente que pudiese quedarle a alguien como él.

No parecía muy herido. Ni cansado. Suponía que sería una de las ventajas de tener alas y ser inmortal.

-          Si llego a saber que veníais de visita me hubiese adecentado un poco.

-          No te preocupes, seguirías siendo igual de feo – contestó Thaerion cortante.

-          Pues a tu rubia parece que eso no le molesta. Me devora con la mirada cada vez que me ve – dijo sonriendo de medio lado, esperando divertido su reacción.

Entrecerré los ojos y aparté la mirada de inmediato. La verdad es que desde su actuación con los vampiros no había podido dejar de mirarlo, pero no era admiración ni mucho menos deseo lo que me motivaba a hacerlo.
Era miedo, puro y absoluto terror ante su crueldad, y sobre todo ante su actitud. Parecía no importarle nada, ni siquiera la muerte. Y eso me hacía temerle aún más.

Así que por una vez decidí hacer oídos sordos y tratar de no provocarle.

-          ¿Ves? La dejo sin palabras.
Thaerion gruñó por lo bajo, pero tampoco quiso contestar a sus fanfarronadas.

-          No sé cómo has podido escapar de la que has montado ahí fuera – comenzó a decir tratando de mantener un tono diplomático. – Pero has matado a uno de los líderes del aquelarre más importante de Bridgeport, y estoy seguro de que Isabella no descansará hasta matarte.

- ¿Isabella? Supongo que te refieres a la vampiresa aquella que no dejaba de berrear histéricamente – resopló con fastidio.
-          Era peor que una banshee – añadió.

-          Karl era su esposo, su compañero, llevaban juntos desde hace siglos.

-          Si, si, todo eso me quedó muy claro cuando apareció gritando como una loca. Pero no te preocupes por ella, y mucho menos por mi seguridad – mientras hablaba metió la mano en el saco y comenzó a sacar algo de éste con una sonrisa cruel dibujando su rostro.

Cuando vi el cabello negro enredado entre sus dedos aparté la mirada rápidamente. Negándome a ver aquello que mostraba. 

-          ¿Ves? Ahora estarán juntos eternamente. Para que luego digan que no me van los romanticismos.

Thaerion se acercó a mí instintivamente, dejando a un lado su bastón y agarrando mi mano temblorosa con fuerza para intentar infundirme parte de su calma.

- ¿Es ella…? – pregunté sin atreverme levantar la voz más allá de un quedo susurro. 
-          Si – afirmó dándome un suave apretón.

Tragué con dificultad, intentando reprimir las ganas de vomitar.

No la había visto, pero imaginar su último gesto plasmado en su rostro ya era demasiado difícil para mí.
Como cuando te dicen que veas un vídeo que da mucho miedo, pero se niegan a explicarte su contenido para que lo compruebes por ti misma y no estropear el susto final. Y te resistes a verlo porque tu imaginación recrea escenas demasiado aterradoras, que sólo con pensar en ellas te impiden dormir.

Supongo que hasta una criatura tan mezquina como Isabella merecía otro destino.

-          Me parece que tu amiga es demasiado impresionable.

-          Déjala en paz – le advirtió, tratando de no perder la paciencia.
- Entonces supongo que no querrá ver la otra que me traje de recuerdo – se encogió de hombros mientras volvía a guardar la cabeza de la vampiresa y echaba un vistazo dentro del funesto saco. – Una pena, a este creo que le conocía mejor. Era uno del grupo de los perros, creo.
La sospecha hizo que terminase posando la vista en el saco que tanto temor me inspiraba con los ojos llenándose de lágrimas, al tiempo que un grito sordo moría en mi garganta, dejándome casi sin respiración cuando mi imaginación volvió a hacer de las suyas.

- No, no, no, no…por favor, dime que no es él…
Hundí mi cara en el hombro de Thaerion intentando reprimir un descontrolado sollozo, intentando concentrarme en la dulzura con la que aferraba mi pelo y me atraía hacia sí para evitar que mirase, intentando no imaginar.

Volvía a repetirse, pero esta vez temía que la víctima elegida por aquel malnacido fuese alguien demasiado querido y cercano para mí.
No, me negaba, era imposible.

Sithan seguía vivo, Sithan no me dejaría nunca.

- Por favor no me sueltes, no voy a poder resistirlo…- me atraganté con mis propias palabras y tomé aire con dificultad, aspirando el olor a humedad de su pelo - dime que no es…abrázame…te lo ruego…
Sithan nunca permitiría que ese horrible ser le matase. Y menos de un modo tan indigno…ese condenado saco no podía contener los restos del hombre que había salvado mi vida.

Que me había protegido y reconfortado tantas veces. Aquel que con una simple palabra era capaz de hacerme sentir segura a su lado.

-          No es él – el pecho de Thaerion se elevó al suspirar con alivio y me abrazó con más fuerza todavía. – Tranquila, mi amor…- repitió dulcemente - él está vivo.
Miré de reojo para comprobarlo por mí misma. Y en cuanto vi que el cabello del dueño de su “premio” era rojo como la sangre y no negro, el consuelo que sentí fue tan profundo que de no haber estado apoyada en él habría caído al suelo al ser incapaz de sostenerme sobre mis piernas.

Ni siquiera me importaba quién era. Sólo me fijé en que era humano y no un lobo.

Alguien a quien no conocía, alguien a quien no quería como a un hermano. Tan sólo un muerto más en esa noche de locos que se había cobrado ya demasiadas víctimas.

Me incliné sobre mi vientre y vomité, me dio el tiempo justo para soltarme del abrazo de Thaerion, pero éste me ofreció su apoyó sujetando mi frente mientras acariciaba mi espalda con suavidad.
-          Cuánto drama por una simple cabeza – soltó sin emoción alguna.

-          Eres un cabrón… - replicó Thaerion.

Trató de separarse de mí con delicadeza cuando me recompuse, podía sentir cada músculo de su cuerpo tenso por la rabia contenida, pero yo me negué a soltarle.

Si lo hacía comenzaría un nuevo combate, y puede que su cabeza acabase también en ese horrible saco. Eso si no lo hacía la mía, porque en ese momento sólo me apetecía borrarle la sonrisa de un puñetazo.
-          Por tu alivio parece que no le tenías mucho cariño a este, se ve que me equivoqué – volvió a guardar la cabeza en su sitio mientras chasqueaba la lengua. - Una lástima, la próxima vez espero poder sorprenderte.

Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas sin control alguno y me enfrenté a él volviéndome con gesto furioso.
-          ¡Dinos que quieres de una maldita vez y déjanos en paz! – grité sin poder callarme por más tiempo. – ¡No me hacen ni puta gracia tus crueles bromas de sádico enfermizo!

-          Alidaen…

Un instinto salvaje y primitivo se apoderó de mí, me sentía como un animal acorralado, como una loba que debía proteger a su propia camada. Thaerion me agarró del brazo cuando me vio dispuesta a lanzarme sobre él y comenzamos a forcejear ante su atenta mirada.
-          Tranquilízate, por favor.

-          ¡No! ¡Suéltame! ¡Deja que le borre esa maldita sonrisa de su rostro!

-          Intenta ignorarlo, no le des lo que busca.

-          ¡No puedo! Creía que…creía que… - me mordí el labio, reprimiendo con dificultad las ganas de insultarle en todos los idiomas posibles.

-          Lo sé, pero él está vivo.

Entonces se echó a reír.
-          Menuda fiera te has buscado, – dijo - si es igual de fogosa en la cama entonces entiendo tu fijación por ella.

-          Cállate… - le advirtió Thaerion.

-          No, en serio. Me pone cachondo hasta a mí, y eso que yo no he sido quien ha disfrutado antes de uno de sus excesos de celo.

El obsceno gesto que acompañó a sus palabras dejó muy claro a qué se refería.

-          Se acabó…- dijo mirándome con la mandíbula apretada. – Alidaen, no te muevas de aquí.

Esperó un par de segundos a que me calmase, y finalmente fue él quien se abalanzó sobre el Vanar, incapaz de soportar por más tiempo sus provocaciones.
❧❃❧


La pelea que tanto buscaba aquel malnacido duró menos tiempo del esperado, pero a mí me pareció demasiado larga.
Thaerion no estaba en condiciones para enfrentarse a él, y el Vanar sentía una cruel fijación por la herida de su vientre, a la que no dejó de golpear hasta que cayó de rodillas sin fuerzas.
Dardo se agachó para clavar su inquietante mirada en los ojos de él, e introdujo dos de sus afilados dedos dentro de la herida con una cruel sonrisa dibujada en su rostro. 
La herida comenzó a sangrar profusamente, tiñendo de rojo la pálida piel de su vientre, que ya estaba manchada de sangre seca anteriormente.

-          ¿Ya te rindes?
-          ¡Thaerion! – exclamé corriendo hacia él.

-          ¡Te he dicho que te quedes allí! ¡No va a matarme! ¡Me necesita con vida!

Trató de sonreír con gesto dolorido pero desafiante mientras le devolvía la mirada.
-          A ti no…- comenzó a decir – al fin y al cabo pertenecemos al mismo bando. En eso tienes suerte.

Entonces se giró hacia mí y se llevó los dedos a la boca para lamerlos con repugnante lascivia.
-          Pero ella es una dalariel…nuestra enemiga ¿quién me va a impedir que lo haga?

-          No vas a ponerle una mano encima - gruñó furioso intentando levantarse.

Di varios pasos hacia atrás al ver aquel instinto asesino grabado en su retina, al tiempo que mi mano palpaba el mango de la daga escondida a mi espalda, tratando de infundirme cierta seguridad a mí misma.

- Seguro que me pagan una buena suma de dinero por su bonita cabecita rubia. De hecho…creo que me daría para tomarme unas largas vacaciones.
Sonrió y se levantó sin prisa alguna, golpeando a Thaerion en el pecho con su pie para hacerlo caer de bruces contra el suelo.

Intentó volver a levantarse, pero Dardo pisó su estómago y movió la punta de la pesada bota con inquina para hacerle gritar.
-          ¡Huye, Alidaen! – me rogó sin apenas fuerzas para hablar.

Pequeñas perlitas de sudor bañaban su cenicienta piel. Incluso contraídas por el dolor sus facciones resultaban demasiado hermosas y atrayentes para apartar la vista de ellas.

Negué con la cabeza.
Si iba a morir lo haría luchando, no huyendo de nadie. Y lo haría recordando hasta el mínimo detalle de su rostro, hasta el mínimo gesto.

Cumpliría la promesa que le hice.
Dardo se tomó su tiempo caminando hacia mi sin borrar su sonrisa, y se detuvo a tan sólo unos centímetros de mi cara.

- ¿Me tienes miedo, ninfa? 
Sacudí la cabeza hacia arriba y hacia abajo tragando saliva muy despacio.

Creo que mi gesto me delataba. ¿Para que negar algo tan evidente?

- Buena chica…
Acercó una fría mano a mi rostro, y lo acarició casi con delicadeza.

Olía a sangre y a sudor. A muerte.

Pero no a miedo.
El miedo era algo que sólo las criaturas mortales conocíamos realmente. Y yo tenía suficiente por los tres.

Vi por el rabillo del ojo a Thaerion arrastrándose hacia nosotros, pero era demasiado lento, el Vanar tenía tiempo de sobra para actuar.

Y yo tan sólo una ínfima oportunidad de éxito.
-          Casi me duele tener que hacerlo… - susurró, llevando su mano hacia abajo lentamente sin dejar de acariciarme. – Pero el trabajo es trabajo. Y viendo lo visto…si no me encargo yo de la parte sucia no se hará correctamente.

Aferré la daga con fuerza y traté de proyectar un rápido tajo hacia a su garganta. Sus reflejos no fueron suficientes para esquivarlo por completo, pero echó la cabeza hacia atrás y me agarró de la muñeca a tiempo, haciendo que el corte se desviase hacia su mejilla, rozándole el ojo izquierdo.
De un rápido tirón me desarmó sin esfuerzo y me agarró del pelo para estirar mi cuello y obligarme a mirarle fijamente.
La herida era lo suficientemente profunda como para impedirle abrir el ojo herido.

Parecía satisfecho… ¿es que no podía dejar de sonreír nunca?

Odiaba su sonrisa.
-          ¡Alidaen! – escuché gritar de fondo. - ¡No! ¡No lo hagas! ¡Iré contigo, te lo prometo! ¡Pero déjala!

Thaerion se lanzó con un sobreesfuerzo desesperado hacia él, y de una nueva patada volvió a quitárselo de encima como a un simple y molesto mosquito.

-          Demasiado tarde, cabalga palomas. Vendrás conmigo de todas formas.
Intentó hablar, pero en su lugar sólo salió una bocanada de sangre que escupió sobre la hierba.

Me dolía verle en ese estado, pero me alegraba saber que él no correría mi misma suerte y al menos tendría una oportunidad de salir de ahí con vida.
- Ahora sí que me duele tener que hacerlo – gruñó arrugando la frente. – Y eso que matar a las criaturas de tu continente me resulta de lo más divertido.
Clavó la daga en mi vientre sin apartar su ahora escasa vista de mi sorprendida mirada, soltándome para dejarme caer de rodillas al suelo mientras se deleitaba con mi estupefacción.

Una parte de mí rechazaba aquel destino. La otra ya había aceptado la muerte en el mismo instante que el frío acero atravesó mis entrañas.
-          Me gusta que me hagan sangrar – dijo mirándome desde arriba. – Alégrate ninfa, vas a morir sabiendo que hiciste más que los dueños de esas cabezas. Espero que eso te consuele.

Es curioso, pero recuerdo perfectamente cuáles fueron mis últimas palabras antes de abandonar este mundo. Y no fueron precisamente las más adecuadas para un momento así.

-          Y yo espero que…te quedes tuerto…hijo de perra.
Lo admito, no fue la mejor despedida.

Pero es que tampoco estaba para grandes discursos.