Erailne se dirigió hacia la cocina con nerviosismo, allí estaba Naera la sirvienta, que enseguida dejó sus quehaceres para atender a su señora, a la que veía muy preocupada.
- ¿Mi señora que os ocurre?
- Nera, necesito que hagáis algo por mí.
- Por supuesto, ¿qué desea?
- Necesito que llevéis algo para comer a la invitada.
- Pero señora, el señor Rethan ha dado la orden de que nadie les interrumpa.
- Nera por favor, lo que necesito es que os acerquéis con una excusa para enteraros de lo que están hablando, estoy muy preocupada.
- Mi señora…
Naera temía desobedecer la orden de Rethan, pero era incapaz de negarle algo a su señora, a la que llevaba sirviendo fielmente desde hacía más de treinta años y quería como a una hermana.
Los ojos de Erailne se llenaron de lágrimas, realmente tenía un mal presentimiento sobre esa anciana y el extraño comportamiento de su esposo durante los últimos meses, y por mucho que le doliese, todo parecía girar en torno a su embarazo.
- Sabéis que os quiero mi señora y haría lo que fuese por vos – contestó finalmente la fiel sirvienta, tratando de calmarla - no os preocupéis, trataré de escuchar todo lo posible sin que me descubran.
Y tras decir esto cogió una porción de pastel de lima que acababa de hacer y se dirigió hacia el pasillo, dejando a la preocupada madre en la cocina.
Naera se acercó sigilosamente a la puerta y escuchó voces detrás de ésta, sus señores parecían hablar con una mujer.
- Su nacimiento traerá la oscuridad a Édora, los condenados volverán a alzarse cuando la marca del Maldito vea la luz. Deberéis abandonar vuestro mundo, y allí donde vaya será perseguido por las sombras…
Naera no entendía nada, pero supo enseguida que hablaban del hijo de sus señores, motivo por el cual Erailne estaba tan preocupada.
Durante varios minutos discutieron sobre sus posibilidades, hasta que finalmente la dura voz de Rethan cortó la conversación.
- La criatura debe morir – sentenció sin emoción alguna.
Sobrecogida y terriblemente asustada por lo que acababa de escuchar, Naera no pudo evitar dejar caer el plato que tenía en las manos, que estalló en varios pedazos contra el suelo alertando enseguida a los señores.
- ¿Quién anda ahí? – la voz de Kheran sonó tensa.
Temblorosa, se agachó para recoger los pedazos mientras Kheran abría la puerta.
- ¿Qué haces aquí?
- S-señor…sólo vine a t-traerle un trozo de pastel a la invitada – por mucho que lo intentase no lograba ocultar su nerviosismo.
- Mi padre dio la orden de no…
- Hacedle pasar hijo – ordenó su padre - y cerrad la puerta.
Kheran asintió cogiendo del brazo a la sirvienta, que aún seguía temblando con los restos de cerámica en sus manos.
Al entrar lo primero que vio fue el horrible rostro de aquella anciana mirándola fijamente, con una extraña sonrisa en los labios.
- ¿Qué hacéis aquí? Creí haber dejado muy claro que no quería que nadie se acercase al salón mientras estábamos reunidos.
- Lo se señor, sólo quería…
- Os ha enviado mi esposa a espiarnos, ¿verdad?
Era difícil conocer el estado de ánimo de su señor, pero estaba segura de que en aquel momento lo menos inteligente era hacerle enfadar.
- ¿Su esposa, señor?
- No os hagáis la estúpida. Escuchadme bien, no diréis nada de lo que aquí hayáis oído a mi esposa, si realmente la apreciáis ella nunca debe saberlo.
- P-pero señor…
Rethan continuó hablando, mientras Kheran y la anciana guardaban silencio.
- La criatura no nacerá con vida, será una terrible perdida demasiado común en nuestra familia, por desgracia.
- Pero es un bebe sano, él…
- Nacerá muerto, y vos asistiréis al parto para corroborarlo.
Naera le miró confusa, aquel que hablaba no podía ser su señor, él amaba a Erailne, nunca le haría algo así. Kheran miraba el suelo entristecido mientras su padre hablaba.
- No lo entendéis, la vida de vuestra señora depende de ello – por un momento su voz pareció quebrarse pero enseguida hizo una pausa y su gesto se endureció aún más, sus ojos color carmesí se clavaron en los de la asustadiza sirvienta – y la vuestra depende de lo silenciosa que seáis.
- S-sí mi señor… - contestó casi sin voz.
- Podéis retiraros.
La sirvienta se inclinó y se dispuso a marcharse, cuando escuchó una voz de mujer en su cabeza.
“Debéis alertar a vuestra señora de lo que habéis escuchado”
La voz parecía provenir de una mujer joven, pero era incapaz de reconocerla, inconscientemente se giró hacia la anciana, que había desaparecido dejando un rastro de niebla y luz.
- No será la última vez que la veamos padre.
- Lo sé, será mejor andarse con cuidado – entonces se giró hacia Naera – y vos, ya sabéis lo que tenéis que hacer. Ahora dejadnos solos.
- S-sí, señor.
Naera no lo tenía nada claro. ¿Qué debía hacer? ¿A quién debía hacer caso? Si Rethan era capaz de matar a su propio hijo, no le cabía ninguna duda de que su vida corría peligro si decía una palabra, pero aquella voz en su cabeza…y su señora, ¿cómo podría ella ocultarle algo así? ¿Qué derecho tenía a engañarle de ese modo?
Y lo más importante de todo, ¿qué pretendía realmente aquella extraña anciana?
- Madre, ya queda menos...
Interesante relato. He empezado a leer hace poco tu blog y me ha parecido fascinante, poco a poco me estoy poniendo al día con la historia, pero no he podido evitar comentar antes de haber terminado de leerme todo lo que has escrito.
ResponderEliminarContinúa así y sigue mostrándonos un poco más de lo que encierras en tu mente. Que nos tienes a todos enganchados.
¡Muchísimas gracias! Me alegra que te guste el relato y sientas curiosidad por saber un poco más de lo que encierro en esta cabeza dura ;) ¡Un besazo!
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