miércoles, 13 de julio de 2011

RELATO: MARCADO Y MALDITO (Cuarta Parte)

Los meses pasaron, y la llegada de la criatura era ya inminente.

Durante todo ese tiempo, Naera no había tenido el valor suficiente para contarle a su señora lo que había escuchado, pero aun así, la sospecha de Erailne se hacía cada día más difícil de llevar.
Rethan había alertado sobre ello a sus dos hijos, y aunque sentían lástima por su madre, a la que veían tan ilusionada con su nuevo embarazo, ninguno se atrevía a contradecir a su padre.

Tanathya, que la mayoría del tiempo lo pasaba luchando en la frontera que dividía Édora en dos mitades, decidió quedarse a cuidar de su madre hasta la llegada del bebé. Y aunque nunca había sido muy dada al afecto, pues consideraba cualquier muestra de este como una debilidad, poco a poco fue despertando una parte de ella misma que ni conocía y sintiéndose más identificada con su madre.
Kheran apoyó a su padre desde un principio, y decidió compartir junto a él la terrible carga de aquel crimen, aunque en el fondo deseaba que todo aquello fuese una mentira, que aquella anciana se equivocase y el bebe no naciese marcado.

Finalmente el día del nacimiento llegó, y la noche antes Erailne tuvo un sueño, tan real y doloroso que despertó entre gritos y lágrimas.
A su lado no estaba Rethan, el cual como cada mañana desde hacía meses despertaba mucho antes que ella para evitarla, y pasaba horas encerrado en la biblioteca o entrenando, tratando de no pensar en todo aquello.  
Desesperada, llamó a su sirvienta tratando de buscar consuelo en alguien cercano.
Naera acudió enseguida, y al verla en ese estado no pudo evitar unirse a su sufrimiento mientras le relataba su sueño entre sollozos.

- Nera, he soñado con este día, he soñado que despertaba y tenía a mi bebé en brazos, pero él estaba muerto…y mi esposo…y mis hijos…me miraban y repetían una y otra vez “tú tienes la culpa” mientras esa anciana reía sin parar…

Erailne se aferró a sus brazos y la miró a los ojos.

- Yo sé que tu escuchaste algo aquel día…por favor, necesito saberlo – le suplicó – tengo un mal presentimiento, sé que algo malo va a ocurrir.
Naera no pudo aguantar más la culpa, y a pesar de las advertencias de su señor decidió contarle todo mientras Erailne la escuchaba horrorizada.

- Ay señora, perdonadme por no habéroslo contado, pero tenía miedo.

Erailne no contestó, y sin pensarlo, se levantó de la cama y corrió hacia la sala de entrenamiento, donde se encontraban su esposo y su hijo practicando con la espada.
- Decidme que no es cierto.

Rethan guardó silencio, pues sabía bien a qué se refería.
- Madre, ¿qué pasa?

- ¿Seréis capaz de hacerle daño? – después miró a su hijo - ¿Y tú, hijo? ¿Quién de los dos se atreverá a hacerlo? – pregunto sin creerse aún que estuviese preguntando algo así a sus seres más queridos.

- Es necesario Era – contestó Rethan mirándola fijamente.

- ¿Necesario decís? – la rabia era cada vez más palpable en su voz, tanto que podía notar el regusto amargo que dejaba en su garganta.

- Madre, comprended que es por el bien de la familia. La profecía hablaba de ello desde hacía siglos. No culpéis a padre…él teme que vos…

- Silencio - interrumpió Rethan volviéndose hacia su hijo.

- Padre, ella debe saberlo…quizás así lo comprenda.
- ¿Comprender qué? ¿Comprender qué queréis arrebatarme lo que más quiero?

- ¡Pero si aún no ha nacido! – contestó Rethan demasiado alterado como para disimular su propio dolor - no sabéis como será, ni siquiera sabéis si nacerá con vida, no sería el primer bebé perdido en la familia, cuando me conociste sabias que algo así podría pasar, conocías nuestra maldición.

- No sé nada de él salvo que le quiero como a cualquiera de vosotros y aún no lo tengo entre mis brazos. No quiero ni pensar qué sentiría si lo perdiese, no podría soportarlo.
 
- Eres fuerte Era, tendrás que vivir con ello.
La dureza de su esposo desarmó la poca cordura que le quedaba, y en un intento desesperado por convencerlo le arrebató la espada y se apuntó a sí misma con ella.

- Entonces cavad ahora mismo dos tumbas, porque seré yo quien acabe con nuestras vidas.

- ¡Madre! - Kheran intentó detenerla pero Rethan se colocó delante de él y alargó la mano hacia Erailne.

- Era, ya basta, dame la espada.
Pero Erailne no estaba dispuesta a obedecer aquella vez.

- Prométeme que no harás daño a nuestro hijo – ordenó mirándole fijamente.

Por primera vez el orgullo de Rethan flaqueó, pues sólo había una cosa que él temía, y era perder a su esposa.

“Por su culpa perderás aquello que más amas”, recordó.

- Pero no ahora… - susurró para sí mismo.

Y dando un paso hacia su esposa le dio su palabra de no hacer daño a la criatura, a pesar de saber que algún día, tarde o temprano, terminaría perdiéndola.

- Te lo prometo.

2 comentarios:

  1. Me encanta como usas la tercera persona para narrar. Ya habíamos podido comprobar que la primera persona la dominas a la perfección y estos relatos nos permiten ver la gran técnica que posees.

    Sigue adelante y no flaquees, la cordura de tus fans depende de ti ;)

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    1. Y mis ganas de escribir (y también un poco mi cordura) depende de que haya gente como tú cerca recordándome que debo seguir escribiendo. Muchas gracias por pasarte por aquí y dejar tu huella ^^

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