lunes, 12 de septiembre de 2011

CAPÍTULO V.II

❧❃❧ V. DESENTERRANDO TEMORES ❧❃❧

❃ (SEGUNDA PARTE) 

Casa de Herald e Isabelle – Abril de 2006 (4 años antes)



(Más tarde)
- Alidaen ¿puedes venir un minuto? – dejé los platos en la encimera y corrí a la llamada de Herald.
Al abrir la puerta vi a mi maestro junto al hombre que encontré en el jardín, éste se levantó de su asiento nada más verme y sonrió de forma muy extraña.

Era muy alto y de complexión fuerte, hombros anchos y rostro varonil de mandíbula cuadrada. Aparentaba la edad de Herald, debía rondar los cuarenta años y en general resultaba un hombre bastante atractivo.
 No sabía bien porque, pero había algo en él que me inquietó desde un principio. Supongo que era ese aura de poder que desprendía y solía dejar a todas las personas como yo por debajo de él.

- Acércate muchacha, te presento al señor Johan Hamming.
Me acerqué bastante avergonzada e hice un gesto educado a modo de saludo.

- Un placer, señor Hamming.

- Ella es Alidaen, mi pupila.
Para mi sorpresa tomó mi mano y la besó en el dorso, como en aquellas historias que tanto había leído en mi adolescencia. Después de arrodillarse ante mí me miró directamente a los ojos.

- El placer es mío – después se dirigió hacia mi maestro – veo que no estabas exagerando, se parece mucho a ella.

Miré a Herald extrañada sin saber de quién hablaban, él me devolvió la mirada sin hacer comentario alguno al respecto. Sus ojos color verde parecían algo melancólicos.

- Johan es amigo de la familia desde hace muchos años y es un importante empresario de la capital. Construcciones Hamming fue fundada por su abuelo, y él está ahora a cargo de la empresa, entre otras fundadas también por él.

Asentí educadamente, aunque poco me importaba saber que aquel hombre era dueño de medio mundo empresarial. No entendía aún demasiado bien el concepto de poder y propiedad, ni lo mucho que el dinero podía influir en nuestras vidas.

- Tenía muchas ganas de conocerte, Alidaen. Herald me ha hablado muy bien de ti, dice que eres una muchacha muy trabajadora e inteligente.
Nunca me hubiese definido como una persona inteligente, pero me sentí halagada de escuchar aquellas palabras dirigidas hacia mí.

Apenas había ido a la escuela y la mayor parte de los conocimientos que tenía los había adquirido junto a mi abuela, yo no había sido como las demás chicas que iban al instituto todos los días a estudiar junto a otros chicos de su edad. Aun así había aprendido a leer a edad muy temprana, y me gustaba acudir a la biblioteca en busca de libros de todo tipo. Las matemáticas y ciencias no se me daban demasiado bien, pero adoraba la literatura y la historia del arte.

Por desgracia mi abuela Fionah se fue demasiado rápido y sin avisar, y yo quedé completamente sola a los 15 años, sin tener ni idea de donde procedía ni quien era mi verdadera familia. Tampoco le pregunté, nunca me hizo falta más cariño que el suyo y supongo que no me di cuenta hasta que ya era demasiado tarde de que llegaría un día en el que ella no estaría y tendría que valerme por mí misma.

Fue un año bastante duro, en el que intenté por todos los medios evitar que me llevasen a un centro de acogida.

Supongo que Herald sintió lástima por mí y se dio cuenta de mis carencias bastante rápido y gracias a él pude quedarme en mi casa y seguir aprendiendo de lo mucho que él podía ofrecerme. Me tomó como su pupila y yo a cambio decidí trabajar para él, ayudándole a él y a su esposa en todo lo que podía.
Para Herald era como una hija, para Isabelle un lastre insoportable e inútil que nunca hacía nada a derechas.

- Necesito una ayudante nueva en mi despacho, y estoy buscando a una joven con ganas de trabajar. Herald dice que eres perfecta para el puesto. 
- Ya eres mayor de edad y creo que te vendría muy bien el trabajo – añadió Herald.

- En principio te dedicarías a tareas muy sencillas: redactar algún que otro informe o carta para mí, ordenar el papeleo, hacer algún recado. ¿Te ves capacitada para ello?
Quedé en silencio unos segundos, sin saber muy bien qué contestar. Al final decidí ser sincera.

- Le agradezco mucho que piense en mí para el puesto señor, pero ni siquiera se encender un ordenador, nunca he manejado un teclado y en general los aparatos electrónicos no se me dan demasiado bien. Suelen echar chispas en mi presencia.
Él me respondió con una risotada, Herald sonrió de forma afectuosa y se puso a mi lado para apoyarme.

- Pero aprende rápido y a humildad no le gana nadie.

- Herald confía en ti y yo confío en la palabra de mi amigo, no te preocupes, en un par de meses sabrás manejar un ordenador como si llevases toda la vida haciéndolo.

¿No estaba exagerando un poco? ¿Y por qué tanto interés por contratarme pudiendo meter en la empresa a alguien mucho más competente y con experiencia?

Lógicamente en ese momento no me hice esas preguntas y me sentí muy agradecida y afortunada por contar con su confianza.

-          Es usted muy amable al confiar en mí, acepto el puesto señor, espero no defraudarle.
-          Y yo espero que no lo hagas.
Así fue como conocí al señor Johan Hamming: Famoso empresario, soltero, millonario, y el hombre más cabrón que pude conocer en la vida.

Claro que entonces…yo no lo sabía.




(Comentario sobre el capítulo)

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