jueves, 29 de septiembre de 2011

CAPÍTULO VII:

❧❃❧ VII. PALABRAS DE UN CONDENADO ❧❃❧


No suelo escribir sobre mí. ¿Para qué? A nadie le importa lo que yo haga o piense. De hecho, es tan poco lo que recuerdo de mi pasado que ni merece la pena contarlo.
Lo único que sé es que desde que llegué a este mundo, he estado destinado a algo que ni yo mismo entiendo. Y que para llegar donde me encuentro ahora mismo tuve que vender mi alma.

Soy un condenado, un ser escogido por los dioses para caminar entre las sombras y mezclarme con ellas, sin ser realmente parte de su mundo. Ni siquiera sé porque me escogieron a mí, pero sé que fui yo el que tomó la decisión de convertirme en lo que soy.
¿El motivo? Ni idea, pero debió de ser uno bastante bueno, no me considero tan capullo como para aceptar esta mierda por cosas como la vida eterna y demás rollos. Al fin y al cabo ¿quién quiere vivir eternamente en un mundo que se hace pedazos a pasos agigantados?

No recuerdo mi verdadero nombre, ni si tenía o no familia. No sé cuál es mi edad verdadera, pero sé que antes de llegar aquí pasé demasiado tiempo entrenándome para convertirme en lo que soy. Puede que tenga más de cien años, pero no aparento más de treinta. Y es que en Édora, el mundo al que pertenezco y de donde vengo, el tiempo pasa de forma muy distinta a éste.
No recuerdo haber amado nunca a nadie, pero estoy seguro de que lo hice, y ahora mismo es una de las pocas cosas que podría asegurar sin miedo a equivocarme. Sé que es una locura, sobre todo habiendo perdido cualquier retazo de información sobre esa persona, pero hay algo dentro de mí que me dice que tengo razón… algo que me hace sentir vivo aún, a pesar de estar continuamente rodeado de muerte.
Pero basta de hablar del pasado, carece de importancia ahora mismo.

Os preguntareis porque me ha dado por escribir ahora sobre mí. Pues bien, el motivo es bastante simple…sencillamente no quiero volver a quedarme en blanco. Y si algún día vuelvo a perder la memoria al menos me gustaría tener algo a lo que aferrarme.

Así que será mejor que me presente, aunque no sea con mi nombre real.
Me llaman Valo, aunque mi nombre de pila es Arian. Valo era el protagonista de un libro de vampiros que leí hace un tiempo, el Conde Valo, ¿notáis la ironía? Bueno, quizás no. Pero supongo que más adelante lo descubriréis.

Aunque suene raro he pasado casi toda mi vida en otro mundo, al menos la que recuerdo, pero llegué a Bridgeport hace dos años y desde entonces me he establecido como un miembro más de la ciudad de los rascacielos.
Para la gente normal soy un simple músico errante que va de un lado a otro ganándose la vida con su guitarra. Y debo decir que no se me da del todo mal. Yo mismo compongo todas mis canciones y por el momento me va bastante bien, al menos me da para pagar mis vicios. El resto, mi ático y mis facturas, proviene de otro tipo de ingresos de los que ya hablaré.

Pero bueno, ya que he sacado el tema…hablemos de mis vicios.
Me gusta el tabaco y adoro el sabor de un buen vino. Me gusta viajar de un lado a otro, observar a la gente sin llegar a mezclarme con ella y descubrir sus costumbres e historia. Soy una persona bastante solitaria y extremadamente perfeccionista, me gusta hacer las cosas por mí mismo y a mi manera y tengo muchas manías. Entre ellas el orden, me gusta que las cosas estén en su sitio y saber donde he dejado cada una de ellas.
Otro de mis vicios, aunque por este sí que no pago (no penséis mal, a una copa o una cena siempre invito) es el sexo. Mi trabajo me hace conocer a bastantes mujeres, a las que suelen atraerle los tipos raros como yo. Y cuando me apetece no tengo ningún reparo en seducir a una desconocida para llevármela a la cama. Aunque nunca, y dejo bien claro esto, me acostaría con alguien que no quisiese realmente estar conmigo. Tampoco me gusta mentir, y no prometo nada que no vaya a cumplir. Respeto y adoro a cada una de las mujeres que han pasado por mi cama, pero no amo, ni he amado nunca a ninguna de ellas. 

Y ellas lo saben.
 Podéis pensar que soy un chulo, un cerdo o cualquier calificativo similar, pero nunca podréis llamarme mentiroso. Si me hacen una pregunta que puedo o quiero responder, siempre obtendrán de mí la verdad. Sino simplemente guardaré silencio, que es lo que mejor se me da hacer.

Y es que en mi verdadero trabajo, aquel por el que estoy en este mundo y del que no puedo librarme aunque quisiera, el silencio está muy bien valorado.
Por eso entre sus miembros, a los que nos dedicamos a este trabajo suelen llamarnos “Sombras”. Un buen nombre para definir a aquellos que están continuamente viviendo entre ellas.

Y después de este rollo, será mejor que empiece a contar cómo llegué a este mundo, a esta ciudad llena de delincuencia, estrellas en potencia y seres que comparten vida con los humanos sin que éstos últimos tengan ni idea de su existencia.

(Bridgeport, 1 de Noviembre de 2008)


Llegué a Bridgeport el día de los difuntos, o más bien la noche.
No sé bien como lo hice, pero recuerdo haber atravesado un portal oscuro y aparecer en medio de la nada. 

Caminé durante horas hasta llegar a la ciudad.

Hacía mucho que habían pasado las doce de la madrugada y podía verse aún en las calles bastante ambiente festivo. Los niños habían vuelto a sus casas con las bolsas y sombreros de brujas cargados de dulces, y sólo quedaban un montón de jóvenes con ganas de fiesta buscando lugares que abriesen a esas horas para continuar la marcha hasta el amanecer.
Mi vestimenta y mis pintas totalmente sacadas de época no llamaron la atención de la gente con la que me crucé (así es la magia de Halloween), y no tuve ningún problema para mezclarme entre esas personas que por aquel entonces me parecían tan extrañas.

Me sentía bastante desorientado y no recordaba qué hacía allí ni quién era, así que vagué sin rumbo hasta que mis pies me llevaron al cementerio de la ciudad.
Allí fue donde me encontré con ella.

Iba vestida de rojo, y el color de su piel, tan pálida como la luna, relucía como si se tratase de una aparición.

Sonrió al verme, y a pesar de no recordarla supe que me había estado esperando.
Me acerqué en silencio y vi que me ofrecía su mano. Automáticamente hinqué una rodilla en la tierra y la besé respetuosamente.

- Mi señora.
- Has tardado, pensé que te habías perdido – su voz era suave como la seda y hablaba como si ya me conociese de antes.

- Lo siento, no sabía que me estaba esperando hasta ahora.

Ella negó con la cabeza quitándole importancia, y apartó la mano con un delicado movimiento.

Me quedé de rodillas, contemplándola, esperando su permiso para poder hablar o moverme, y esperando sobre todo que ella pudiese aclarar todas las preguntas que se agolpaban en mi cabeza.

- Ya habrá tiempo para ello – dijo como si hubiese leído mis propios pensamientos – sólo necesitas saber que yo he cumplido mi parte del trato y ahora te toca a ti cumplir la tuya. Ahora levanta.

Hice lo que me dijo.

- ¿Trato? – mi voz sonó confusa.  
Como era de esperar no recordaba haber hecho ningún trato.

- Estás aquí, era lo que querías. Y tendrás que trabajar para mí para saldar tu deuda.

La miré unos instantes en silencio, sopesando sus palabras y su mirada. Decía la verdad.

¿Pero porqué querría yo estar allí?

- Dígame qué debo hacer – contesté sin pararme a pensar en el coste de aquellas palabras, al fin y al cabo, yo siempre cumplía con mis promesas.

- De momento quiero que conozcas a alguien.
La dama de rojo, de la que por aquel entonces ni conocía el nombre, giró la vista hacía un lado y de entre las sombras proyectadas por un viejo roble apareció una figura oscura, que fue adoptando la forma de un hombre conforme se fue acercando. Sus pasos eran imperceptibles, a pesar de que el camino estaba lleno de hojarasca, y hasta que no llegó no me di cuenta de que realmente no caminaba, sino que se desplazaba con las sombras.
- Sígueme – fue lo único que dijo, y echó a caminar. Esta vez como alguien normal y corriente.

Yo me volví de nuevo hacia ella, esperando su aprobación.

- Ahora eres su aprendiz, y será a él a quién sirvas mientras yo no esté – me explicó ella.

- ¿Pero usted no vendrá? – pregunté desorientado como un niño al que acaba de dejar su madre en manos de un desconocido.

Negó con la cabeza con una sonrisa tierna dibujada en sus labios. Me acarició la mejilla, y mi cuerpo se heló ante su contacto.
- Pronto mi chiquillo, muy pronto estaré contigo.

No sabía muy bien cómo tomarme aquella promesa, pero asentí obedientemente.

Me sentía extraño ante su presencia, normalmente hubiese reaccionado con desconfianza, pero me resultaba imposible rechazar cualquier palabra de aquella mujer de ojos del color de la sangre.

Y antes de que pudiese contestar desapareció envuelta en un halo de oscuridad, dejándome a solas con la persona que durante estos años, me ha enseñado a ser lo que soy.

Una Sombra…

6 comentarios:

  1. Increible. Resulta ser un personaje bastante interesante, un poco mujeriego pero sincero. Llama la atención el hecho de no tener memoria. Y viendo como va la cosa.... ¡QUIERO LEER EL SIGUIENTE CAPITULO! (arrebato de niña pequeña). De verdad, sigue así porque me ha encantado. :)

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  2. Jajaja si, es un personaje interesante ya lo verás, ha cambiado mucho con los años, antes era más inocente con las mujeres xD Ya tengo el siguiente capítulo y ahora ando sacando las imágenes, que es en lo que suelo emplear más tiempo, a ver si saco aunque sea la primera parte que es cortita pronto. Gracias por comentar!!

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  3. "live forever in a world that is shattered" how beautifully poetic... your story sings to my heart.
    The pictures... eyes, nose and mouth - quite a statement... I love your story.. it is wonderful.

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    1. Is wonderful that you like so much, is a pleasure to write for people like you! (sorry for my bad bad english! >_<)

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