CAPÍTULO VIII: Instinto Cazador II

(SEGUNDA PARTE)

Música: Sin And Restitution (Future World Music)

Thaerion…no sabía casi nada de él y ya me caía como el culo.

Escuchar ese nombre entre susurros de placer (que debían haber sido dirigidos solamente hacía mí) me había dolido, pero que lo hiciese en ese momento me sentó como una patada, y me desconcertó más que nunca.

   

¿Por qué ella seguía atormentándome de esa forma? Yo NO era él.

Aunque…

¿Y si existía la mínima posibilidad…de que estuviese equivocado? ¿No debería reconsiderarla? ¿No debería intentar averiguar algo más sobre ese hombre que supuestamente tanto le recordaba a mí (o yo a él)?

-          Mírame a los ojos y dime que no me reconoces – dijo con seriedad, quitándose de un tirón la peluca que cubría su cabello rubio.

A esas alturas cualquiera que la buscase ya la habría reconocido, así que tampoco importó demasiado que lo hiciese.

Llevé mi mano a su pelo, soltando con delicadeza la densa mata de cabello rubio que brotó como una cascada de oro sobre sus hombros. Era suave y fresca al tacto…como si entre las hebras que lo formaban hubiese alojadas minúsculas gotas de agua cristalizada que no llegaba a mojar los dedos.

   

Tragué saliva con dificultad, e hice lo que me pedía mientras trataba de encontrar su recuerdo en medio del manto negro que envolvía mi pasado.

Una parte de mi mismo quería creerla, y sus ojos me decían que no mentía. Pero por mucho que me esforzaba por intentar aceptarlo mi cerebro seguía rechazando esa idea, produciéndome un dolor terrible que se expandía desde mis sienes al resto de mi cuerpo en forma de descargas, como si algo más allá de mi entendimiento quisiera evitar que pensase en ello más de lo necesario.

-          Te equivocas otra vez – dije tratando de esforzarme por sonar convincente.

-          No, no me mientas…sois idénticos, las cicatrices…los mismos ojos, la marca en tu pecho – hizo una pequeña pausa antes de seguir hablando - …lo que siento por ti.

  

-          Alidaen…no soy él – contesté finalmente, llevando mi mano a su mejilla para acariciarla – y lo sé porque yo nunca podría olvidarte.

Ella me miró apenada, decepcionada en cierto modo y yo apreté la mandíbula con fuerza fijando la vista en el suelo, incapaz de enfrentarme de nuevo a aquella mirada suplicante y esas imágenes que volvían a agolparse en mi cabeza.

Entonces Isabella volvió a hablar, divertida ante la escena. Y sus palabras empezaron a confundirme y cabrearme aun más.

-          ¿Y nunca te has preguntado porque sientes ese vacío cuando yaces con una mujer?

-          Hoy no – contesté convencido de ello.

Aquella noche había sido distinta en todos los sentidos, ella me llenaba…con ella me había sentido completo por primera vez en mi vida.

Al menos por mi parte yo sabía a quién quería.

-          ¿Seguro? – preguntó, intentando quebrar mi certeza.

La miré directamente a los ojos, si quería probarme estaba dispuesto a repetirle una y mil veces lo que sentía por esa mujer, que contemplaba la escena absorta, como si no acabase de digerir lo que estaba ocurriendo.

-          Tan seguro como de que estoy vivo… ¿puedes decir tú lo mismo?

Isabella contestó con una sonrisa pretenciosa.

-          Vamos Halcón, conozco bien esa mirada…son muchos siglos los que arrastro y he visto la sed de mis Infantes miles de veces. Y la tuya aunque adormilada por el olvido sigue latente dentro de ti.

-          Yo no soy tu Infante – contesté cansado de escuchar tanta patraña – te repito que no soy como vosotros.

-          Lo sé, pero entonces… ¿Por qué motivo crees que compartes nuestros dones?

No tenía ni idea, Lobo nunca me había hablado de ello, siempre evitaba dar cualquier respuesta sobre mi pasado. Sobre lo que era.

Ella debió percibir mis dudas, y aprovechó para seguir hablando.

-          Dime que nunca te has preguntado a qué sabe, que no has deseado hincar tus colmillos en su piel mientras besabas su cuello o sentías el bombeo de su sangre a través de sus venas…

Su voz cargada de sensualidad parecía despertar aquel instinto que pocas veces me invadía, y que esa noche en concreto había vuelto a aflorar con más fuerza mientras la hacía mía y probaba cada centímetro de su cuerpo con mi lengua.

Recordé la primera vez que la vi, tumbada sobre el suelo y sangrando tras el ataque de aquel vampiro. El delicioso aroma que desprendía…y cómo tuve que obligarme a apartar la mirada de su herida durante segundos antes de poder tocarla.

Tragué saliva, mirando de reojo aquellos labios entreabiertos que hacía tan sólo unos minutos habían sido mi único consuelo, bajando lentamente hasta la suave curva de su mandíbula, hasta el surco de su cuello donde había hundido mi rostro y aspirado el aroma de su piel…

Y sentí como una fuerza que no era mía del todo tiraba de mi cuerpo hacia el suyo para volver a poseerla allí mismo.

Ella me miró confusa, pero a la vez correspondiendo al deseo de mi mirada de la misma forma.

¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué las palabras de aquella maldita vampiresa me afectaban de ese modo?Ninguno de ellos me había podido hechizar antes y no podía permitir que lo hiciese en ese momento.

-          No uses tus trucos conmigo… - advertí girándome hacia Isabella.

-          No son trucos, Halcón – dijo seriamente – llevas demasiados años sin alimentar a nuestro señor y es normal…que tenga algo de apetito.

-          Kaele… - dije con voz profunda.

Su nombre llegó a mi cerebro sin pensarlo, era el mismo que pronuncié en aquel sueño.

-          El dios de las Sombras en Édora, nuestro mundo – contestó Karl – y también tu Señor.

Aquellas palabras golpearon con fuerza la coraza que se había creado en torno a mi memoria, y casi sin ser consciente de ello empecé a recordar parte de mi vida en aquel mundo, de aquellos años al servicio de ese dios…

Cerré los ojos con fuerza, intentando asimilar todas aquellas imágenes hasta ahora olvidadas, y sin darme cuenta caí al suelo de rodillas mientras escuchaba la preocupada voz de fondo de Alidaen.

-          ¡¿Qué le habéis hecho?! ¡Dejarle en paz!

Pero yo estaba muy lejos, cada vez más, y durante segundos perdí la consciencia de todo lo que me rodeaba para recordar mi lugar de origen.

Para volver…a mi hogar.

(RELATO: Vuelta al Hogar I )

(Bridgeport – Club Darkness)

Música: The Vision (X-Ray Dog)

Al despertar recordé lo que había hecho…

Recordaba sus gritos ahogados por el miedo… convertidos en gemidos placenteros mientras absorbía lentamente el poder que emanaba de sus venas para alimentar a mi señor y aplacar una sed que no era mía realmente, pero que formaba parte de mí y me quemaba por dentro.

Las súplicas de aquel muchacho (mi sobrino al parecer) pidiéndome que la dejase vivir mientras inútilmente ella se aferraba a sus últimos instantes de vida para seguir disfrutando de aquel abrazo mortal.

Recordaba ese instinto de cazador que se apoderaba de mí cada vez que acechaba a una víctima, y como aquella Dalar sólo fue una de las muchas (la mayoría miembros de su raza) que sirvieron como alimento del dios de las Sombras, Kaele, al que yo servía como su Elegido.

Y al ser consciente de aquello sentí como si una parte dormida en mi interior despertase al darme cuenta de lo que era realmente.

Entonces… la vi a ella.

Llena de vida y tan hermosa que dolía al mirarla. Acercando sus labios a los míos e impregnándome de aquel aroma que tanto me recordaba a esa tierra bañada de luz y de donde ella procedía realmente.

Andhüne, el territorio de los dalariel…Enemigos de mi raza durante siglos y a los que maté sin compasión antes de llegar a este nuevo mundo.

Aquel aroma que me hacía desearla de un modo insaciable, pero que a la vez me instaba a devorarla como había hecho anteriormente con todos los miembros de su raza que se cruzaron en mi camino.

Y entonces entendí las palabras de Lobo.

“Aléjate de ella si no quieres terminar matándola”

Me incorporé con dificultad, apoyando la cabeza contra la pared que teníamos a nuestra espalda mientras ella me miraba con gesto preocupado.

-          Vete de aquí, Alidaen – dije notando mi garganta arder de una forma cada vez más familiar – rápido.

-          No pienso dejarte aquí sólo con esos seres – contestó ella negando con la cabeza.

-          ¡Te he dicho que te largues! – grité golpeando la pared con el puño, y haciendo que ésta se abriese, dejando a la vista un nuevo pasillo a oscuras y una escalera que ascendía al fondo.

-          N-no…- volvió a repetir visiblemente afectada por mi comportamiento.

Pero no había tiempo que perder, estaba demasiado sediento, y por primera vez después de mucho tiempo volví a percibir los susurros de mi Señor pidiendo ser alimentado.

Era una voz masculina y susurrante, una voz que sentía dentro de mí y me arrastraba hacia un camino olvidado durante demasiado tiempo. Pero era calmada…y no parecía molesta a pesar de haber sido ignorada durante todos esos años. Como si todo el tiempo que había pasado hubiese estado esperando pacientemente a que llegase ese momento.

Intenté sacarla de mi cabeza y centrarme en aquel mundo que parecía cada vez más lejano y en el que me encontraba realmente, siendo observado como si me tratase de un nuevo sujeto de experimentos por parte de esos condenados vampiros.

Hasta que volví a escucharla a ella, con aquella voz que  era como una suave melodía en medio del bosque, como un tímido riachuelo entre los árboles, claro y cristalino. Y tan dulce que casi podía saborearla.

Saborearla…me moría de ganas de volver a hacerlo.

-          No me dan ningún miedo si estoy contigo…haré lo que me dicen y nos iremos pero por favor… - intentó acariciar mi rostro, pero aparté la cara con brusquedad y me di la vuelta dándole la espada.

-          ¿Es que no lo entiendes? – pregunté mirando al frente y tratando de sonar lo más sereno posible, mientras notaba sus manos recorriendo mi espalda, rogándome silenciosamente que la mirase – no es de ellos de quien quiero protegerte.

Y antes de que contestase la empujé hacia el pasillo, colocándome delante para impedir la entrada a cualquier vampiro que intentase colarse mientras éste se cerraba y me alejaba de la persona que amaba y a la que había jurado proteger a toda costa…

…aunque eso significase tener que hacerlo de mí mismo.

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