CAPÍTULO XIV: Vuelta a las Sombras

(Bridgeport – 6 de Enero)

Música: Russell Bell - Offworld

El entrenamiento con mi nuevo “maestro” había empezado dos días después del incidente en su despacho. Y de momento no iba tan mal como pensaba en un principio.

Serpiente era un digno adversario, no poseía la capacidad de concentración ni la fuerza de Lobo, tampoco su técnica. Pero era inteligente y sabía analizar mis movimientos para poder adelantarse a éstos. No era más rápido ni más diestro que yo en el combate, pero se aprovechaba de mis debilidades para hacerlas jugar en mi contra.

Puede que en potencia dejase bastante que desear en comparación con otro vampiro, pero sin duda era astuto, y eso podía convertirlo en un enemigo mucho más peligroso.

Solía provocar mi ansía y despertarla con demasiada facilidad, haciéndome ver que le necesitaba para poder controlarla. Y yo caía en cada provocación suya como si fuese un puto neófito sin ningún tipo de dominio sobre mí mismo.

Le necesitaba. Me jodía admitirlo pero era así.

Ya que cada día resultaba más difícil ignorar aquella voz en mi cabeza que me instaba a probar la sangre de otro ser. Incluso la presencia de los humanos había empezado a perturbarme, quería arrebatar una vida, necesitaba alimentar con ella a Kaele.

Pero me negaba a dejarme caer en ese deseo, y para ello necesitaba ayuda.

Aun así no dejaba de pensar en las consecuencias de mi vuelta a las Sombras. Cada día me fiaba menos de Serpiente, y me extrañaba que fuese tan fácil ganarme su favor.

Mientras luchaba, daba vueltas a nuestra anterior conversación.

(Bridgeport, 4 de Enero)

-          ¿Qué piensas ofrecer a cambio de mi ayuda? – preguntó con una sonrisa satisfecha.

-          ¿No te basta con mi presencia? Creía que te gustaba.

El sarcasmo a veces me ayudaba a crear un muro entre mi lucha interior y el resto del mundo.

-          Veo que sigues teniendo humor a pesar de todo. No te vanaglories tanto, no veo en qué puedes serme útil.

-          Estabas deseando tenerme aquí…verme así, no te hagas ahora el duro.

-          Lo admito – amplió su sonrisa - es interesante ver como te arrastras hasta mí.

Él y su obsesión por las cosas que se arrastran ¿algún trauma infantil quizás?

-          Tienes unos gustos un tanto extraños, Serpiente. Pero no te confundas, no me van esos rollos.

-          A mí tampoco. Así que dime… ¿Qué vas a ofrecerme aparte de tu “encantadora” presencia?

Me incorporé a duras penas, y me apoyé en la pared sujetándome el estómago, que aun dolía por la tremenda patada, pero eso no era nada comparado con mi sed.

-          Información.

-          Aha… ¿qué tipo de información?

-          Tengo una localización que podría interesarte, sobre un posible Refugio.

-          ¿Un Refugio? ¿Y qué te hace pensar que lo es?

-          Porque hay sobrenaturales implicados.

-          ¿De qué clase?

-          Te lo diré en cuanto lo sepa con seguridad, por ahora sólo tengo mis sospechas y prefiero reservármelas. Pero creo que sería buena idea indagar un poco más, creo que tiene algo que ver con una de las investigaciones de Lobo.

-          Entiendo, pero no te va a resultar tan sencillo convencerme, quiero algo más – me advirtió.

-          Habla.

-          Quiero tu lealtad y que trabajes para mí.

-          No tengo intención de volver a las Sombras - quise dejarle bien claro -  he dejado esa vida atrás. Puedo trabajar para ti y saldar mi deuda con esto, pero nada más.

-          De momento me basta, pero deberías replantearte volver. No creo que de la música puedas seguir viviendo en ese piso tuyo tan caro. Por no hablar de tus constantes viajes. ¿Vas a empezar a vivir debajo de un puente y tocar en el metro como un mendigo?

-          Vaya…así que ahora te preocupas por mí. Al parecer no iba tan mal encamino al pensar que me aprecias y todo.

-          Me gusta que mis súbditos vivan bien.

¿Sus súbditos? Me negaba a convertirme en uno de los suyos.

-          Entonces sigue velando por ellos…y deja mi vida privada tranquila.

-          No puedo. Ya sabes que siento debilidad por saber lo que hacen mis adversarios. Por si cometen alguna estupidez, ya sabes…

-          Pse…haz lo que te de la gana, no tengo nada que esconder. Pero nada de poner cámaras ocultas en el baño, no me gustan los mirones.

-          ¿Ah no? Después del espectáculo del Darkness empezaba a creer que te iba eso de llamar la atención.

-          Venga no me jodas… ¿tu también…lo has visto?

-          Por favor… ¿pero por quién me tomas? – contestó fingiendo indignación - Sólo me han hablado de tu amiga la rubia, y de lo bien que os lo pasasteis ahí dentro.

Tuve que morderme la lengua.

-          Lo cual me lleva a recordar otro motivo por el cual deberías volver a las Sombras.

-          ¿Adonde quieres llegar? – pregunté.

-          Ella sabe lo que somos. Por algún motivo que no llego a comprender del todo…- me miró directamente - …nadie modificó sus recuerdos. Y sabes que es peligroso dejar sin vigilancia a una persona con tanta información, podría delatarnos.

-          Me encargaré de vigilarla…

Si quería hacerlo necesitaba saber controlarme, pero no podía permitir que ninguna otra Sombra la vigilase. Observarla, saber lo que hacía y con quién hablaba, conocer su entorno...Sería fácil siempre y cuando me mantuviese al margen y no me acercase demasiado a ella. O al menos quería pensar que así sería. Una parte de mi mismo estaba segura de que podía vigilarla y se alegraba de tener una excusa para volver a verla, pero la otra no dejaba de pensar en lo peligroso que podía ser exponerla a mi sed.

-          ¿Sabes donde encontrarla? – inquirió.

Pensé en las dos personas que podían llevarme hasta ella.

-          Tengo una ligera idea. Pero no quiero que nadie más se acerque a esa mujer – dije tajante – es…mi responsabilidad.

-          Confío en que sepas lo que haces, Halcón. No me gustaría tener que enviar a alguien a silenciarla.

-          No será necesario.

-          ¿Entonces empiezo a rellenar todo el papeleo?

-          Haz lo que te de la gana, pero no pienso llamarte “jefe” – contesté entre dientes.

-          Ya veremos...

 (Vuelta al presente)

Era una locura…lo sabía.

Me había prometido no volver a acercarme a Alidaen hasta estar seguro de que podía controlarme, y ahora estaba a punto de convertirme en su sombra (nunca mejor dicho).

Quizás…hubiese sido mejor dejar que Isabella la hiciese olvidar. ¿Por qué me negaba a escuchar las enseñanzas de Lobo? ¿Por qué al final siempre tenía que caer en el mismo error y ponerla en peligro?

Una respuesta fugaz y directa llegó a mi cerebro en ese momento. Pero no era mi voz la que hablaba, era una voz que me resultaba muy familiar. Un recuerdo, quizás, de una conversación olvidada.

 “Eres su enemigo, llevas en la sangre el odio hacia su raza y es tu deber destruirla”

¿Era cierto? ¿Sería verdad que los vanarian y dalariel nacían para odiarse y luchar entre ellos?

“Es una estupidez”, me decía a mí mismo. Me negaba a creerlo.

Era imposible odiar a una criatura como ella…

-          ¡Atento! – Serpiente intentó golpearme, pero esta vez no dejé que mis pensamientos me hicieran perder la concentración en mi adversario.

Me agaché apoyando mi diestra en el suelo e hice un barrido con la pierna para hacerlo caer. Él se quedó tendido en el suelo, observándome con una curiosa simpatía.

-          Buenos reflejos, pero si no llego a avisarte estarías besando el suelo.

Se incorporó de un salto, colocándose la ropa para volver a estar impecable. Los vampiros no sudaban, y como no tenían la necesidad de respirar tampoco se cansaban con tanta facilidad. En cambio yo empezaba a notar el desgaste después de varias horas de entrenamiento seguidas. Aguantaba mucho más que un humano, pero no podía resistir como un vampiro. Por eso solía aprovechar mi capacidad para pasar desapercibido antes de enfrentarme a uno.

-          Bueno, ya hemos entrenado bastante – dijo.

-          Sigo sin saber que tiene que ver todo esto con mi problema.

-          No mucho, sólo estaba midiendo tu fuerza y calculando tus posibilidades contra mí.

-          ¿Llevamos dos días sin dejar de entrenar simplemente para saber cual de los dos la tiene más grande? – no podía ocultar mi ofuscación.

-          Exacto – contestó con una sonrisa que dejaba muy claro cual de los dos creía que ganaba al otro.

Le miré con la mandíbula apretada. Deseaba volver a golpearlo y descargar mi rabia con él por hacerme perder el tiempo de esa forma. Pero no lo hice, y me resigné encogiéndome de hombros.

Él echó a andar hacia el exterior de la sala de entrenamientos y yo le seguí en silencio.

-          ¿Ves? – dijo cuando ya estaba junto a la puerta.

-          ¿Hmm?

-          Hace dos días habrías atacado sin pensar.

Me jodía admitirlo, pero era cierto.

-          Sólo tienes que aprender a volver a ser el estoico y frío Halcón. Y dejar a un lado todos los pensamientos que despiertan tu instinto asesino.

-          Últimamente salen demasiado a menudo - le miré de reojo – no sé porque será…

-          Ahora es cuando empiezas a recordar lo que eres – ignoró mi insinuación - Tu instinto estaba rezagado, perdido junto a tu pasado. A medida que sepas más sobre ti mismo más difícil será negar tu verdadera naturaleza.

-          No volveré a caer en eso.

-          Puedes aprender a controlar más o menos tú ansía, pero no podrás acallar su voz para siempre. Y cuanto más la reprimas peor será.

-          Eso parece una bonita forma de decir que no puedes ayudarme.

-          ¿Crees que yo podría vivir sin alimentarme?

-          Pero yo no soy vampiro…no es MI sed…

-          Es la sed del dios que te ha dado su poder y la inmortalidad. Es la debilidad de los elegidos de Kaele. Todos los Vanar tienen sus puntos débiles, los hijos de Vaehnar nacen para destruir a los elegidos de la diosa Madre y viceversa. Y tú has nacido para servir a tu dios y sus propósitos. Negarte a alimentarlo va en contra de lo que eres.

Si eso era cierto, puede que fuese verdad que Vanar y Dalar estuviesen destinados a odiarse, a luchar entre ellos, al menos los elegidos de Vaehnar y Dhalaria. Pero puede que mi lucha no fuese contra los hijos de la luz o contra ella.

-          ¿Así que mi papel en el mundo consiste en sesgar vidas por placer, sea cual sea su origen?

-          Probablemente otorgar el poder de otros seres a Kaele sea tu cometido como su Elegido, sí.

-          Tú eres un vampiro, Él os creó. Deberías saber algo más sobre Kaele.

-          Nadie sabe demasiado sobre el dios de las Sombras, Halcón.

-          ¿Y qué me dices de Ahasa? Que yo sepa es la más antigua de vosotros que queda con vida.

-          Dudo que incluso ella haya logrado jamás desentrañar sus propósitos. Y si así fuese seguramente no nos lo diría.

-          Quizás a ti no – contesté – pero Lobo…

Serpiente me lanzó una mirada fulminante.

-          Lobo es un necio y un traidor, ella nunca confió en él.

-          Sigue vivo ¿verdad? Hablas de él como si siguiese siendo una amenaza para ti, lo puedo ver en tus ojos.

-          Es historia.

-          ¿Por qué le odias tanto? Es un buen maestro que siempre se ha preocupado por mantener vuestro secreto. Sin él las Sombras…

-          Si llega a ser por él seguirías pudriéndote en esa celda – contestó visiblemente molesto por mi preocupación.

-          Lo sé…pero eso es algo que sólo me atañe a mí. No entiendo qué hizo para que se le considere un traidor.

-          Desobedeció una orden directa de Ahasa – contestó tajante.

-          ¿Y qué es lo que pretende Ahasa?

-          No lo sé.

-          Mientes…ahora tú eres su mano derecha, ella debió ayudarte para que pudieses derrocar a Lobo y…

Me empujó contra la pared con furia. Sus pupilas formaban una fina línea vertical y sus ojos de serpiente relucían llenos de ira.

-          ¿Crees que no soy capaz de acabar con él por mis propios medios?

-          De haber sido así lo habrías hecho mucho antes - correspondí a su fiereza con una fría mirada, sin hacer amago alguno de quitármelo de encima – a mí no me engañas Serpiente. Has estado esperando el momento adecuado para hacerlo, y si ella no estuviese implicada en su desaparición dudo que hubieses tenido la oportunidad de ocupar su lugar. Él es el único que lleva su sangre.

Negó con la cabeza y me soltó con desprecio.

-          Te equivocas, no es el único.

-          ¿Tú también fuiste convertido por ella?

-          No. Pero conozco a alguien que también ha bebido su sangre y está subyugado por ella – me miró sonriente.

Guardé silencio, adivinando lo que intentaba insinuar.

-          ¿Ahora te das cuenta? Desde luego cada día me sorprende más tu ignorancia. Crees saber mucho de los demás pero no sabes nada de ti mismo. Te daba por una persona perceptiva.

-          Por eso no puedo negarme a sus órdenes – respondí pensativo.

-          Y por eso compartes más poderes de los que deberías con nosotros. Sobre todo cuando bebes ese potingue que te dio…- hizo como que lo pensaba - ¡ah si! Tu querido maestro…

-          ¿Tu mamá no te enseñó nunca que no debes tomar lo que te de un desconocido? – preguntó burlón.

Tomé aire lentamente, controlando mis ganas de golpear a alguien. Me había convertido en el Chiquillo de Ahasa sin saber lo que hacía, y Lobo había vuelto a jugar con mi confianza. Puede que Serpiente fuese un gilipollas, pero al menos él era bastante más sincero conmigo.

-          Aun así…el vínculo no es el mismo si no se bebe directamente de la fuente – le recordé - Debería pasarse su efecto si sólo hubiese tomado su sangre a través de pociones.

-          Entonces puede que tengas que recordar un poco mejor lo que hiciste para llegar aquí ¿no crees?

Pensé en el trato del que me habló el día que llegué a Bridgeport, en cómo fui guiado a través de la ciudad sin conocerla hasta dar con el cementerio y encontrarla. En el modo en que me arrodillé y acepté su orden sin ni siquiera preguntarme qué era lo que hacía allí y qué había pedido yo a cambio.

-          Soy una puta marioneta…

-          Así es la realidad, Halcón. No eres más que un juguete de nuestro dios y estás aquí por voluntad de una de sus hijas más poderosas, Ahasa. ¿Crees aun que puedes hacer algo por controlar tu naturaleza? ¿Por vencer tu sed?

No contesté. Realmente no creía que pudiese hacer nada por voluntad propia en ese momento. Incluso lo que sentía hacia Alidaen me parecía una cruel burla del destino. ¿Por qué quererla si nunca podría estar con ella?

-          No tienes ni idea, lo suponía. Ahora déjame decirte algo – buscó mi mirada antes de continuar – puedo ayudarte a controlar tu ansía, pero necesitarás alimentarla para que ésta no sea cada vez más fuerte.

-          No quiero volver a matar…no así…- pero cada vez me sentía con menos fuerzas para negarme a ello.

-          ¿Y qué diferencia hay entre matar para servir a las Sombras y a Ahasa y matar para servir a tu dios?

-          Piensa en ello Halcón…puedes alimentarte de tus víctimas al igual que nosotros lo hacemos. Saciarás su apetito y seguirás sirviendo a una buena causa. ¿O me vas a decir que ahora te arrepientes de haber matado a todos esos seres que pusieron en peligro nuestro secreto o arrebataron la vida de víctimas inocentes?

-          No… - negué con la cabeza – no me arrepiento de sus muertes.

Al menos de eso si estaba seguro.

-          Entonces no importa el método que uses. Si puedes aprender de tu debilidad ésta dejará de serlo, te dará fuerzas.

-          Supongo – miré sin ganas hacia un rincón – supongo que tienes razón.

-          Bienvenido a las Sombras, Halcón.

Se inclinó hacia delante con una silenciosa señal de despedida, pero por primera vez no vi ironía en su mirada. Sino una sencilla y sincera sonrisa.

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