martes, 6 de septiembre de 2011

CAPÍTULO III:

❧❃❧ III. MI PRIMER DÍA EN BRIDGEPORT ❧❃❧

(Bridgeport, 24 de Julio de 2010)

Al despertar lo primero que hice fue darme una ducha de agua fría.
Y no fue porque me hiciese falta después del sueño de la noche anterior (que también, para qué nos vamos a engañar), sino porque como era lógico en aquella casa vieja no había calentador ni nada que se pareciese, y la verdad es que tampoco me hacía falta. No se me daban demasiado bien los aparatos de ese tipo y seguro que terminaba quemando mi primer piso enseguida.

Me vestí con la misma ropa del día anterior ya que no tenía mucho de donde elegir y me preparé un café mientras leía el periódico diario que amablemente habían dejado en mi buzón.
El café me sentó como una patada, no tenía azúcar y a saber cuánto tiempo llevaba en aquel armario, pero me hacía falta una buena dosis de cafeína si quería recorrer Birdgeport sin quedarme dormida en algún banco.

Fui directa a la última página (sólo había dos así que no tardé mucho en llegar) y miré en la sección de demanda de empleo, observando con curiosidad el tipo de trabajos que se ofertaban en aquella ciudad.
“Se necesita ayudante de cocina. Imprescindible ingeniería aeronáutica y/o master en Ocultismo”

 “¿Quieres ser diseñador de vasos de Nocilla? ¡Trabajo con futuro! Sin paro ni listas de espera. Preséntate a las oposiciones por medio de Trola-Formación TLF: 0100100001”

“Se busca paseador de perros. Imprescindible limusina”

-          Erm…

Hasta el café se quedó helado.

Seguí leyendo esperando ver alguna oferta que se adaptase más a mis escasas cualidades.

“Se necesita camarera. No importa experiencia. Pagamos mal, pero es lo que hay”

-          Creo que de momento me conformo con éste…

Apunté el número de teléfono que había en la reseña y lo guardé en el bolsillo junto con unas cuantas monedas.

Después me levanté y me quedé contemplando durante varios minutos las increíbles vistas del edificio, sin duda lo que más me gustaba de ese piso.
El edificio casi se desmoronaba de lo antiguo que era, pero estaba situado en la costa y tenía una hermosa panorámica del mar. Abrí la ventana y aspiré el perfume salado de la brisa, relajándome al instante con la suave melodía de las olas al chocar contra las rocas.

Después de un rato embobada, decidí ponerme en marcha y buscar una cabina donde poder llamar por teléfono.
A unos pocos metros de mi edificio, encontré una y llamé al número que ponía en el periódico. Después de casi cinco tonos escuché una voz ronca y masculina al otro lado.

-          Coño Salma dónde estabas, te dije que cogieses el puñetero teléfono.

-          ¿P-perdón? – pregunté confusa.

Volví a escuchar otra voz de fondo, esta vez femenina, y por su tono no parecía demasiado contenta. Después de unos segundos lanzándose improperios varios entre ellos (que prefiero no ponerme a citar), mi interlocutor me hizo caso.

-          ¿Quién es?
-          Buenos días, llamaba por el anuncio del periódico… - empecé a decir bastante cortada.
-          Pásate por el puerto en un par de horas, Pub “Horny Shark”, no tiene pérdida.

Su voz era bastante cortante así que no me extendí mucho más.

-          Muchas gracias.

Colgó.

¿Qué clase de nombre era ese?

Cualquier persona con dos dedos de frente y poca necesidad habría seguido buscando ofertas de trabajo después de semejante escenita telefónica. Pero yo no era una de esas personas.

Eché a caminar y seguí el camino de la costa, si el bar estaba en el puerto, no debía ser difícil encontrarlo. Pero no contaba con mi patético sentido de la orientación en la ciudad, así que sin saber cómo (bueno quizás me entretuve un poco), llegué a la parte central de la ciudad, junto a una enorme fuente a la que habían acudido un montón de palomas.
Allí había una adorable anciana en camisón y con los pies descalzos dándoles de comer, contándole historias mientras lanzaba migajas de pan duro a sus pies. Era la primera persona que veía en la ciudad y no corría con prisas por llegar tarde a algún lado, así que decidí acercarme y preguntarle.
-          Perdone señora, ¿podría indicarme donde está el puerto? – contesté notando el desagradable efluvio que emanaba de su débil figura.

-          Junto al mar.

-          - contesté con un parpadeo.

Me di la vuelta como una autómata cuando la escuche reír a mis espaldas.

-          Jajajaja junto al mar, esa ha sido buena jajajaja – se rió de su propio “chiste”.

La miré de reojo, alucinando aún y en parte contenta por haber hecho feliz a la pobre anciana, que tenía lágrimas en los ojos por la risa.

-          No, en serio – se puso seria de golpe - Es cierto.

-          Ya…

-          Perdona jovencita, llevo bastante tiempo sin hablar con otra persona y se me hace raro. Tienes carita de estar bastante perdida.

-          Sí, soy nueva en la ciudad.
-          Pues menudo lugar has buscado para vivir, ten cuidado y no vayas nunca por callejones solitarios, ni te acerques a desconocidos…¿ves? No deberías estar hablando conmigo.

-          Señora agradezco su preocupación, pero yo sólo necesito saber dónde está el puerto…

-          Si ya te lo dije – suspiró pesadamente – vale venga, ve por allí y sigue recto hasta encontrar un edificio de color amarillo, después gira a la izquierda y encontrarás el paseo marítimo.

-          Muchas gracias, y ¿por casualidad no sabrá la localización exacta de un bar llamado “Horny Shark”?.

Decidí probar suerte, al fin y al cabo tenía pinta de conocer bien la ciudad y aunque estuviese mal decirlo, de darle bastante a la bebida.

-          ¿Tengo yo cara de vinagres?
-          Pues…

Mi abuela me enseñó a ser sincera, pero también a ser amable con las personas mayores, así que decidí seguir el segundo consejo.

-          No, no. Claro que no. Perdóneme…

-          Pues lo soy, y me conozco todos los bares de la ciudad – contestó con toda tranquilidad – el “Tiburón” se encuentra en la parte norte del puerto junto un montón de desechos de barco, guíate por el olor a pescado podrido. No tiene pérdida.

Desde luego aquel trabajo pintaba de maravilla.

-          Muy amable, gracias por las indicaciones señora – saqué unas cuantas monedas y se las entregué – que pase un buen día.
Las coloqué en su palma y al rozarme me miró de una forma muy extraña, sus ojos se volvieron completamente negros y al instante se apartó de golpe. Al cabo de unos segundos, en los que nos miramos confusas, volvió a la normalidad.

-          No dejes que la oscuridad te alcance muchacha, ve siempre hacia la luz.

¿Eso no era de una película?
  
-          ¿C-cómo?

Sus ojos volvieron a la normalidad y negó con la cabeza.

-          Soy una vieja extraña niña, tengo que soltar cosas así – contestó con humor, aunque su mirada era ahora muy seria.

La anciana se alejó con paso ligero, dejándome ahí parada sin saber muy bien cómo tomarme aquel desconcertante consejo.
Pero al cabo de unos segundos decidí olvidarme de ello y buscar el dichoso “Horny Shark”.

Sólo esperaba que no fuese tan malo como pintaba.


4 comentarios:

  1. Una escenificación estupenda de todos los detalles. Simplemente estupenda. Sigo!...

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  2. En un principio me costaba más sacar las fotos y cuidar los detalles, pero poco a poco he ido aprendiendo y aunque me cuesta siempre intento que quede lo mejor posible, muchísimas gracias por apreciarlo! ¡Besos!

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  3. Wow.. me dejó impactada esos ojos de la ancianita... otro misterio más, me encanta!!!

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    1. Jajaja si, la anciana guarda algún que otro secreto, pero verás que encuentras muchos más a lo largo de la historia! ¡Un saludo y gracias por comentar!

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