RELATO: Golpes del Destino V.II

(CAPÍTULO V. SEGUNDA PARTE)

Música: Love and Tragedy (Uncas and Alice)

Thaerion aligeró el paso de su caballo azuzándole con los muslos mientras se dirigía hacia el bosque. 

Después de la discusión con su padre, el que habría sido el día más feliz de su vida había acabado como venía siendo habitual, hecho un desastre.

Pero por desgracia aún no había acabado.

Eran casi las diez, y antes de dirigirse a la mansión había decidido acercarse al claro para verla una vez más antes de dormir.

No apareció, y la necesidad de verla en ese momento y olvidarse de todo era tan intensa que decidió dar un paso más y acercarse a su casa. Con un poco de suerte estaría durmiendo y ni se daría cuenta de que había estado allí.

No le costó demasiado llegar hasta su ventana trepando por los árboles, y con sumo cuidado entró en su habitación, donde ella dormía algo retorcida sobre las sábanas sin darse cuenta de su presencia.

Cada vez que la sentía cerca su corazón latía aceleradamente, y en aquella ocasión más aún. En su interior bullían todo tipo de sentimientos reprimidos durante todos aquellos años: amor, pasión, rencor, ira…frustración. Y lo único que podía calmarle en ese momento era estar junto a ella, tocarla…y demostrarle lo mucho que la amaba.

Sabía que aquello no estaba bien, que le rechazaría y se asustaría si se despertaba y lo veía allí, pero no había modo alguno de ocultar todos esos sentimientos guardados durante tanto tiempo.

Con cuidado se acercó hasta la cama y colocó una rodilla en ésta, aguantando su peso sobre la otra pierna. Y susurró su nombre acercándose hasta su oído.

-          Alidaen…

Ella abrió los ojos lentamente, adormilada, y lo primero que hizo al verle fue sonreír.

-          No estás aquí realmente… ¿verdad? – preguntó entre susurros.

Él asintió con un leve cabeceo y sin darle tiempo a despertar posó un suave beso en sus labios, probando por primera vez su sabor.

Con tanta ternura y delicadeza que al despegarse de ellos y volver a mirarla vio que había vuelto a quedarse dormida.

Él esbozó una suave sonrisa y sin hacer el mínimo ruido se acercó a una silla cercana a la cama para observarla mientras dormía, esperando a que la belleza de la joven sanase una vez más las heridas de su alma.

Cuando Alidaen estaba cerca todo lo demás dejaba de importarle, la eterna lucha con su padre, sus constantes reproches…nada importaba.

Sólo ella.

Pero después de dos horas decidió que era el momento de volver. Debía dormir algo si quería presentarse a su cita al día siguiente sin parecer un zombi, así que después de posar un suave beso en su frente volvió a trepar los árboles para bajar y montar en su caballo.

Cabalgó a toda prisa el antiguo caserón, donde solía dormir las noches que necesitaba alejarse de su casa y su familia. Y no tardó demasiado en llegar pues se encontraba al otro lado del bosque, a media hora a caballo aproximadamente.

El lugar parecía como siempre a simple vista: abandonado y hecho un desastre.

El ambiente olía a humedad y madera podrida, pero al llegar percibió un aroma distinto que no llegaba a reconocer. Echo un rápido vistazo a lomos de su caballo y se percató de que en el suelo había pisadas recientes de cascos, y no eran de su caballo.

“Aquí ha venido alguien más…”

Bajó con sigilo del animal y ató las bridas al viejo árbol de la entrada, donde podían verse aun los restos de las tres tumbas que pertenecían a los dueños de esa casa y su hijo, de un año.

Nadie más en el pueblo se atrevía a pisar esa casa, pues al parecer los rumores sobre fantasmas y extraños sucesos les mantenían alejados, pero a Thaerion nunca le importaron aquellas historias. De hecho, durante todo el tiempo que pasó allí lo único que percibió en ese viejo hogar era una gran paz.

Además, todo lo que habían dejado sus dueños estaba exactamente en el mismo lugar criando polvo. Él siempre había sido bastante respetuoso con sus cosas, así que si había espíritus allí, desde luego él no les daba motivos para sentirse molestos.

-          Espera aquí – le susurró al animal, dándole una palmadita en el lomo para relajarlo – voy a ver si sigue aquí.

Nada más entrar percibió que algo no iba bien en aquella casa.

Había restos de huellas y algunas luces seguían encendidas.

Aquel olor extraño se percibía con más intensidad dentro de la casa. Parecía como si al habitual aroma a polvo y cerrado de la casa hubiesen añadido un nuevo perfume más dulzón, y aunque no llegaba a resultarle del todo desagradable enseguida se sintió en peligro.

 Había un jarrón roto a los pies de la columna de piedra donde antes reposaba.

Lo primero que hizo fue llevar la mano hacia el interior de su bota, donde escondía su daga. Pero durante el ataque de los lobos lo había perdido, seguramente al caer inconsciente.

-          Mierda…- murmuró por lo bajo agarrando uno de los trozos de cerámica rota para defenderse si hacía falta.

Se movió despacio, mirando a su alrededor mientras sentía cada vez con más claridad la presencia de un desconocido. Tratando mantener la calma y actuar como si no supiese que había alguien allí.

Y subió las escaleras que daban hacia las habitaciones superiores, donde estaba el cuarto en el que solía dormir.

Entonces lo vio, una figura envuelta en una capucha color carmesí le observaba a través del espejo.

Pero no le hizo el menor caso y siguió adelante, refugiándose en su cuarto mientras notaba los latidos de su pecho cada vez más acelerados.

¿Quién era y que quería de él? No tenía ni idea de qué hacía allí, pero su instinto le decía que nada bueno.

Dejó la puerta entreabierta y afinó su oído para escuchar los pasos cada vez más cercanos de aquel hombre, y se colocó tras la puerta para esperarle mientras sujetaba con fuerza su inútil arma. Nervioso y asustado pero con una única idea en mente: defender su vida a toda costa.

No tardó en aparecer, era un hombre de piel cetrina, envuelto en una pesada túnica de lana de color rojizo. En un primer momento no puedo ver bien su rostro pero olía a sangre y en su mano portaba una daga de aproximadamente veinticinco centímetros de afilada hoja.

Lo primero que hizo cuando entró en el cuarto fue propinarle una fuerte patada directa a la mano que sujetaba el arma, pero no la soltó y rápidamente se puso en guardia. Dando la primera estocada directa hacia el pecho del muchacho, que la esquivó echando el cuerpo hacia atrás y agachándose.

El encapuchado volvió a atacarle, esta vez golpeando su pecho con el pie para tumbarlo y poder atacarle desde el suelo. Pero él le esquivó rodando sobre su cuerpo.

A pesar de tener una débil constitución y aspecto demacrado, su atacante se movía rápido y poseía bastante fuerza.

Dos estocadas más al aire, y una tercera que finalmente logró alcanzarle en la cara, pero por suerte sus reflejos lograron hacerle ver el ataque antes de que resultase fatal, y pudo moverse a tiempo para que sólo le rozase.

Aun así el tajo fue limpio, haciéndole una brecha en la ceja derecha y el puente de la nariz de una sola estocada, de la que comenzó a brotar sangre profusamente, cegándole en parte la visión del ojo.

El encapuchado mostró una sonrisa sádica bajo la tela, y pudo percibir un brillo dorado en sus ojos antes de que volviese a lanzarse hasta él con demasiado entusiasmo.

Un error fatal para él, Thaerion era bastante diestro para su edad, y había aprendido a aprovechar los momentos en los que su enemigo bajaba la guardia para atacar.

Esta vez fue él quien golpeó, clavándole el trozo de cerámica en la unión del hombro y el cuello, logró acertar pero aun así no fue lo suficientemente certero para alcanzar el punto que quería.

Un gruñido salió de los labios de su atacante, mostrando al abrir la boca una hilera de dientes podridos y retorcidos. Y con una furia asesina volvió a lanzarse contra él, embistiéndole con fuerza contra el suelo.

-          ¡Muere bastardo! – gritó acometiendo contra el chico.

Thaerion se resistió como pudo, forcejeando contra él con la mirada clavada en la punta del cuchillo sobre su cara.

Estaba agotado después del largo día y herido aún tras la lucha con los lobos, pero en aquel momento sólo pensaba en sobrevivir a aquello.

“Si te das por vencido estás muerto. No seas cobarde y lucha, ¡sé un hombre!”

Recordar las enseñanzas de su padre y hermano fue suficiente para conseguir la fuerza que necesitaba.

-          No…soy… ¡un cobarde! – exclamó agarrando de la muñeca al desconocido y clavando las uñas en su piel.

-          Grrrr… ¡te voy a hacer chillar como a la perra de tu madre!

-          ¡¡¡…!!!

Thaerion abrió los ojos de par en par y respondió a sus palabras con una poderosa arremetida que le hizo caer hacia atrás, golpeándose la nuca contra el armario.

El temor de la sospecha comenzó a nublar su razón, y con una furia ciega volvió a atacarle, esta vez colocándose sobre él.

-          ¡¡¡Cabrón como le hayas tocado…!!!

-          Tenías que haberle escuchado gemir mientras la…

No le dio tiempo a pronunciar una palabra más, pues de un rápido movimiento Thaerion agarró su cuchillo y le rebanó la garganta, observando con odio como se desangraba hasta morir.

Aquella era la primera vez que derramaba sangre humana y observaba el rostro de su víctima antes de morir. Y ni siquiera sabía cómo debía sentirse…

Pero no hubo tiempo de pensar en ello, ya que en ese momento notó un zumbido en el bolsillo trasero de su pantalón. Raras veces sonaba su móvil (el cual siempre escondía para que su padre no lo viera, pues odiaba cualquier tipo de tecnología), pero cuando lo hacía sabía de quien era el mensaje. Sólo su hermana y él tenían un aparato de esos en la familia, y lo usaban para comunicarse algunas veces entre ellos.

Casi nunca hablaba con alguien que no fuese su madre, y con Tanathya siempre había tenido una relación extraña, pero en más de una ocasión había recurrido a ella buscando otro tipo de consuelo del que Erailne podía darle. Las palizas de Tanathya podían resultar bastante reconfortantes a veces, y también su impetuoso carácter, tan fácil de provocar.

Pero aquel mensaje sólo sirvió para convertir la sospecha en certeza.

“Deja de comportarte como un puto niñato, Thaerion. Mamá ha desaparecido y seguramente haya ido a esa maldita casa a por ti. Búscala y vuelve de inmediato si no quieres que vaya y te traiga a ostias. PD: Odio este trasto de mierda”

Música: None Can Die (OST Tristán & Isolda)

-          No, no, no… - murmuró con los ojos enrojecidos, abandonando el cadáver de su víctima en la habitación y corriendo escaleras abajo.

-          ¡Madre! – gritó buscándola desesperadamente en todas las habitaciones de la casa - ¡Madre por favor contéstame!

Fue al llegar a la cocina cuando descubrió el reguero de sangre. El suelo estaba manchado y había pisadas y huellas de manos ensangrentadas formando una terrible guía hasta el minúsculo balcón que daba a la parte trasera de la casa.

Vio su vestido lleno de sangre y quemado en la cocina de leña, y tuvo que obligarse a apartar la mirada de éste para seguir buscando.

Nunca antes le había costado tanto avanzar, cada paso que daba dolía como si estuviese caminando sobre brasas, pero debía hacerlo…debía asegurarse de que ella…

-          Madre…

Su cuerpo yacía boca arriba con una horrible mueca de terror en el rostro, sus ojos seguían abiertos y fijos en el lugar donde había observado a la persona que había visto por última vez, y a pesar de que mostraba claros signos de tortura (incluso después de la muerte), y podía dar a Thaerion claves sobre quién estaba realmente detrás de todo…en esos momentos su dolor no permitía a su cerebro procesar ningún pensamiento claro.

-  No…¡¡¡Madre!!! – exclamó lanzándose hacia el jardín.

Sólo lo separaba un piso del suelo, pero el golpe fue suficiente para partirle la pierna al caer sobre ella. Aun así no se detuvo, y casi arrastrándose logró llegar hasta su cuerpo sin vida.

-          Por favor no…tú no… - le rogó entre lágrimas.

La aferró con cuidado, temiendo hacer daño a su frágil cuerpo. Pero por desgracia éste había dejado de latir bastante antes de que él llegase, y ya no había nada que hacer.

-          Madre…lo siento…lo siento mucho…- murmuró con voz entrecortada mientras observaba sus numerosas heridas.

Se obligó a sí mismo a mantener la mente fría, recordando las enseñanzas de sus mayores. Y aunque al mirarla era capaz de sentir una parte del dolor que ella debía haber sufrido en sus últimos momentos de vida, llevó con dificultad la mano a su mejilla para volver su cabeza hacia sí mismo y observarla mejor.

-          Amada…- leyó en un susurro, sin dar crédito a lo que veían sus ojos – ¿Que cruel y horrible broma es ésta?

Habían grabado esa palabra en su cuello después de muerta, y preparado su cadáver para que lo encontrasen de esa forma. Su cerebro captó detalles del crimen casi sin ser consciente de ello, pero en ese momento por más que lo intentase era capaz de razonar, de ver con claridad mientras su madre yacía sin vida entre sus brazos. 

Podía percibir un olor dulzón en el ambiente, el mismo que captó su atención al entrar en la casa, y era reciente. Pero su cuerpo se negaba a abandonarla en esos momentos, y lo único que hizo fue rogar entre llanto que le perdonase.

¿Quién podía haber cometido un crimen así? ¿Y por qué a ella? Su madre era el ser más puro que había conocido…no merecía morir de esa forma.

Notaba el estomago revuelto y cómo por primera vez la sed de venganza emergía de sus entrañas, amenazando con nublar el poco juicio que le quedaba. Sentía rabia y un profundo odio hacia aquellos que habían hecho daño a su madre, pero sobre todo hacía sí mismo…

Pues él tenía la culpa.

-          Si hubiese estado aquí en vez de ir a verla al bosque esto no habría pasado – comenzó a decir aferrando con fuerza su cuerpo - podría haberte defendido madre…podría haberle matado a tiempo, encontrado a quién hizo esto... Si no hubiese discutido con padre…- cerró los ojos con fuerza intentando detener las lágrimas - él…tenía razón…

Siempre la había tenido.

Estaba destinado a llevar a la ruina a su familia…

Y nunca se perdonaría por ello.

(Al día siguiente…)

-          Hija…es tarde, vuelve a casa.

Alidaen se acurrucó abrazándose a sí misma.

-          P-pero…dijo que v-vendría…- murmuró tiritando por el frío.

-          Estás helada, vas a enfermar si sigues esperándole aquí fuera.

-          Debo hacerlo, él dijo que…- comenzó a repetir sin dejar de mirar hacia el sendero desde donde había esperado que llegase durante las últimas doce horas.

-          Seguramente le haya surgido un imprevisto – contestó frotando con cariño sus hombros – anda vamos, mañana seguro que está aquí. Ese muchacho lleva persiguiéndote desde que eras niña, no va a olvidarse de ti en un día ¿no crees?

Por un segundo apartó la vista de los árboles para fijarla en su abuela, la cual contestó con una cálida sonrisa, haciéndole ver la verdad en sus ojos.

-          Eso espero...abuela.

“No podría soportar mucho tiempo sin volver a verle”, pensó.

Pero Thaerion, destrozado tras la pérdida de Erailne, tardaría más de lo esperado en llegar a su cita…

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(Comentario sobre este capítulo)